Opinión de Jaime Acosta
A través de las artes, de la arquitectura, del urbanismo y de las ciencias sociales, se debería hacer una monumental muestra de todos los renders y de todos los errores que en materia de movilidad ha sufrido la ciudad con su sistema de transporte masivo, incluidos los efectos colaterales, como: la explosión exponencial de motos en los últimos años, un aire cada vez menos respirable, y un proceso de urbanización extendido pero no pensado y planificado.
Desde el tercer año de la administración de Lucho Garzón, cuando Carmenza Saldías dejó de ser la secretaria de Planeación, la ciudad vive un calvario de malas decisiones, sumadas a una cultura de la ineficiencia y seguramente de favores y problemas escondidos que la ciudadanía no conoce pero que sí los padece.
Nada avanzó o nada se perfeccionó: ni el transmilenio, ni las iniciativas de tranvía, tren, metro, el transporte por cable, autopistas de entrada y salida de Bogotá, ni tampoco grandes vías ni la construcción continua de grandes puentes en intersecciones caóticas, porque no saben que harán al final con ciertas troncales: metro, autopistas con peaje o transmilenio.
He medido en varias oportunidades el tiempo de mis desplazamientos del norte de la ciudad a Chapinero y al centro, y la velocidad promedio no supera los doce kilómetros por hora, y cada vez se acerca más a los diez. Los sistemas de movilidad son la suma e interacción de distintos medios y no solo de unos y la falta de otros, por eso la red de ciclorutas cuyos avances se deben reconocer, es insuficiente.
La ciudad va tan atrasada en movilidad, que los candidatos a la alcaldía de Bogotá, saben que deben priorizar, sin embargo, esa sinceridad les puede costar votos porque dejan por fuera otros proyectos igual de urgentes que reclama una ciudadanía desesperada, permite anticipar el peligro de una nueva sobreoferta de proyectos que no serán posibles, como ocurrió con Peñalosa, que no hizo ni una troncal. Entonces, las candidatas y los candidatos debe ser serios, explicar a la ciudadanía la situación y decir lo que realmente harán en cuatro años, porque la ingeniería Colombia está rezagada, la burocracia es lenta como tortuga, y la destructiva corrupción siempre al acecho.
Del rezago que todos sufrimos, veamos solo la más reciente de todas las equivocaciones. La administración de Petro concibió con privados el desarrollo de la calle 100 con carrera séptima. El exalcalde tenía la idea del metro subterráneo que llegaría hasta la calle 127, y una solución complementaria con alguna idea de transporte masivo avanzado a partir de una renovación urbana del sector que viene ocurriendo de manera acelerada y desordenada. Por eso, el proyecto ALDEA contemplaba espacios subterráneos para buses del sistema masivo.
Llegó Peñalosa, tumbó las iniciativas de Petro para el eje oriental, generando un conflicto con el proyecto de renovación urbana de El Pedregal, como se conoce esta iniciativa público privada. ALDEA está paralizado cuando debería estar listo en septiembre de este año, y no va ni por la tercera parte. Es la razón por la cual la Procuraduría General de la Nación ordenó suspender la adjudicación de la troncal de la séptima, hasta tanto no se armonizaran los dos proyectos: ALDEA y Transmilenio, para lo cual las dos partes tuvieron tres años largos años y no lo hicieron. Es decir, el problema se lo iban a dejar al siguiente alcalde o alcaldesa: irresponsables y mala clase.
Ahora bien, lo deseable es que pronto empaticen los dos proyectos y la ciudad haga la troncal de la séptima, y la siguiente administración realice los ajustes en ciertos tramos, donde el problema mayor está entre las calles 32 y 100, porque la candidata de Uribe ya dice que por la séptima debe ir un tranvía o un tren, y no demora en aparecer algún otro candidato diciendo que la solución son drones y platillos voladores; o buses, motos y bicicletas con alas. La movilidad por el eje oriental es mucho más pero mucho más que la séptima. El borde oriental está saturado y requiere de una intervención inteligente y sostenible.
Esta situación, que solo alude a un corredor de la ciudad, es uno de los tantos que tiene Bogotá, y remite a otro problema, aun mayor que el anterior, y se refiere con los problemas de una pobre planeación de la ciudad en los últimos trece años, la cual está tan rezagada, como atrasado va el sistema masivo de transporte.
Bogotá crece y crece y no para de crecer, y no hay una propuesta para crear nuevas ciudades dentro de la gran ciudad. La razón es sencilla, porque el transporte masivo se piensa sin desarrollar la economía por donde circula, por eso la Autopista norte es un cumulo de actividades sin concepto de especialización, peor la Caracas de la calle 76 hacia el sur, no se diga la carrera 30, ni las otras troncales, incluida la calle 26. Lo peor que le puede suceder a la ciudad es un nuevo POT bajo Peñalosa, porque él no entiende de ciudades inteligentes ni de una economía especializada en industrias inteligentes ni de la vida inteligente en un territorio inteligente. Pensar las ciudades de las industrias del futuro es pensar en una ciudad del futuro con un urbanismo del futuro. Medellín es la ciudad da la innovación, Bogotá debe ser la ciudad de la cultura y de la inteligencia. La única manera de recuperar el tiempo perdido es dando un salto cualitativo y de visión.
Entonces, solo con estos dos grandes conceptos – movilidad inteligente y sostenible y ciudades inteligentes de la gran ciudad -, para decir que los errores e incumplimientos de las últimas administraciones en materia de movilidad ha tenido efectos negativos en el desarrollo urbano y en la especialización de la ciudad por ciudades. Esto debió ser primero, resaltando que si bien han existido proyectos de este tipo, también son renders para la gran exposición de la ciudad que no fue pero que aún puede y debe ser.
Twitter: @AcostaJaime