A Twitter y Facebook no los paran


Opinión de Óscar Sevillano


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Óscar Sevillano

Podremos pedir a grito entero que alguien detenga los insultos y ofensas que a diario se suelen leer en Twitter o en Facebook, pidiendo a las autoridades judiciales que regulen estos espacios de interacción de los famosos con los no famosos y perder el tiempo en el intento.

Este debate de si se debe o no se debe regular la información que se comunica a través de redes sociales, evitando que estas sirvan de medio para difundir mentiras, odios e insultos, se ha presentado en diferentes países del mundo, sin que se haya logrado mayores éxitos, entre otras, porque cada quien es responsable de lo que publica en su cuenta personal de Twitter o de Facebook.

Lo particular en el caso colombiano es que quienes más difunde mentiras, insultos y frases que incitan al odio, es decir, los políticos y uno que otro famoso que suele actuar con ánimo tendencioso, son quienes están pidiendo a las autoridades judiciales poner límites a la manera en como la gente se expresa en estos medios.

No me explico si lo anterior hace parte del cinismo con el que se ejerce la política en nuestro país o si es más bien parte de la amnesia colectiva en que viven nuestros padres de la patria, que insultan, incitan al odio con frases hirientes, y luego se hacen las víctimas cuando reciben una cucharada de su propia medicina.

No es extraño entonces ver entonces en estas a quienes han hecho carrera y se han graduado con honores en insultos en expresar insultos y mentiras a través de twitter, exigir respeto cuando les tratan de la misma manera en como ellos han tratado a sus similares y a cuanta persona se atreva a llevarles la contraria. Me refiero a Álvaro Uribe Vélez, Gustavo Petro, Claudia López, José Obdulio Gaviria, etc.

Claro, no falta el o la modelo, periodista, actor de televisión que no resista a la tentación de ganar seguidores y para esto utiliza las mismas mañas de cualquier político.

Lo triste de este asunto es que somos precisamente las personas del común, quienes hemos alimentado esta práctica en las redes sociales, porque entre más insulto y más mentiras se diga, más seguidores se obtiene, más reproducciones se logra y por supuesto, mayor alcance se tiene.

Ni hablar de la responsabilidad que nos cabe a los periodistas, porque nos hemos dedicado a servir de amplificador a frases que se escriben vía redes sociales como: “Carlos Areiza era un bandido. Murió en su ley. Areiza es un buen muerto. Si no, que lo diga Cepeda” (Álvaro Uribe); “Los que prefieren ver a las Farc en la política que matando; ¿también hubieran preferido ver a Pablo Escobar en la política y no matando?” (Paloma Valencia); “Soy muy crítica con los generales hoy, me parece que son unos vendidos, que les pagaron una prima de silencio que no sabemos de cuánto es” (María Fernanda Cabal); “Lo que no tiene nombre es que una madre discrimine a su propia hija para cazar votos con referendo ilegal en año electoral” (Claudia López haciendo alusión a Viviane Morales y su hija), etc.

Soy de los que creen que vamos por el camino equivocado tratando de regular las redes sociales. Muy buena la intención de evitar los insultos y las mentiras, pero a quienes se debe educar es a los usuarios de Twitter y de Facebook, especialmente a los políticos que les gusta la pantalla, para que las utilicen de manera tranquila y civilizada, sin agredir al otro, sin enlodar su honra, y mucho menos, para violar la intimidad de las personas o de su entorno familiar.

A las redes sociales no las detiene nadie, por más que traten. Twitter y Facebook llegaron para quedarse y por lo tanto es mejor aprender a vivir con ellas, pero sin maltratar al otro.