Real Madrid Una de mis frases favoritas de la historia fue la respuesta de Arrigo Sacchi a un periodista a la pregunta ¿Qué es el fútbol? “El fútbol es la cosa más importante de la vida… dentro de las cosas realmente no importantes de la vida”, dijo sin despeinar su calva el mítico técnico italiano. Cumbre de sutileza, genialidad y realidad sociológica.
El fútbol es mucho más que 22 deportistas en calzones pegando patadas a un balón, como a veces se intenta banalizar. El fútbol, incluso es mucho más que una pasión irracional. Tiene un vínculo más profundo con las emociones personales. Es un ancla a la infancia, un carrusel de miles de recuerdos imborrables, desde el barro de la cancha del barrio, a la pasión que vivimos en los grandes estadios.
Como la mayoría de niños, en el parque, jugando fútbol, labré las grandes amistades. Aprendí valores, a competir, a saber ganar y también a perder, a esforzarme por lograr un objetivo, a pensar estrategias de juego, a ser solidario con los compañeros y también con los rivales. Mis grandes amigos de la vida los conocí en la calle con el fútbol, luego en el colegio y así hasta hoy. El fútbol no es solo FIFA, es principalmente el parque.
Recuerdos de siempre
Y por esos días de inocente infancia llegó el Real Madrid a mi vida. No tengo conciencia de ese momento el que tomé mi primera gran decisión para siempre. Ser del Madrid. Seguramente nací madridista. Herencia familiar, el ADN pasional que me une a mis padres y hermanos, y a mucha gente que quiero, y con la que compartimos momentos de conexión únicos.
Recuerdo como si fuera ayer mi primera vez en el Santiago Bernabéu, tenía 9 años, fue un partido contra el Sevilla y como no podía ser de otra manera ganamos 4-1 con goles de Butragueño y Hugo Sánchez. Imborrable el recuerdo de subir las eternas escaleras hasta el cuarto anfiteatro lateral alto de Padre Damián y ver el inmenso estadio a mis pies, iluminado, con un césped impecable y una gradería llena en una fría noche invernal.
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Desde ese día mil y un recuerdos más que siempre me acompañan: el kiosco de frutos secos y bufandas de la puerta 31, una colección de reventas, largas colas para comprar entradas en los grandes partidos, el Burger King de Concha Espina, La Quinta del Buitre, un primer partido con María José contra el Bayern, el homenaje a Camacho, la inolvidable fiesta de la Séptima un 21 de mayo de 1998, Tifos de hechiceros buenos y vikingos, el centenariazo o las dos Copas perdidas contra el Atleti (también cabe la tristreza), ‘Hola Fondo norte, hola Fondo sur’, el desfile de galácticos, el capote siempre torero de Toñín, el gallinero en una fría noche de abril ante el Torino, horas antes de la muerte de Juanito (Juanito, siempre Juanito y ese minuto 7 que lo hace eterno); las avalanchas en el fondo sur de los 90’s, improperios a Urizar Azpitarte y otros muchos trencillas, la Liga loca de Fabio Capello, Código Campa o como nos colábamos para ver partidos, miles de banderas blancas en el gallinero cuando se podían meter en el estadio, Feymaco, Samayco y Mayfeco en la megafonía y Mitsubishi en el viejo marcador, la bomba en Azca el día del Barça; O un portugués repeinado como ídolo irrepetible ante el vacío de no poder haber visto jugar a Don Alfredo, Otra de lo mismo pero con la Galerna, muchas goleadas, muchos amigos: Yago, Ángel, Peti, Jota, Toni, Antonio, Luisito, David, Germán, Juan, José Luis… el palco de MARCA, el día que Florentino presentó a Figo, la zona de prensa con charlas eternas con amigos ya siendo periodista, 200 botellones en Marceliano Santamaría, 300 caminatas Castellana abajo hasta la Renfe de Nuevos Ministerios, 400 tardes de ilusión, toda la ilusión con la bufanda de lana blanca y morada que tejió mi madre….
No son sólo 22 tíos pegando patadas a un balón. Son 500 recuerdos imborrables. Infinitos momentos felices, con mi gente. Y el orgullo de que el club pertenece y representa como nadie en el mundo a tu ciudad, el Madrid es parte inherente y referente de Madrid. Eso sólo lo sabe y lo siente quien ha vivido en Madrid.
Élite y cumbre mundial
Y en lo deportivo, por si fuera poco, el Madrid es de las pocas cosas que funcionan bien en la España contemporánea. Un caso de éxito exportable allende los mares. Y una pasión difícil de explicar en palabras. Es el único equipo de la historia que siempre ha estado en la élite internacional, década tras década. Sin bajones, siempre entre los más grandes del mundo, desde que el fútbol es fútbol, en los años 50’s del siglo pasado. Siempre fiel a su historia, a su afición y sobre todo a su responsabilidad con la victoria. Una exigencia desmedida de ambición que ojalá la gente se reflejara en otros sectores de la sociedad.
Ganar, ganar y ganar, por encima de cualquier cosa. Porque el estilo del Madrid no es tiki-taka, ni el 4-4-2, ni el balonazo arriba a lo que salga. La esencia y el único credo madridista pasa por hacer crecer la sala de trofeos. Una máquina insaciable de vencer al rival. Nada más, y nada menos. Por eso es admirado, respetado y temido en todo el mundo. Por eso tiene millones de hinchas en rincones recónditos desde Oceanía a Alaska… y más de 150 millones en redes sociales.
Jeques y oligarcas
Y este año, de repente, se cruzaron por el camino los jeques y oligarcas rusos con sus petrodólares. Y claro, ellos no entienden de ADN, sólo de dinero. No entienden que el Madrid tiene (además de mucho dinero también) eso que sólo tiene la Casa Blanca. Ese gen competitivo, esa cosa de creérselo, el ‘Hasta el final, vamos Real’ que canta el estadio que lo empuja a saber ganar partidos (MUCHOS) inexplicables.
El único equipo del pueblo es el que puede doblegar al de los oligarcas. En esta Champions, de una manera especialmente estrambótica, el Madrid remontó tres eliminatorias imposibles frente a tres clubes estado. Clubes dopados financieramente con la vergonzosa connivencia de la UEFA. Nadie aún entiende lo que ha hecho el Madrid en estos partidos. Cuando todo parecía perdido contra París Saint Germain, Chelsea y Manchester City, el ADN madridista salió a jugar y pasó sólo lo que pasa en el Bernabéu desde tiempo inmemorial. Lo de estos últimos dos meses ya lo vivimos contra el Derby County, Anderlecht, Borussia Mönchengladbach, Inter de Milán… y otros muchos más que cayeron cuando ya se veían levantando la Copa.
Y estos partidos a mí, personalmente, me conectan con mi infancia, con mi juventud. Porque ya lo vivimos muchas veces en forma de noches mágicas de décadas pasadas. Y en esos momentos te das cuenta que vuelves a lo de siempre. Porque el Madrid nunca se ha ido, siempre está con nosotros, acompañándonos, simplemente crecemos y envejecemos juntos.
Nicolás y Andrés, amigos madridistas colombianos (millenials) con los que hablaba sobre esto precisamente, ojalá estas líneas os sirvan para entender un poco más que es el ADN Real Madrid, el puto Real Madrid como nos gusta decir en ‘Twitter Madrid’. Arrigo Sacchi lo entendió muy bien en los años que trabajó en el club, y él es uno de los genios de este deporte.