Por: Juan Felipe Rengifo*, columnista invitado.
Es innegable que muchos amamos el fútbol, hay pocas emociones en la vida tan grandes como las que produce tu equipo favorito cuando gana un partido definitivo o consigue un anhelado título. Pero más allá de las emociones, las competiciones organizadas por la Dimayor destacan más por las irregularidades que por los aciertos.
El primer aspecto que hay que tener en cuenta es la cantidad ridícula de partidos que se disputan a lo largo del semestre. En la fase regular se disputan un total de 20 juegos, en cuadrangulares otros 6 y para la final otros dos, en total 28 compromisos. En ligas tan prestigiosas como la alemana, holandesa o portuguesa, se juegan 34 en un año y eso que no sumamos los otros seis partidos que deben jugar la mayoría de equipos en la descafeinada fase de grupos de la Copa Águila.
En consecuencia del primer aspecto, el torneo colombiano tiene otro problema, sus fases definitivas se cruzan con las competiciones de selección, llámese Mundial o Copa América. Es probable que las principales figuras del torneo se tengan que ir con sus selecciones y no puedan disputar hipotéticamente el título, Wílker Fariñez y Fernando Aristeguieta hacia Venezuela, Camilo Vargas, Álvaro Montero, Luis Díaz, Helibelton Palacios y Deiver Machado, rumbo a la selección Colombia. Seis equipos de ocho que juegan los cuadrangulares, perjudicados nominalmente por una absurda planificación.
El tercer aspecto es el poco apoyo que tienen los equipos que compiten en torneos internacionales para reprogramarle compromisos. En nuestra liga es común ver que equipos deben jugar un partido de liga y al otro día uno de Copa Libertadores, o como olvidar cuando Atlético Nacional tuvo que jugar la semifinal del Finalización 2016 con un equipo sub 19 porque tenía que viajar a disputar el Mundial de Clubes. Y después preguntamos por qué nuestros equipos poco figuran en las competiciones continentales.
El cuarto aspecto preocupante es el pobre nivel de la competición. Siete de los ocho equipos clasificados a cuadrangulares (que se supone son los mejores), apenas superan el 50% de rendimiento, si esto lo calificáramos como en el colegio o la universidad, no alcanzarían ni a aprobar raspando. El discreto nivel de la gran mayoría puede ser producto de los tres puntos anteriormente analizados.
El quinto factor, y a mi juicio el que más desvirtúa al torneo colombiano, es el paupérrimo nivel arbitral. En muchos partidos de la fase regular y ahora con más notoriedad en lo que va corrido de los cuadrangulares, ha habido yerros arbitrales que han alterado los resultados, penales no cobrados o sancionados equivocadamente, faltas castigadas con excesividad, fueras de juego inexistentes. En fin, una variedad de fallos, incluso los que tienen el gafete FIFA.
Los dirigentes tanto de la Dimayor, como de los equipos, no deberían pensar únicamente en llenarse los bolsillos o en intereses individuales y enfocarse más en brindar un mejor espectáculo, menos partidos pero con un alto nivel competitivo, generan mejores ingresos, incluir el VAR en la competición brindaría un soporte que piden a gritos los jueces centrales, sus asistentes, los equipos y los hinchas.
Para finalizar, no dejar de lado esta desatinada planificación, repercutirá negativamente en el nivel del combinado nacional e impedirá aumentar los ingresos por transferencias de nuestros jugadores al exterior, talento nos sobra, pero la desorganización no está ayudando.
Juan Felipe Rengifo es Periodista y docente de la Universidad Central