María* tenía 9 años cuando desaparecieron a su papá Policarpo Avilez Sotelo. Es la edad que tiene su hijo Andrés*, que la escucha silente y emocionado al recibir una fotografía de su abuelo. Al papá se le ven unos ojos diminutos, los labios gruesos bajo un bigote oscuro, viste una camisa blanca y una corbata roja con rayas blancas diagonales. María no había nacido el día que le tomaron esta foto a su papá en la escuela donde estudiaba su hermano mayor.
Debajo de la imagen dice que Policarpo tenía 42 años cuando dejaron de saber de él, el 17 de marzo de 1995 en el territorio colectivo de comunidades negras de la vereda Despensa Media en Riosucio, Chocó.
“Vivíamos al lado del río Atrato. vivíamos con el temor de que había personas que no nos dejaban ir al colegio, por eso nos encerraban en las piezas, porque nos podían llevar y mantener lejos de la familia”, dice María.
Creció con la esperanza de encontrar a su papá, “yo decía que algún día iría por sus restos”, pero la realidad muchas veces desbarata los planes. Desistió, pensó en quemar todos los papeles relacionados con él, hasta que un día le dijeron que había una esperanza. Hoy hace parte de la Red de apoyo para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas en Urabá, conformada por indígenas, campesinos y afrodescendientes de la región, y liderada por el Instituto Popular de Capacitación (IPC), la Organización Indígena de Antioquia (OIA) y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD).
María tiene sobre sus piernas la fotografía de su papá, expuesta en la sede de la UBPD en Apartadó, Antioquia, la cual conocieron campesinos, afrodescendientes e indígenas el pasado 30 de enero. “A veces me siento conmovida un poco porque hay gente que dice que qué gano con conseguir un huesito, llevármelo… pero siento que es mi papá y que hace parte de mí”, agrega esperanzada.
Una foto, una esperanza
En la sede de la UBPD hay 23 fotografías de personas desaparecidas en Urabá, es el inicio de la galería que se instaló en la sede UBPD con el fin de ponerle rostro a los más de 4 mil desaparecidos que hay en esta subregión. Varias mujeres Embera caminan descalzas y observan las imágenes, visten camisas y faldas coloridas, naranjas, verdes y fucsias. Dos de ellas buscan a Miguel Barrientos Domicó, su hermano, desaparecido en Dabeiba.
“Lo que yo siempre he sentido es un vacío, algo frío, una soledad muy grande. ahorita la unidad viene para que busquemos y encontremos a mi hermano desaparecido. siento mucho dolor y tristeza de saber que está la fotografía y no la persona”, dice una de ellas.
En sus manos de dedos gruesos sostiene el carné del equipo de fútbol Mosodromandó, del cual hacía parte Miguel. Tiene un bigote incipiente, unos ojos muy negros y unos labios que apenas dibujan una sonrisa. La camisa a rayas abierta en el pecho.
Negaribi Sinigüí, médico tradicional de la Organización Indígena de Antioquia, se sienta al lado de varias fotografías y mapas de los municipios de Urabá. Dice que la red de búsqueda de desaparecidos le permite acompañar y apoyar. “No es bueno que un indígena desaparezca, que esté ausente en su comunidad, porque para nosotros la vida es lo primero, el indígena quiere vivir y morir de viejo, no desaparecer, porque queda una cicatriz, un dolor, un sentimiento en el ser querido”, dice.
La Red de apoyo para la búsqueda fue conformada a finales de 2020. En ella, sus integrantes han compartido sus experiencias y aprendizajes en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, los cuales tendrá en cuenta la UBPD en el proceso de búsqueda de las personas desaparecidas en Urabá. Según el Observatorio de Memoria y Conflicto, en esa región de Antioquia hay 4.346 registros de personas desaparecidas.