El tropiezo de Biden, la opinión de Jaime Polanco

Todo hacía presagiar una cómoda gestión de Biden en sus primeros meses de mandato después del desastre de la era Trump. Los más pesimistas pensaban que en el segundo año del mandato empezarían los problemas del nuevo gobierno por la ambigüedad de algunas posiciones en la política doméstica.

Las sorprendentes críticas internas de los demócratas y, por supuesto, la de los republicanos, sobre la precipitada salida de Kabul, llevan siempre a pensar donde está el consenso de Estado en política exterior y hasta dónde durará la luna de miel con el nuevo Gobierno.

Desgraciadamente, la historia se repite bastante a menudo. Las imágenes de la retirada norteamericana en Afganistán se parecían mucho a las acontecidas en Saigón (Vietnám) en 1975. Lo que pudo ser una victoria militar fue una humillación política.

¿Qué le pasa a la diplomacia militar norteamericana para que incluso las victorias parezcan una derrota? Ya le ocurrió al presidente Kennedy en Bahía de Cochinos, en 1961. En la mente de la ciudadanía de más edad siempre está el tortuoso recuerdo de los secuestrados en Irán y el fiasco del rescate del entonces presidente Carter en la primavera de 1980. Por supuesto, el dramático atentado sobre las Torres Gemelas y otros muchos ejemplos, hacen dudar sobre la capacidad de prever los finales por muy victoriosos que sean.

El comienzo del mandato Biden presuponía una vuelta a la concordia internacional. Una nueva complicidad con los aliados de siempre. La vuelta a la normalidad después de los despropósitos de su antecesor en la presidencia. Nada de eso parece que ha cuajado de verdad. Las críticas de los aliados arrecian a medida que van pasando los días en la desastrosa evacuación, del personal militar y civiles asimilados.

Las crisis externas de los EEUU no hacen agenda política, pero ayudan a destruirla. Los problemas domésticos se solucionan con una economía más dinámica, unas cifras de empleo sustanciales y unas variables macroeconómicas suficientes para convencer al electorado de la buena marcha del país. En eso están todos los asesores políticos para revertir la mala imagen de los conflictos exteriores.

La popularidad del presidente Biden comenzó muy elevada a pesar de la desconfianza creada por la fragilidad de su salud. Ahora, tras la crisis de Afganistán, está en caída libre, con un índice de desaprobación del 55% y un frágil apoyo sobre sus programas económicos del 39%.

La llegada de los ataúdes de los 13 militares muertos en los recientes atentados, ahondarán aun más las heridas abiertas por 20 años de conflicto. Al final de los días, no ha contribuido para nada en el bienestar espiritual de la ciudadanía norteamericana.

Todo esto para disfrute de los republicanos, pendientes de las elecciones de mitad de término del 2022, donde verdaderamente se juegan todas las cartas para la vuelta al poder que tanto añoran desde la salida de Trump. Los mismos que son capaces de aprobar algunas medidas presupuestarias, ya piensan en una sesión de censura al presidente por la nefasta gestión en la salida de las tropas.

Las críticas de algunos de los senadores demócratas más liberales no han hecho si no demostrar las desconfianzas que genera el presidente en su capacidad para dinamizar cuanto antes el ‘parón’ institucional creado por el gobierno anterior.

Estas críticas también empiezan a arreciar cuando se habla de la incapacidad de la vicepresidenta Kamala Harris para definir sus roles y su verdadera aportación en asuntos de mayor enjundia. La desconfianza es total, entre quienes ven a Harris como la candidata demócrata en las próximas elecciones, después de la escandalosa salida del gobernador Cuomo, eterno candidato a ganar las primarias del partido.

La moraleja de esta situación es muy sencilla. “Quien mucho abarca, poco aprieta”. La enormidad de la estructura política y militar estadounidense es difícil de manejar y compleja de entender. Los planes trazados por el presidente Biden tienen que ser consolidados pausadamente y sin precipitación, buscando la mayor cantidad de consensos entre sus aliados. De esa manera podrán evitar lo que todos espera; el tropiezo con otra nueva piedra.

@JaimePolancoS