Opinión de Óscar Sevillano
Bogotá está a punto de cumplir doce años de intento por darle inicio a la construcción de la troncal de TransMilenio por la carrera séptima, sin que hasta el momento exista poder humano que impida que dejen de aparecer piedras en el zapato para que esta se comience a ejecutar.
Doce años llevando la contraria en la construcción de una obra vial que busca unir a quienes viven más allá de la calle 150 en sectores de estratos 1,2 y 3 con el centro y sur de Bogotá por el Sistema TransMilenio.
Quienes se oponen, curiosamente son personas de estratos 4, 5 y 6 de carros finos, que no utilizan el transporte público. Es decir, aquellos que consideran que el taxi y al Uber son los medios más populares en los que un ser humano se puede movilizar.
Por supuesto que este grupo de personas poco les importa si Bogotá pierde la oportunidad unos doce años más para mejorar su sistema de transporte público. Por tanto, no es su problema si la población que si requiere de este servicio por la carrera séptima, no ve satisfecha esta necesidad.
También es claro que los que se oponen a la construcción del TransMilenio por la Carrera Séptima, tampoco les interese que el proyecto se atrase y se atrase. Al fin de cuentas, su interés y afán de conseguir votos, no les permite ser consecuentes con la ciudad. Lo triste es que, para conseguir el favor de los bogotanos en las urnas, acudan al desprestigio del único sistema de transporte masivo real que tiene la ciudad, y poco les importa que con su mezquindad perjudican a la capital del país.
Sí resulta bastante extraño que al juego político de los candidatos de izquierda a la Alcaldía de Bogotá y uno que otro concejal que hoy busca su reelección, se haya unido el Procurador General de la Nación, y justo cuando la licitación estaba a punto de darse, el jefe del ministerio Público y un juez de la república suspendan el proceso.
Aun así, esos políticos de izquierda que se han convertido en la piedra en el zapato para el progreso de Bogotá, salen a los micrófonos a rasgarse las vestiduras porque la ciudad lleva 50 años dando inicio a la construcción del metro y se olvidan que ellos se han constituido como el gran obstáculo para que se concrete una obra vial que la ciudad necesita.
Un desplazamiento que hoy se hace entre la calle 200 y la calle 26 por la carrera Séptima, que toma un tiempo de dos horas, se puede reducir a 40 minutos, beneficiando la población de estratos 1, 2 y 3 que habita en los bordes orientales de Bogotá más allá de la calle 150 y que utilizan esta vía para movilizarse hacia el centro de la capital del país. Por supuesto que siempre será un mejor tener un metro ligero sobre esta vía, pero, ¿cuánto tiempo más nos vamos a llevar decidiendo si el uno o el otro?.
Es increíble que el egoísmo de la izquierda en Bogotá, que, con tal de no perder vigencia política en la ciudad, la condenen, sabe Dios por cuánto tiempo más a la parálisis urbana. No puede ser que primero hayan sometido a la capital del país al atraso por vía de la corrupción, y la incapacidad para gobernar bien, y ahora la sometan por la vía de la dilación de los proyectos de infraestructura.
Lo más triste es que para esto se valgan de manipulaciones a los ciudadanos quienes confiados en sus “buenas intenciones”, prestan sus firmas para las demandas que con fines políticos, dilatan y dilatan el inicio de los proyectos en Bogotá.
La izquierda en Bogotá es la causante de que la ciudad cumpla 12 años de tratar de iniciar la obra de TransMilenio por la Séptima, y será la única responsable, si al igual que el metro, se atrasa durante unos 38 años más.
Twitter: @OscarFe06938419