En 1990, mujeres en El Alto, Bolivia, pidieron dinero a las profesoras Lynne Patterson y Carmen Velasco para mantener a sus familias y avanzar en su educación. Necesitaban financiación para ser independientes y hacer crecer sus negocios. Patterson y Velasco decidieron viajar a Bangladesh para aprender algo nuevo: microfinanzas, o la creencia de que otorgar préstamos a microempresarios en situación de pobreza les permitirá salir adelante, del pionero Muhammad Yunus. Fue el comienzo de la empresa social sin fines de lucro que dirijo hoy, Pro Mujer.
30 años después, las mujeres en Bolivia y toda América Latina siguen al margen del sistema financiero. Trabajan por cuenta propia, realizan múltiples labores informales para llegar a fin de mes y no tienen acceso a créditos. Según CAF (Banco de Desarrollo de América Latina), sólo el 49% de las mujeres de la región tiene una cuenta bancaria. Incluso, cuando las mujeres latinoamericanas son propietarias de la mitad de las pequeñas empresas de la región, el 70% de ellas no tienen ningún tipo de acceso a financiamiento.
Es difícil construir sistemas financieros para los pobres del mundo. El CGAP (Grupo Consultivo de Ayuda a la Población más Pobre), una asociación global de más de 30 organizaciones líderes en desarrollo que trabaja para mejorar la vida de las personas pobres, especialmente las mujeres, afirma que las microfinanzas son un instrumento poderoso contra la pobreza. Este año, la organización de investigación 60 Decibels encuestó a casi 18.000 prestatarios de microfinanzas en 72 organizaciones en todo el mundo y publicó el primer índice para rastrear el impacto de las microfinanzas en el acceso, el hogar, la gestión financiera y la resiliencia de las personas, junto con sus negocios.
El nuevo índice es un punto de referencia importante y proporciona una serie de percepciones sobre cómo las microfinanzas están ayudando a las personas a salir de la pobreza en la actualidad. Se plantea que más de la mitad de las personas encuestadas dijeron que obtuvieron su primer préstamo a través de una institución de microfinanzas, siendo más probable que las mujeres y los encuestados de bajos ingresos sean prestatarios por primera vez. Incluso cuando la inversión de capital de riesgo en empresas fintech batió todos los récords en 2021, en todo el mundo, 1.7 billones de personas siguen excluidas del sistema financiero y para ellas las microfinanzas siguen siendo la única fuente de entrada.
Otra perspectiva respalda el impacto positivo de las microfinanzas en la expansión del acceso al crédito sin fomentar un endeudamiento excesivo, ya que 7 de cada 10 prestatarios informan que pagar sus préstamos “no es un problema”. Los prestatarios de microfinanzas también dicen que son más resistentes a las crisis económicas y solo 1 de cada 3 personas encuestadas informó que no podía pagar un gasto de emergencia en comparación con una de cada dos a nivel mundial. Fundamentalmente, la encuesta confirma la premisa central de las microfinanzas, que invertir en hacer crecer su propio negocio ayudará a las personas a mejorar su calidad de vida en general.
La encuesta también muestra que la oportunidad de mejora más importante está en aumentar el impacto de las microfinanzas en los hogares. Existe una diferencia fundamental entre otorgar préstamos y ofrecer un enfoque holístico que combine el crédito con la educación financiera, la capacitación y los servicios de salud. Esta percepción es consistente con la experiencia en campo de Pro Mujer.. Partiendo de la visión de Patterson y Velasco, quienes consideraban que otorgar préstamos era un complemento de los servicios de educación y salud en los que ya estaban enfocadas, Pro Mujer fue pionera construyendo un enfoque holístico para acompañar a las mujeres en América Latina.
Por ejemplo, en Nicaragua, donde todas las usuarias de Pro Mujer tienen acceso a capacitación empresarial y a servicios de salud, la mayoría (93%) considera que las microfinanzas han ayudado a mejorar su calidad de vida, y el 91% dijo que los ingresos de su negocio, de hecho, han aumentado.
El caso de María Antonia Centeno, madre soltera de ocho hijos en Nicaragua, es un reflejo del impacto que tienen las microfinanzas en la calidad de vida de las personas. Centeno pidió prestado por primera vez $86 dólares para comprar herramientas capilares en 2012 utilizando la banca comunal, en donde un grupo de 12 prestatarias sin garantías o acceso a crédito se respaldan mutuamente cuando una de ellas no puede hacer un pago del préstamo. Un vecino invitó a Centeno a unirse a su grupo y ella trabajó duro para devolver su confianza, haciendo crecer su negocio en el proceso.
En ese momento María Antonia vivía con su familia en una casa de una sola habitación con piso de tierra, por lo que lo primero que hizo con sus nuevos ingresos fue construir algunas habitaciones e instalar techos, pisos de losa y ventanas de aluminio. Luego se aseguró de enviar a sus hijos a la escuela, para que pudieran convertirse en profesionales. Diez años después, tres de los hijos de María Antonia son contadores, uno es oftalmólogo, dos estudiaron administración de empresas, uno trabaja en ventas y otro estudia medicina.
Al participar en los programas de capacitación de Pro Mujer, ella aprendió cómo administrar su dinero y hacer crecer su negocio. Obtuvo préstamos adicionales, uno de ellos de más de $1.200 dólares y eventualmente abrió su propio salón. El préstamo que está pagando hoy es diez veces mayor que el primero, pero sigue consciente de dónde empezó y ha tomado el lugar del vecino que confió en ella al frente de su banca comunal. En el camino, los servicios de salud preventivos como pruebas de Papanicolaou, controles de signos vitales y análisis de azúcar en la sangre, fueron clave para romper el ciclo de la pobreza.
Es claro el impacto de las microfinanzas en el hogar. Aquí podría decirles que el caso de María Antonia es un ejemplo del trabajo que hacemos en Pro Mujer, pero más que eso, ella refleja lo que las mujeres latinoamericanas pueden lograr cuando se les da una oportunidad justa. Recordemos lo duro que trabajan las mujeres, lo orgullosas que están de sus logros, por pequeños que sean y de su lucha para darles a sus hijos un futuro mejor.
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Por Carmen Correa – CEO Pro-Mujer
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