En los años ochenta del Siglo pasado, la preocupación global giraba en torno a la crisis provocada por el hambre, en muchos países africanos, los niños morían por desnutrición ante la escasez de alimentos que había en ese continente, o por lo menos, así lo informaban los medios de comunicación de la época. Ingenuamente se pensaba que la solución a la hambruna era enviar toneladas de comida; aparentemente, la hambruna desapareció y los niños dejaron de morir por desnutrición, no obstante, África no ha superado los deficientes niveles de atención nutricional de sus habitantes. ¿Sería esa misma la solución para la aguda situación de los niños de las comunidades étnicas de la Guajira afectados por desnutrición? En tiempos donde se produce tanto alimento y comida como jamás antes se ha producido, no debería haber desnutrición o al menos mala nutrición.
La respuesta está en la dicotomía entre alimentar y nutrir: Sobreabunda el alimento, o por lo menos los anuncios publicitaros y las góndolas de los supermercados así lo permiten percibir, alimento entendido como comida hiperprocesada, los famosos paquetes, enlatados, combos, cajita alegres, etcétera que, aparentemente, hacen la vida más fácil, al evitar la preparación de los alimentos y permitir más tiempo para trabajar y otros menesteres como la recreación y el descanso, muy acorde con una sociedad que quiere fórmulas instantáneas e inmediatas para satisfacer las necesidades y ser feliz.
En consonancia, los huevos desyemados y sin cáscara, las papas tajadas, sazonadas y precocidas, el café sin cafeína y el chocolate sin cacao, los vegetales lavados y procesados, el sabor en cajitas de colores, cuya consecuencia es la vida más sencilla y fácil, además de los puestos de trabajo que requiere mano de obra para procesarlos. La gastroquímica hace de las suyas; la magia del sabor ya no está en el alimento ni en la habilidad del cocinero, reposa en la sustancia mágica que se añade a la cacerola. Todo sabe mejor.
¿Realmente, es cierta tanta provisión? Ha crecido la industria de los alimentos mas no en las mismas proporciones la nutrición. Las personas se alimentan más, mientras se nutren menos. Nutrir es el acto de proveer los nutrientes adecuados para cada quien, cede frente al alimento que llena el estómago y calma el hambre. Suprema sabiduría contiene la expresión “Somos lo que comemos”. A mayor acceso a los alimentos y a mayor variedad, la nutrición escasea. La salud alimentaria hoy día es deficiente, al punto que el sobrepeso se ha normalizado, elevados índices de marcadores sanguíneos negativos son la constante, y un variopinto diagnóstico de múltiples enfermedades que tienen origen en lo que las personas llevan a sus bocas.
Es hora de hacer un alto en los procesos nutricionales e invitar a reflexionar a productores como procesadores de alimentos, a los gobiernos y por supuesto a la ciudadanía en general sobre la calidad y beneficios nutricionales de los alimentos y la relación costo-beneficio nutricional. Es increíble como los carbohidratos, las harinas refinadas, los azúcares y las bebidas saborizadas están en la carta de la mayoría de los restaurantes y expendedores de alimentos, sin importar el lugar, bien sea un centro comercial, una institución educativa o un hospital, sin que el consumidor pueda ejercer el derecho a nutrirse en lugar de alimentarse.
No significa que en épocas pretéritas la gente se nutriera mejor y se alimentara peor, simplemente se apelaba a comer lo que había como base de su dieta y lo complementaba con una vida nómada. Es imperativo cambiar los hábitos individuales y colectivos, entender que el modelo del ejecutivo exitoso que consume sanduches, papas fritas y gaseosas porque su tiempo debe priorizarse para producir debe ser modificado. Es un deber humano retomar la comida sana, saludable y sanadora preparada en el hogar con tiempo, amor y dedicación para cuidar a la familia. Se requiere mejor y mayor nutrición. En tiempos donde alimentarse es relativamente fácil nutrirse se torna difícil, fallan la solidaridad y la conciencia.