Cada 31 de diciembre, antes de que termine el año viejo, muchos hacemos reflexiones y balances sobre nuestras vidas. Promesas de cambios, replanteamientos de ideas y proyectos nos acompañan mentalmente y nos decimos a nosotros mismos y a otros, a veces, que cambiaremos muchos aspectos negativos o que potenciaremos los positivos de nuestra individualidad.
Se dice, no obstante, que apenas pasados unos días olvidamos lo prometido y nuestras existencias continúan igual que antes. Excepciones hay a esta manera efímera de que nuevos proyectos queden apenas en eso. Conozco personas a las que el avance del tiempo mejora y el advenimiento de una nueva anualidad cambian.
Motivos sociales hay en Colombia, Europa y otros lugares para pensar que 2016 tiende a ser mejor y que las crisis económicas que golpean a algunos países y los conflictos a otros pueden desaparecer o al menos bajar la intensidad de sus consecuencias.
España, después de ocho años de dura crisis económica y alto índice de desempleo juvenil, puede presentar ligeras modificaciones en los elevados dígitos de paro y en la golpeada economía de los últimos años.
Venezuela, nuestro país vecino y hermano, parece enrutarse por nuevos caminos de una auténtica democracia y al parecer replanteará el fracasado modelo chavista socialista que ha sumido al otrora país rico en un caos político, económico y social.
La Argentina, la bella y amada República Argentina, deja atrás el modelo Kirchneriano, no ha hecho otra cosa que enriquecer a esta familia del extremo sur del país y empobrecer a la clase media que ha sido el soporte de una de las más prósperas naciones de América Latina y que posiblemente dará paso a un manejo más adecuado de la riqueza nacional por parte de Mauricio Macri, quien demostró cuando fue presidente del club Boca Juniors, que es un excelente dirigente.
Otros países vecinos también parecen tener motivos para soñar un mejor futuro.
Nuestra Colombia habrá logrado probablemente en 2016 el sueño de tres generaciones de ver el país con la guerrilla más sanguinaria y con menos apoyo social cambiando el uso de las armas por la tribuna política. El llamado proceso de paz, que es más una dejación de armas, tendrá a no dudarlo el apoyo nacional e internacional para que se inicie la recuperación económica y social que ha mantenido en crisis por más de medio siglo a nuestra vapuleada y maltrecha sociedad.
En lo social o colectivo las cosas mejorarán posiblemente y así podremos continuar por la senda de la consolidación de nuestra economía que infortunadamente es muy próspera pero cuya riqueza nacional está inequitativamente repartida.
En el plano individual o personal invito mas no aconsejo, ya que los consejos los brutos no los entienden y los inteligentes no los necesitan, a creer en las cualidades y virtudes que tenemos los iberoamericanos, no a la manera que lo pregonan los autores de libros de autoayuda, sino en el entendido que somos naciones con individuos inteligentes, creativos y con mucha potencialidad laboral, intelectual y cultural.
No hay que negar que el latino con la llamada malicia indígena, su capacidad de trabajo y el optimismo propio de las naciones jóvenes, posee un altísimo nivel de rendimiento laboral y una extraordinaria capacidad de aguante ante los diversos problemas y conflictos que nos aquejan.
Pero no es solo en lo económico donde debemos progresar. No podemos caer en el error de creer que solo haciendo buenos negocios, obteniendo excelentes empleos, consiguiendo dinero y acumulando bienes lograremos la serenidad y tranquilidad del alma con miras a vivir una buena vida.
Me reafirmo en lo dicho en artículos anteriores: no es la consecución del dinero sino el disfrute, uso, goce y plenos del mismo en favor nuestro y de los parientes y amigos lo que nos hace sabios. Cualquiera puede adquirir un gran capital, pero no todo el mundo tiene la inteligencia y la capacidad para utilizarlo bien y con él adquirir la alegría y la felicidad que conllevan su posesión.
Reinventemos nuestras formas de vivir con felicidad esta existencia que nuestros padres nos concedieron, que es un don y un privilegio que solamente lo valoramos cuando estamos próximos a perderlo o desaparece uno de nuestros seres queridos o amigos especiales.
Imaginemos nuevos rumbos para nuestras vidas haciéndola menos gris, monótona o repetitiva; querámonos más y amemos y respetemos mucho más a la naturaleza y a otros semejantes.
Tengamos en cuenta la sabia frase del Santo de Asís, quien nos enseñó que se puede vivir con poco y muy bien. No es la abundancia material la que nos hace felices, sino la riqueza mental, intelectual, emocional y cultural la que nos proporciona mayor alegría.
En Italia, los ricos son los del norte: Milán, Venecia y Génova son ciudades industriales y donde hay un número mayor de millonarios, sin embargo, los del sur, los de las ciudades económicamente pobres de la Calabria, Nápoles y otras villas del Mediterráneo son las que albergan las gentes alegres, amables y felices.
En Bogotá, el Norte marca la pauta de hombres adinerados, pero ello no garantiza que en este sector viva la gente más dichosa de la capital. El fenómeno se trueca en Medellín, los ricos habitan el sur del Valle de Aburrá, especialmente en el extremo oriental, pero la felicidad y la alegría, excepto algunos sectores de Envigado, Sabaneta e Itagüí, no es la característica de los moradores de la comuna 14 o El Poblado. Las escarpadas laderas del extremo occidental y oriental de la bella villa alberga la gente más amable, bella, cordial y alegre del Valle de Aburrá.
El vivir y el vivir bien es un aprendizaje, un proceso mental personal que no enseñan en las universidades, se aprende con inteligencia, con intuición y también con dedicación. Es la calle la máxima universidad de la vida, así muchos millonarios y hombres y mujeres académicos piensen lo contrario. Las habilidades y aptitudes se desarrollan más observando y experimentando que a través de los libros en los centros educativos superiores en donde nos enseñan a ganarnos los medios para la subsistencia, pero jamás nos dan las herramientas para vivir la vida correcta y placenteramente.
Los modelos de vida de los pueblos mediterráneos, herederos de las culturas egipcia, mesopotámica, griega y romana es indudablemente el adecuado para alcanzar la felicidad en nuestras vidas. El paradigma de los países del norte de Europa, del Japón y del norte de América es económicamente recomendable pero humanísticamente un fracaso. De ello nos ocuparemos en próximos artículos.
Entretanto recibamos el año bisiesto, especial y prometedor de 2016 con mucho optimismo.