Dicen que cuando se pierde una elección popular quedan muchas lecciones para quien resulta derrotado, sin embargo es claro que el exalcalde Enrique Peñalosa todavía no aprende la principal de las razones por las cuales no ha salido vencedor las tantas veces que ha presentado su nombre a consideración de los votantes: La gente no lo quiere manejando las riendas, ni del país, ni mucho menos las de Bogotá.
Una vez más Enrique Peñalosa muestra la intención de querer incluir su nombre en la baraja de candidatos a la alcaldía mayor de Bogotá, demostrando que prefiere seguir creyendo que es el único que tiene la receta salvadora para una ciudad que cayó en desgracia desde que la izquierda tomó sus riendas. Será por aquello de creerse “Mesías” que se identifica tanto con Álvaro Uribe.
Nadie que haya conocido la Bogotá de los años ochenta y parte de los noventa, niega el excelente trabajo que realizó como alcalde mayor. Sin embargo, Peñalosa no entiende que a partir del año 2000 a hoy, es decir, 2015, ha habido en Bogotá un cambio generacional, y ha llegado a la ciudad un amplio número de personas que no solo tienen origen en otras poblaciones, sino también en otros países. Que por tanto es claro, que no se subieron a los buses amarillos y verdes, ni soportaron la incomodidad que causaban los vendedores ambulantes en sus casetas amarillas.
Estas personas que en Bogotá, entre los años 1997 al 2000 eran niños, y hoy son adultos, sumados a los que año tras años han llegado a la ciudad, el primer transporte público que conocieron fue el Transmilenio. Desafortunadamente lo hicieron en medio del tumulto, siendo testigos de los constantes robos que en su interior ocurren, con las demoras en las frecuencias. Son estos ciudadanos quienes deben elegir alcalde en una baraja de candidatos donde se encuentra el nombre de la persona que instaló el sistema de transporte masivo que ellos tanto detestan. ¿Votarán por el?. La respuesta es muy sencilla: No.
Sin embargo Peñalosa, perdido en la inmensidad de su pequeño ego, no alcanza a dimensionar el anterior detalle e insiste en llenar la ciudad de Transmilenio, argumentando que instalar un Sistema Metro saldría muy costoso para Bogotá, sin decir como es obvio, lo costoso que ha resultado para la capital del país, el desastre financiero que su administración causó y sigue causando con las losas de la Avenida Caracas.
Pero a Peñalosa poco le importa eso, prefiere seguir creyendo que los bogotanos nos morimos de ganas de verlo en la alcaldía mayor y ni siquiera le interesa el daño que le puede causar a su partido (Alianza Verde) al someterlo a una indecisión prolongada hasta el mes de junio, cuando va a confirmar lo que es un secreto a voces: que quiere ser candidato. Tampoco le interesa que dentro de su movimiento no ha hecho el mínimo esfuerzo por ganarse la simpatía de su militancia, porque Peñalosa es Peñalosa, y al lado de él, los demás no son nadie, así hayan hecho los méritos y el trabajo necesario por sacar al grupo político adelante, labor con la cual el exalcalde no ha mostrado las más mínimas ganas de querer colaborar.
Es tanta la vanidad de Peñalosa que no sería raro que esa unidad que le está proponiendo a los partidos santistas para derrotar a la izquierda, sea alrededor de él, y para eso no le importa servir de Caballo de Troya del Uribismo y pretende que se haga una consulta, donde estén él, el aspirante de la Unidad Nacional y el candidato del Centro Democrático. Parece que el exalcalde no sabe que el escenario de posconflicto que se está configurando en Colombia, hace difícil un cogobierno con el partido de Álvaro Uribe que prefiere la confrontación armada eterna, en lugar de la paz y la reconciliación.
Tampoco le ha interesado incumplir la promesa que hizo en el año 2007 al ser derrotado por Samuel Moreno, con la que invitó a los nuevos liderazgo a hacer parte de sus postulados y que en adelante el los apoyaría por lo que renunciaba a una próxima candidatura. Este hecho nunca se dio, y por el contrario, a partir de ese momento lo hemos vistos en todos los tarjetones bien sea para elecciones locales o de carácter nacional, no ganando, pero si dividiendo la votación, permitiendo que gente sin experiencia en administración pública como Gustavo Petro, se abra paso y llegue a la alcaldía mayor a armar desastres.
Espero que Peñalosa recapacite y no continúe con su actitud vanidosa dividiendo la votación o sirviéndole de Caballo de Troya al Uribismo, pensando que es el único que puede gobernar bien a Bogotá, y permita que otros líderes como Rafael Pardo por ejemplo, saquen a la ciudad del desastre en la que han dejado alcaldes de izquierda como Luis Eduardo Garzón, Samuel Moreno y Gustavo Petro.