He notado en lo últimos diez años, que el interés que se sentía antes en Colombia por saber o conocer a las aspirantes al título de Señorita Colombia en Cartagena, cada vez es mucho menor. Es justamente por esto que en esta ocasión le pregunto a las mujeres que tienen ese sueño, si vale la pena ser Reina Nacional de la Belleza.
Para empezar tendría que ser sincero y decir que no es cierto eso de que a la mujer que se elija en el Reinado Nacional de la Belleza, es la más hermosa del país. ¿Quién dice que no exista otra persona del sexo femenino en Colombia que la supere en belleza?. Es sencillamente la que más se destaca en un grupo de no más de 32 aspirantes, si es que el certamen llega a este número eso sí, pero no es la mujer más bonita de la nación.
Tampoco es cierto que la aspirante que resulte ganadora, sea la fiel representante de la mujer en Colombia. Si miramos el estereotipo de las mujeres colombianas, que en su gran mayoría son de piel mestiza, ojos cafés o negros, cabello negro y estatura mediana, y si las comparamos con quienes han triunfado en el Concurso Nacional de la Belleza, que en su mayoría son mujeres de 1, 74 de estatura, ojos azules o verdes, piel blanca, algunas de cabello rubio, nos podríamos preguntar de ¿qué es o que elige el certamen?, ¿realidades o fantasías?. Yo diría que fantasías, así Raimundo se moleste.
Esas fantasías que desde mi punto de vista se eligen, comienzan por el tipo de participantes. No entiendo cómo es que si la mayoría de cartageneras son afrodescendientes, de donde salen las señoritas de piel blanca y en ocasiones de cabello rubio como Susana Caldas Lemaitre, que se admiten para participar como representantes de mujeres de la Heroica. Como tampoco me queda claro, como si el departamento del Cauca, donde la mayoría de población es indígena, las representantes no son ni parecidas a las de las etnias que habitan este territorio.
También resulta muy contradictorio que en momentos en que ha tomado tanta fuerza la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad, como un ser útil, capaz de sacar adelante proyectos y labores que ayuden al desarrollo competitivo de nuestro país, se escuche decir a las mismas participantes que su gran motivación a participar en el Concurso Nacional de la Belleza, es que les sirve como abrebocas para proyectarse profesionalmente.
Que tristeza que aun existan este tipo de argumentos, porque la idea es que una mujer gane espacios en el mundo laboral y profesional por la gran capacidad e inteligencia que poseen, y no porque tenga una belleza física que algún día tendrá que acabarse, por más de que le siga el consejo a Amparito Grisales y consuma el Revertrex.
Que tristeza que se tomen atajos, en busca de un reconocimiento y una fama que hoy por hoy son una verdadera fantasía. Sin importarles que para esto se deban se deban someter a un reglamento bastante infame, que no se compadece de la mujer como ser humano.
Ni siquiera creo que sea válido el argumento del supuesto reconocimiento y fama. Hasta donde recuerdo personajes como María Cecilia Botero, Teresa Gutiérrez, Cecilia López, Carmen Palencia, y un sin de número de mujeres que se han destacado cada una en sus campos de trabajo, no han necesitado de una pasarela, un cetro y una corona, para que se les valore como profesionales.
Estoy de acuerdo con que a la mujer se le valore y se le respete como ser humano que es, pero no creo que estos escenarios ayuden con este propósito, porque lo primero que despierta es el morbo de muchos de los espectadores del sexo masculino, el matoneo de algunas mujeres poco solidarias y la crítica de la prensa que busca el momento preciso en que estas se equivoquen para caerles con todo.
Insisto, es hora de que las mujeres se pregunten si vale la pena que algunas de sus similares alimenten el deseo por pisar un escenario que cada año pierde más interés y que hoy por hoy, pasa sin pena ni gloria en la vida de la nación.