Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo…
Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…
Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito…
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado… Emocionado…
(Cesar Vallejo, Considerando en frío, imparcialmente)
Con estas líneas del gran autor peruano, Francisco Sagasti cerró su discurso donde aceptaba la dignidad de la presidencia de la República del Perú, después de unas semanas movidas donde el hermano país completaba su tercer presidente en menos de 4 años. Sagasti aparece como la solución al caos institucional y social, después de la salida de Martín Vizcarra, quien llegó por la salida de Pedro Pablo Kuczynski – PPK y Manuel Merino, quien no aguantó la presión popular.
¿Por qué pasa esto en Perú? En ese país se junta el caos político con la oportunidad fácil de llegar al poder. Por un lado, no existe un partido (o partidos) político fuerte, no existe una familia de partidos de izquierda, derecha y/o centro que hagan de las coaliciones el mecanismo para que el Congreso funcione. Existen “empresas electorales” disfrazadas de partidos y listas en elecciones, que son formadas por distintos sectores y en algunos casos por gremios económicos (como el de las universidades), que reclutan a los candidatos con mejores oportunidades de llegar al legislativo. Al mejor estilo del Manchester City o el Liverpool, buscando goleadores.
Esto deriva en muchos partidos, con 1 o 2 caciques electorales, que se pelean por llegar al congreso, patrocinados por intereses particulares. Crea un sistema caótico donde hay una infinidad de voces sin liderazgo, respondiendo a igual número de intereses que cobran lo invertido en campaña.
Difícilmente el congreso peruano puede llegar a acuerdos estables entre colectividades, y el presidente se ve forzado a mantener el poder mediante de clientela, contratos y coimas que satisfagan los intereses de esos “inversionistas” electorales; como es el caso del “El Cholo” Toledo, Ollanta Humala y PPK, todos sancionados por corrupción.
Por otro lado, existe la Vacancia Presidencial. En la constitución de 1993, un articulito establece que la Presidencia de la República vaca por: muerte del presidente de la República, su permanente incapacidad moral o física declarada por el Congreso, la aceptación de su renuncia por el Congreso, su salida del territorio nacional sin permiso del Congreso o su no regreso a él dentro del plazo fijado.
En el caso de Martin Vizcarra, la “permanente incapacidad moral”, se dio por la reproducción de tres audios: los dos primeros daban cuenta de conversaciones entre el presidente Vizcarra, sus asesores y secretarias presidenciales sobre qué medidas tomar ante las investigaciones que venía realizando el Ministerio Público y la Comisión de Fiscalización del Congreso sobre el Caso Richard Swing; en el tercer audio, se muestra una conversación entre la secretaria Karem Roca con Richard Cisneros, este ultimo afirmando que no recibió un centavo del Ministerio de Cultura por los últimos meses de trabajo. En consecuencia, se destituyó al presidente Vizcarra, y se nombró a Manuel Merino, el entonces presidente del Congreso como reemplazo.
Sin embargo, gran parte de la ciudadanía peruana no estaba de acuerdo con esta decisión del legislativo. Algunos sectores afirmaron que se constituía en un “Golpe Parlamentario”, estos se tomaron las calles con protestas y manifestaciones, que llevaron a la renuncia del recién nombrado presidente Merino. Para calmar a las masas, se eligió a Francisco Sagasti, de la empresa electoral de centro llamada Partido Morado, como presidente del Perú, y se le escuchó recitar al Maestro Vallejo durante su discurso para asumir la investidura.
Esto sucede cuando el caos necesita una válvula de escape. Lo mismo ha sucedido los años 1990 y 2000 en Ecuador con los cambios de presidente cada dos años o en el “Corralito” de Argentina cuando De La Rúa abandona la Casa Rosada en Helicóptero.
Por otro lado, en Colombia, los defensores a ultranza de esta nuestra estabilidad platanalera, afirman ¡Aquí no ha habido esos golpes! ¡Nunca hemos tenido ese caos! Mis queridos Godofredos Sinico Caspa (¡cómo te extrañamos Jaime!), les aviso que esa estabilidad se sostiene por una débil (¿o fuerte?) red de narcotráfico, guerra, inequidad y corrupción.
No debemos seguir este ejemplo de desorganización de los vecinos, pero si debemos aprender a decir ¡no más! al abuso presidencial y aún peor, si vienen de las mismas siete familias que siempre elegimos. Ese ¡no más!, debería materializarse en votos por propuestas distintas a las promesas de siempre. Por ejemplo, nos prometen la modernidad desde el XIX, y en San Andrés, Tumaco o Leticia siguen esperándola.
Me imagino a todos estos Godofredos diciendo: ¡Estos indios del Perú si no se controlan, caray! ¡Qué pesar con la gente distinguida de ese país! Haciendo realidad los tristes versos del Maestro Vallejo, al comienzo de Considerando en frio, imparcialmente.
Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado;
que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina…