El más reciente reporte sobre cambio climático del IPCC, un equipo científico de Naciones Unidas, es preocupante. La disciplina del método científico conducía a prudencia, pero el documento ya responsabiliza directamente a la actividad humana del calentamiento global. El informe estima en apenas 50% la posibilidad de cumplir las metas previstas en la COP 21, no permitir un incremento de más de 1.5 ºc para el 2050 frente 1992. De acuerdo con el IPCC, en contabilidad ambiental nos quedan 500 billones de emisiones de toneladas de CO2 o 15 años de ininterrumpida actividad industrial para que no haya nada que hacer. La conversación de Glasgow (COP 26) sobre crecimiento carbono neutro será crítica para el mundo y Colombia.
Más allá de una conversación ética sobre cambio climático, el calentamiento de 1.5ºc del clima puede sonar amable durante las frías mañanas de Bogotá, pero la consecuencia puede ser un calamitoso aumento en la intensidad de eventos climáticos. A pesar de ser un país con tanta tierra, 28% de la población se encuentra ubicada en aéreas susceptibles de inundación. El último fenómeno de la niña causó daños por $11.2 billones y afectó 3.8 millones de personas. En paralelo, otro 29% del país es vulnerable a deslizamientos de tierra, con Cundinamarca, Boyacá, Risaralda y Caldas superando el 60%. Sin ser el país más grande de América Latina, sí somos el más vulnerable a eventos climáticos.
Esta conversación no es solo un tema de riesgo, los nuevos aliados ambientales son los agricultores. Cálculos del DNP estiman el costo de no adaptación al cambio climático en 0,49% del PIB al 2040. Aunque el descenso en pluviosidad es leve, el cambio en intensidad es lo grave: mientras las cuencas del Caribe y la Amazonia perderían 30,2% de sus lluvias, la intensidad en la cordillera Andina aumentaría 20,2%. La reducción total en rendimiento agrícola según DNP sería de 7,4%. Para algunos productos y regiones el descenso sería devastador, por ejemplo, la producción bajaría en arroz 14,8% y en maíz 21,6%; algunos departamentos perderían su identidad agrícola con disminuciones pronunciadas: Nariño (- 38,4%), Córdoba (-25.9%), Casanare (-19,5%) y Cundinamarca (-15,3%). Esto es en serio.
Los debates de la COP 26 en Glasgow toman mayor vigencia con el regreso de EEUU a la mesa de negociación, sin Tío Sam la conversación de la COP 25 en Madrid frenó la posibilidad de medidas más vinculantes. Ahora que Colombia viaja en septiembre a Milán al pre-COP, más allá de propuestas de voluntarismo en el marco de la reunión de jóvenes, debe salir algo puntual, por lo menos en los Mercados de Carbón y Compensación a países pobres más afectados. Aumentar metas colombianas solo a punta de reforestación no es suficiente.
Muchos compartimos la frustración de no tener mejoras sustanciales de productividad en la economía del país desde 2007. Un efecto importante de la sostenibilidad, es reinventarnos hacia mayor eficiencia productiva. La productividad de la tierra en Colombia es 5,38 veces menor que el promedio de la OECD. Solo vincularnos al mercado global de Pago por Servicios Ambientales significaría una opción de ingreso sustancial para comunidades indígenas y campesinas. En este caso, más es mejor para la economía y futuras generaciones.