Por: Raúl Andrés Arce Calderón
Desde el 30 de noviembre se está realizando la COP28 en Dubái, Emiratos Árabes Unidos, seguramente han escuchado algo al respecto, y de la participación del Presidente de la República, Gustavo Petro, y de la Alcaldesa de Bogotá, Claudia López, hablando de las apuestas que desde el gobierno nacional y distrital tienen para afrontar el cambio climático.
Es necesario recordar que las Conferencias de las Partes (COP) son reuniones anuales convocadas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) para abordar la crisis climática a nivel mundial. La primera COP se celebró en 1995 en Berlín, y desde entonces se han llevado a cabo 28 ediciones de estas conferencias en diferentes ciudades alrededor del mundo.
Este evento reúne a representantes de gobiernos, organizaciones internacionales, la sociedad civil, el sector privado y otros actores relevantes para discutir y negociar acciones para combatir el cambio climático y tienen como objetivo revisar y promover la implementación de la Convención, así como de adoptar decisiones que impulsen la acción climática a nivel global.
Sin embargo, desde su creación se reporta que el nivel del mar ha crecido en cerca de 80mm, según la NASA los niveles han pasado de 12,5 mm en 1995 a 94,4 en 2019, mientras que las emisiones globales de CO2 alcanzaron 40.600 millones de toneladas en 2022 frente a los 28.500 millones de toneladas que se emitieron en 1995, de acuerdo con cifras del Global Carbon Project.
Estos datos, de la mano con el calentamiento global cada vez más evidente y el aumento de emisiones de CO2 en países como India o China, hacen que se señale a las conferencias como un club de buenas intenciones más que como una instancia que haya obtenido resultados tangibles beneficiosos para todos.
Este argumento se fortalece cuando al analizar los más de 100 mil asistentes a Dubái este año, se encuentra que aunque haya actores de todos los sectores, no todos tienen una representación equitativa, en la Conferencia han hecho presencia 2.456 lobistas de industrias relacionadas con los combustibles fósiles, superando a las delegaciones de todos los países a excepción de Brasil, y tan sólo 316 representantes oficiales de comunidades indígenas como lo calcula la organización Kick the Big Polluters Out.
Ahora bien, desde su creación, las COP han impulsado diversas medidas para reducir las emisiones de CO2 a nivel mundial. Algunas de estas medidas incluyen:
- Transición a fuentes de energía renovable: Se ha promovido la adopción de energías limpias, como la solar, eólica, hidroeléctrica y geotérmica, como alternativas a los combustibles fósiles para la generación de electricidad.
- Eficiencia energética: Se han implementado políticas y tecnologías para mejorar la eficiencia en el consumo de energía en sectores como la industria, transporte, edificación y electrodomésticos, reduciendo así la demanda de energía y las emisiones asociadas.
- Transporte sostenible: Se han promovido medios de transporte más sostenibles, como el transporte público, la movilidad eléctrica, el uso de biocombustibles y la planificación urbana orientada al transporte no motorizado.
- Captura y almacenamiento de carbono (CAC): Se han desarrollado tecnologías para capturar las emisiones de CO2 en instalaciones industriales y de generación de energía, y almacenarlas de forma segura a largo plazo.
- Reforestación y conservación de bosques: Se han llevado a cabo iniciativas para conservar y restaurar los bosques, que actúan como sumideros de carbono al absorber CO2 de la atmósfera.
En esta línea, tal vez el logro más relevante para países vulnerables al cambio climático de la COP27 y la COP28, es la creación y puesta en marcha de un nuevo fondo de “Pérdidas y Daños”, el objetivo de éste es compensar y ayudar a adaptarse a las naciones que más afectadas se han visto por los impactos del calentamiento global, como por ejemplo Pakistán con las devastadoras inundaciones de este verano o las sequías que azotan franjas de África.
El Fondo, que en principio será manejado por el Banco Mundial, y que podría beneficiar a países de América Latina y el Caribe, tiene a la fecha compromisos de aportes de los países desarrollados por 700 millones de dólares, una cifra cercana al 0,2% de lo que se necesitaría según estimaciones de ONG’s internacionales (unos 400 mil millones de dólares anuales) que se darán en forma de subvenciones y no de préstamos.
Estos hechos y reflexiones nos dejan ver que, en términos estrictos, las COP son instancias de carácter político positivas, fundamentales para el proceso de toma de decisiones sobre el clima a nivel internacional, y que han sido escenarios clave para la adopción de acuerdos históricos, como el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París. No obstante, para que las decisiones allí tomadas sean eficaces, tienen que verse respaldadas por las acciones reales de gobiernos nacionales, sector privado, sociedad civil y otros actores relevantes.
En la medida en que no exista una voluntad concreta que vaya más allá de las declaraciones, la participación en estas conferencias será importante pero ineficiente, y aportará más a la reputación de las organizaciones en algo similar a un greenwashing, que a la reducción del calentamiento global.