Amor y ciencia de datos

David Vélez (1982), pese a su juventud el segundo colombiano más rico, fundador del banco brasileño Nubank (2013), el banco digital independiente más grande del mundo, en entrevista reciente dada a la Revista Semana, puso a pensar el País al manifestar que “Las oportunidades existen. En los próximos diez años vamos a ver una revolución histórica que va a cambiar las industrias en el mundo, incluyendo Colombia. Esos cambios tan drásticos, ese remolino que se viene, crean desafíos y oportunidades. Hay que ser estratégico en el lugar en el que los jóvenes tienen que posicionarse en el lado del mercado de tecnología, computación, programación y ciencia de datos”, igualmente, añadió que en Colombia se están formando y graduando diez veces más abogados que programadores. (Ver entrevista: https://www.semana.com/nacion/articulo/la-profesion-que-david-velez-el-segundo-hombre-mas-rico-de-colombia-cree-que-nunca-le-faltara-empleo-y-que-ganara-mucho-mas-que-otras/202243/). El algoritmo y la inteligencia artificial no sólo han invadido las diferentes esferas del quehacer humano, como el gobierno, las finanzas, la política, la educación, la salud, el entretenimiento, también ha llegado a otro escenario: La nueva manera como se relacionan hombres y mujeres en un mundo marcado por la soledad, en el que hay mucha información, más comunicación y poca comunidad.

Es frecuente que los contactos iniciales con fines afectivos entre parejas se inicien por medio de portales de contacto electrónicos, bien sean páginas web o aplicaciones que, pueden ser tan variadas que, las hay exclusivamente para personas heterosexuales, para homosexuales, para militares, por etnias, por creencias religiosas, grupos etarios y hasta por roles, en los que son las mujeres las que toman la iniciativa. En suma, hay portales de citas para todo tipo de gusto y grupo de interés. El algoritmo hace rato superó al encuentro casual en un transporte público o un bar para que las personas entablen ese primer contacto. La virtualidad dejó de ser una simple eventualidad para volverse la realidad, el metaverso es también una nueva manera para hacer las cosas, y por supuesto, el enamoramiento no ha sido la excepción.

La mensajería digital es el nuevo canal del amor y también para el desamor. Se comparte mayormente en medios digitales que en persona física y muchas veces, la relación marcha muy bien en las redes digitales, pero en persona resulta tediosa y hasta penosa. Los seres humanos han adquirido habilidades excepcionales para la vida digital, pero también han perdido las habilidades interpersonales para con el otro, lo que algunos llaman la inteligencia social física. Los humanos de hoy son incapaces para gestionar su soledad de manera estoica y propositiva, requieren de una esperanza lejana, de un oído, de una imagen que en algún lugar del mundo les hace sentir vivos al contestar o simplemente dejar en visto un mensaje digital.

El amor lentamente está dejando de ser un sentimiento para abrigarse con el ropaje del dato. El amor terminará por ser medible, cuantificable, visible y comprensible por medio de la inteligencia artificial. Los algoritmos conducirán a la persona precisa, a su media naranja para algunos, dejando de lado ese bello y delicioso arte del conocimiento por medio de la mirada frente a frente que lleva a la seducción entre la pareja. Contactar al otro se volvió un tema de formatos digitales como si se tratase de aplicaciones para empleos o productos al detal; lo atractivo viene por medio de una imagen digital en la que se observa un “producto-persona” que tiene una buena escenografía y un cuerpo moldeado en algunos casos, los más atractivos, o en otros, los avatares y memes que llenan el firmamento digital. Si no hay fotografías y videos, es muy difícil atraer al otro, aplica aquello de que una imagen vale más que mil palabras.

Los datos marcarán el futuro de la humanidad durante la próxima centuria. La minería de datos será más importante que la minería extractiva. Preocupa de sobre manera el ser humano, cada vez más subhumano y cercano a un zombi con la facultad de pensar por sí mismo sujeta al modelamiento algorítmico. No se amará a quien se quiere, si no a quien se pueda siempre y cuando, el algoritmo lo permita. El amor fati, o amor al destino de los estoicos, dejará de ser hado para ser un sino marcado por el algoritmo y su dios: La Inteligencia Artificial. Volver a lo natural será siempre una opción, ojalá no sea tarde.