2026

Cada vez que un gobierno alcanza la mitad de su mandato, la perspectiva política comienza a centrarse en la campaña que se avecina. En estos momentos, el país empieza a tener una conversación similar. Muchos se preguntan qué debería hacer el gobierno para que el proyecto político bajo el cual fue elegido tenga la capacidad de disputar las elecciones presidenciales y legislativas del año 2026. No es una pregunta sencilla, ya que no hay un escenario comparable en la historia reciente, y es sabido que el contexto político actual parece altamente cambiante y volátil.

A pocos días de cerrarse el periodo del Congreso, no está claro si las reformas sociales presentadas por el gobierno nacional serán aprobadas. La reforma pensional tiene buenas posibilidades, pero la de salud se ha convertido en una crisis cuya causa divide a los expertos. Algunos sostienen que el colapso de las EPS es una condición estructural del modelo financiero de la ley 100, y que el problema viene desde hace muchos años; otros señalan que las transferencias recientes son insuficientes, acelerando la crisis. Lo cierto es que el Congreso, teniendo la posibilidad de deliberar sobre el tema, prefirió desconocer la crisis y hundir la reforma sin discusión alguna.

Existe un ambiente que impide lograr un acuerdo nacional. Este es el argumento de quienes hoy hablan de una Constituyente. Algunos podrían pensar que el Congreso es la vía para realizar el Acuerdo Nacional, pero está claro que no ha sido la ruta para lograrlo. Al contrario, sus decisiones parecen estar profundizando las divisiones sociales. Le corresponde a la ciudadanía participar activamente para que su voluntad sea la que guíe las salidas de esta coyuntura. Los acuerdos de Paz refrendados por el Estado colombiano mencionan en su introducción la necesidad de llevar a cabo ajustes y reformas que permitan construir un nuevo marco social y político en el país.

Acordar requiere la posibilidad de dialogar entre diferentes, algo difícil hoy, ya que las distancias parecen insalvables.Por más difícil que parezca, es más necesario que nunca. Pensar en el 2026 es pensar al mismo tiempo en cómo podríamos atravesar los conflictos políticos actuales sin que escalen a un nivel donde la democracia pueda estar en riesgo. Si la pregunta sobre qué nos une a pesar de las diferencias no obtiene una respuesta común dentro de un acuerdo político nacional, no importará mucho qué pase en el próximo ciclo electoral; el país seguirá dividido, con todos tirando para lados diferentes.

Juan Carlos Upegui