Casi con la expectativa que puede generar en la Argentina un Mundial de Fútbol, el país entero se prepara para estrenar en las próximas horas un nuevo gobierno de corte peronista. En esta ocasión, y por primera vez desde la vuelta a la democracia hace 36 años, el partido creado por el militar Juan Domingo Perón en los años ’40 del siglo pasado esperará a que el gobierno saliente no peronista termine su mandato. Los radicales Raúl Alfonsín, en 1989, y Fernando de la Rúa, en 2001, habían tenido que entregar su mandato con anticipación.
El embanderado que reemplazará al derechista Mauricio Macri -quien se va incumpliendo casi todas sus promesas de campañas- es Alberto Fernández, un abogado y exjefe de Gabinete del fallecido Néstor Kirchner, con prácticamente nulo poder territorial. Llegó a la presidencia por una jugada astuta de la dos veces expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien comandará el Senado desde su rol de vicepresidenta.
Fernández asume un país “arrasado por el neoliberalismo”, como repiten por estos días sus seguidores. Al margen de la ideología, lo cierto es que Macri prometió “pobreza cero”, aunque dejará su mandato con un récord de 40,6% de personas por debajo de la línea de pobreza, según cifras de la Universidad Católica Argentina. El país está en recesión desde hace más de un año y acumula casi una década sin crecer. La inflación es galopante: terminará en 55,6%, según estimaciones de analistas, reunidas por el Banco Central. Cuando asumió, Macri dijo que dejaría su mandato con una suba de precios anual de sólo 5%.
La expectativa por Fernández fue, en parte, autogenerada: no dio a conocer a sus ministros hasta hoy, solo en cuentagotas. Algunos criticaron esa decisión al decir que no hubo tiempo para una transición ordenada y planificada. Desde el Albertismo aseguran que de esa manera se protege la gobernabilidad y se “deja gobernar” al saliente Macri. Lo cierto es que todos los ministros salientes tuvieron tiempo en los últimos días de hacer sus balances. Todo admitieron que se quedaron con ‘gusto a poco’ y que hicieron lo que pudieron.
Expectativas y frustraciones
La angustia que viven las familias argentinas, en medio de una desocupación creciente, la suba del costo de vida y del endeudamiento, no se va a cortar de inmediato, anticipó Fernández. Sin embargo, al menos, parece tener un plan: el ‘plan de los 100.000 millones’. Así lo llaman los asesores del flamante presidente desde el 10 de diciembre, al nuevo programa económico que busca “inyectar dinero en los bolsillos de la gente”. Son unos 1.500 millones de euros, que parecen escasos, pero son un aliento en tiempos de ‘vacas flacas’.
Jubilados, trabajadores con salarios bajos y familias beneficiarias con subsidios sociales serían los destinatarios de estos desembolsos. El objetivo central es comenzar a incentivar el consumo y hacer crecer la economía. Fernández ya anticipó que “sin crecimiento no habrá pago” de la deuda externa. La Argentina fue rescatada durante la Era Macri por el Fondo Monetario Internacional, que aprobó un paquete de desembolsos por unos 50.000 millones de dólares. Sólo resta un pequeño porcentaje y luego, en 2020, habrá que comenzar a devolverlo. Aún con las cuentas fiscales un poco más ordenadas -no habría déficit fiscal primario este año, tal como se prometió al FMI-, no queda resto para pagar a los tenedores de deuda públicos ni privados.
Fernández comenzó a bajar las expectativas de la población, acostumbrada a clásicas medidas peronistas que en otras latitudes del mundo se denominan populistas, como entrega de subsidios generalizada y un gasto público que no condice con la realidad del país. Intenta mostrar esperanza, pero dice que “no será fácil” y que “se vienen tiempos difíciles” para la Argentina.
Para un gobierno peronista, aún en estos contextos, es más fácil gobernar la Argentina. El refrán “el que gana conduce; el que pierde, acompaña” se cumple a rajatabla. Por ejemplo: si bien la formula ‘kirchnerista’ Fernández-Fernández ganó la Presidencia por casi 50% de los votos, en los números, era una fuerza minoritaria en el Congreso de la Nación, debido que el peronismo fue dividido en las elecciones. Pero para los peronistas, ya eso no es problema: la expresidenta Cristina Fernández todavía no asumió y ya cuenta con todo el bloque peronista prácticamente unificado, con poder de quórum en Diputados y Senadores. Con pocos apoyos más, ya podrá sacar a la luz cualquier ley que quiera el nuevo presidente.
En el corto plazo, sin embargo, la economía será lo que reine en las portadas de los diarios. El foco es el crecimiento y por eso no habrá tiempo en el corto plazo para cuidar aspectos como la inflación, la emisión monetaria, el déficit fiscal o el cumplimiento de los compromisos con el Fondo. También, ya se anticipó por lo bajo, Fernández no quitará e incluso reforzará la restricción a la compra de dólares y reimpondría medidas de protección industrial en las fronteras. Un clásico argentino. Habrá que ver si, de una vez por todas, las mismas recetas que no sirvieron durante décadas, esta vez funcionan.