En ocasiones no se entiende como las decisiones que toman las entidades que tienen que ver con lo jurídico, a la vista de cualquier ser humano van en contravía de lo que se conoce como sentido común. Sin embargo nos toca acostumbrarnos a estos hechos, que en Colombia a diario ocurren.
Uno de estos es la reciente decisión que tomó la Corte Constitucional con respecto a la permanencia de Gustavo Petro en el cargo de alcalde mayor de Bogotá, lo que no solo pone a la ciudad capital una vez más en situación de inestabilidad administrativa, sino además hace que el burgomaestre entre en firme dentro de la campaña política para elegir mandatarios locales.
Es de saber que ningún mandatario se queda quieto cuando se inicia la campaña política para elegir a su sucesor. Estos por debajo de la mesa entran en la contienda apoyando a la persona que consideran como la más idónea para reemplazarle en el cargo, sin embargo al parecer con Gustavo Petro no va a suceder lo mismo. En primer lugar porque la decisión de la Corte Constitucional, hace que entre en campaña para sostenerse en el cargo, así sea defendiendo una gestión bastante regular, y en segundo lugar porque la persona que sea de sus afectos y que aspire a reemplazarlo, va a estar con el día y noche, sin que nadie pueda evitarlo, porque las circunstancias facultan al alcalde para que haga política abiertamente sin que nadie se lo impida.
A la vista de lo que se conoce como “sentido común”, no resulta coherente que a tan solo 7 meses para que se elija alcalde, los bogotanos deban votar primero para ratificar o destituir a Gustavo Petro, y tres meses después, decidir quién le va a reemplazar.
Pero hay que decir que el primer culpable de esta situación es el mismo Gustavo Petro, quien con demandas y contrademandas dilató el proceso de revocatoria y solo lo aceptó cuando se dio cuenta que le era favorable. Es decir, cuando se vio destituido tras el fallo de la Procuraduría.
Ahora se muestra a favor y dijo estar dispuesto a ir casa a casa defendiendo su obra de gobierno, pero es claro que lo hace más, con el ánimo de entrar en campaña y sacar pecho por una administración de pésima calidad, que tiene poco que rescatar.
Preocupa que en estos momentos, una vez más se genere inestabilidad política por aquello de que lo jurídico en ocasiones no va en el mismo camino por el que va lo que se conoce como sentido común, y gracias a eso, nuevamente podríamos tener al alcalde Gustavo Petro en las calles haciendo lo que mejor saber hacer, política, y lo que es peor, con recursos del distrito capital.
Como están las cosas en la Corte Constitucional, tras el escándalo que tiene contra las cuerdas al magistrado Jorge Pretel, dudo que el Recurso de Nulidad interpuesto por la Registraduría Nacional, resuelva este tema en el corto plazo, porque aunque duela decirlo, por el momento esta entidad no cuenta con legitimidad política para tomar decisión alguna, y mientras, el alcalde estará en su salsa, convenciendo a todo el mundo, así sea con mentiras, de que en Bogotá todo es perfecto.
Cambiando de tema, A veces me da la impresión de que el senador Álvaro Uribe Vélez no está muy cómodo en su papel de parlamentario.