Que la profecía del gran compositor argentino, Enrique Santos Discepolo, insertada en el legendario tango que lleva por título “Cambalache”, y que describe magistralmente el siglo XX como caótico, apocalíptico y marrullero y que hoy más que nunca tiene vigencia tan sabia admonición lo prueba el caos económico en que se halla sumido el capitalismo caduco.
Las generaciones anteriores a las nuestras crecieron con el romántico concepto de patria, entendida ella como el lugar donde hemos nacido y por lo que según los valores de antes valía la pena hasta morir. Patria grande y patria chica fueron vocablos que desde la niñez se nos inculcaron a través de la tradicional enseñanza de la escuela primaria. Políticos y sobre todo militares enarbolaron la bandera del patriotismo como fuente indiscutible de unidad nacional y orgullo de la nación a la que se pertenece.
Mujeres hubo en Colombia como la marinilla Simona Duque que entregó a la patria varios de sus hijos para que fueran a combatir en defensa de las instituciones patrias. También las féminas de antes ante el temor de no acceder a un matrimonio tradicional accedieron a tenerlos por fuera de esta institución y muchas de ellas se apoyaron en la frase “Dejadle un hijo a la patria”. Otros, más inteligentes a mi modo de ver, se han negado a desplegar todo su potencial de progenitores, no sin razón, que lo que debe plantearse en estos tiempos es qué patria le vamos a dejar a los hijos. Esta es quizás la reflexión que debemos hacernos en esta mitad de la década segunda del siglo vigésimo primero. Dudo que inobjetablemente las naciones cada día satanizan más como ocurrió hace dos décadas con la desintegración de la Unión Soviética, los llamados países Balcánicos y la Cortina de Hierro.
Si la patria es como poéticamente la definió en alguna ocasión el cantante barcelonés Joan Manuel Serrat, el lugar donde nos criamos, corremos y corren nuestros hijos, claro está que la patria cada día es más un concepto abstracto, una quimera, una entelequia antes que una realidad o entidad político administrativo concreta.
Muchas naciones y por ende múltiples patrias están expulsando a sus hijos, están desplazando económicamente a sus ciudadanos y obligados a huir en la búsqueda de un refugio económico o político, pero al fin y al cabo pretendiendo encontrar un suelo, nación o patria que los acojan con amabilidad y buenas opciones de una vida digna.
Los fenómenos de emigración por causas políticas o económicas son cada día más comunes. Antes era el exilio causa de guerras o de una situación económica deprimida. Los españoles e italianos que con motivo de dos guerras mundiales viajaron a América poblaron ciudades sudamericanas como Buenos Aires, Montevideo, Santiago, Caracas y en menor medida, Bogotá.
Décadas atrás muchos colombianos traspasaron la frontera con Venezuela para instalarse en un país antes boyante en lo económico y con regímenes democráticos que permitieran una vida estable y de confort. Hace unos años el fenómeno se invirtió y fueron por millones los venezolanos que emigraron a estados Unidos, Europa y últimamente a Colombia, lo que parecía impensable unos treinta años atrás.
Argentinos y peruanos han vivido una situación similar en las últimas décadas, pues en estos países del sur de América la inflación galopante y los gobiernos que han oscilado entre la izquierda y la derecha, han producido una inestabilidad social, política y económica que han obligado a muchos de sus nacionales a emigrar a otros estados, pero especialmente a la comunidad europea.
España y Colombia han padecido el mismo fenómeno, pues la península ibérica ha tenido que vivir los últimos ocho años con una tasa de desempleo que llega los dos dígitos. Colombia entre tanto, a finales del siglo pasado, cuando lo guerrilla era la que dominaba y gobernaba en los campos, secuestraba y paralizaba el tráfico en las carreteras del país, centenares de miles de nuestros ciudadanos abandonaron el país.
En el presente, que la misma economía China se ha resentido, la de los Estados Unidos ha sido maquillada por el gobierno de Obama y cuya tasa de desempleados se estima en la tercera parte de la población de la antes poderosa nación americana y que muchos estados de la comunidad europea viven la pesadilla de un gran descalabro económico con Grecia y Portugal a la cabeza y España, Italia y Francia con gran déficit en sus economías, sumado a todo ello el tema de los refugiados de los países del oriente medio en conflicto, el panorama del planeta es muy desalentador y no es a causa de quienes aparentamos ser pesimistas, sino como consecuencia de una recesión mundial del capitalismo salvaje, bancario, industrial y comercial.
Plasmaré en la columna siguiente lo que pude percibir el mes anterior en mis experiencias viajeras por Centroamérica y Europa, de las cuales puedo esbozar un boceto de lo que sucede en el mundo en la actualidad bajo mi óptica de escritor y conocedor de otras naciones distintas a Hispanoamérica.