De la pobreza a la miseria

Las autoridades mexicanas anunciaron en la tarde de este miércoles que lograron rescatar a los 31 migrantes -entre ellos cuatro colombianos- que se encontraban secuestrados desde el sábado pasado en el estado de Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos. (El Tiempo, 3 de enero, 2023)

Esta semana ha sido noticia el secuestro y posterior liberación de 31 migrantes, entre ellos 4 colombianos, a los cuales se les exigía $8000 dólares para su rescate. Esto es solo un reflejo de los muchos peligros de la inmigración ilegal que se está dando para llegar a Estados Unidos. Sin embargo, este fenómeno en América Latina hace parte de un drama global.

Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), el número estimado de migrantes internacionales ha aumentado en las últimas cinco décadas. El total estimado de 281 millones de personas que vivían en un país distinto de su país de nacimiento en 2020 era de 128 millones más que en 1990, y más del triple del número estimado en 1970.

Por otro lado, el reporte de World Migration Report, hubo alrededor de 281 millones de migrantes internacionales en 2021, lo que representa un aumento del 27 % en comparación con las cifras de hace poco más de una década (2010), cuando hubo 221 millones de migrantes que cruzaron fronteras internacionales.

En su mayor parte, la migración internacional es una decisión económica y ha mantenido una tendencia predecible: trabajadores calificados que se desplazan desde economías en desarrollo como Nigeria, México, India, Filipinas y Egipto hacia países desarrollados de altos ingresos como Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Qatar, Arabia Saudita y Malasia. Por supuesto, hay casos atípicos, como la repentina salida de 700.000 rusos en respuesta a la invasión de Ucrania.

Pero, si miramos el panorama más amplio, ya sean trabajadores de la construcción semi-calificados que se trasladan al Medio Oriente desde el subcontinente indio, desarrolladores rusos que migran a Alemania o médicos nigerianos que se mudan a Canadá y el Reino Unido, la migración internacional es una forma de apuesta económica.

Existe un ejército de trabajadores calificados de países en desarrollo que se mudan a los mercados occidentales donde pueden ganar mejores salarios y alcanzar un nivel de vida más alto; por el contrario, las economías desarrolladas están ansiosas por darles la bienvenida para apuntalar el crecimiento de su población, frenar una tendencia preocupante de escasez de mano de obra y aprovechar un grupo cada vez mayor de profesionales previamente capacitados.

En respuesta, estamos viendo una tendencia de las empresas a contratar trabajadores de otros países y ayudar a facilitar su traslado a un nuevo país. Esto siempre ha ocurrido entre un grupo selecto de empresas, pero con la llegada del trabajo remoto, cada vez más empresas empiezan a desafiar la tradición y a mirar más allá de sus fronteras en busca de talento por defecto.

Igualmente, se ve un aumento general de las remesas en las últimas décadas, de 126.000 millones de dólares en 2000 a 702.000 millones de dólares en 2020. A pesar de las predicciones de una gran disminución de las remesas internacionales debido a la COVID-19, en 2020 solo se produjo una ligera caída (2,4%) con respecto al total mundial de 2019.

Sin embargo, cuando se habla de migración ilegal, aunque tiene la misma motivación (económica y en algunos casos, huir de la guerra), como la que vemos en los campamentos de Necoclí (Colombia) o Calais (Francia), en los caminantes venezolanos cruzando toda Sudamérica, en el muro en Tijuana (México), en balsas llegando a Lampedusa (Italia) desde Libia o a las costas de Australia desde China, es una realidad absolutamente distinta, a la de alguien que llega con permisos oficiales a los países de destino.

Según el World Population Review, Estados Unidos tiene el porcentaje más alto de inmigrantes ilegales por país, según la mayoría de los informes. Con una población 330 millones de personas, se estima que ese país alberga a más de 52 millones de inmigrantes. Alemania ocupa el segundo lugar por tener la mayor cantidad de inmigrantes en el mundo, siendo un lugar centralizado para Europa y una sociedad progresista que es segura para muchas personas que huyen del terrorismo o necesitan asilo.

Arabia Saudita también es un lugar clave con una economía en auge, lo que la convierte en un lugar ideal para los inmigrantes. Este país ocupa el tercer lugar en porcentaje de inmigrantes ilegales por país.

  • Estados Unidos: 52 millones de inmigrantes, el 15 por ciento de la población
  • Alemania: 16 millones de inmigrantes, el 18,8 por ciento de la población
  • Arabia Saudita: 14 millones de inmigrantes, el 39 por ciento de la población
  • Rusia: 11 millones de inmigrantes, el 7,9 por ciento de la población
  • Reino Unido: 9 millones de inmigrantes, el 14 por ciento de la población

Pero este problema no se puede analizar como un todo, y mucho menos de forma homogénea. Se debe trabajar en la realidad del país de origen, en las condiciones de tránsito y en la integración de estas personas a las sociedades donde llegan. Pero me quiero centrar en el segundo punto, las terribles condiciones de tránsito para los migrantes.  

Según UNODC, los migrantes objetos de tráfico ilícito son vulnerables a la explotación y el abuso y sus vidas y seguridad muchas veces corren peligro: se pueden asfixiar en el interior de los contenedores, perecer en el desierto o ahogarse en el mar mientras son conducidos por contrabandistas que lucran con un tráfico en el que los migrantes se convierten en mercancías. Por tratarse de un delito clandestino, las cifras de valor en el plano mundial son difíciles de determinar con precisión.

Sin embargo, sobre la base de dos de las principales rutas del tráfico ilícito: de África oriental, septentrional y occidental hacia Europa y de América del Sur hacia América del Norte, se estima que este delito genera anualmente alrededor de 6.750 millones de dólares de los Estados Unidos para los delincuentes que operan en estas regiones solamente. Sin embargo, esa cifra presumiblemente es mucho mayor en el plano mundial.

Rutas como Colombia – Selva del Darién – Panamá – Centroamérica – norte de México – Estados Unidos, o Nigeria – Níger – Libia – Mar Mediterráneo– Lampedusa (Italia) – Oulx (Alpes Italianos) – Francia/Reino Unido/Alemania, no solo presentan los riesgos propios de las condiciones de esas zonas, como enfermedades en las selvas tropicales de Latinoamérica, o el riesgo de desaparición de botes enteros en el Mar Mediterráneo.

La peor amenaza son los comerciantes de migrantes o coyotes que se lucran de cobrar y guiar a los caminantes por trochas, pasos fronterizos o por sus puestos en las lanchas. Ellos son quienes tienen todo el poder en estas situaciones, y en cualquier momento pueden decidir si siguen con la travesía, o secuestran al grupo, justo como pasó esta semana en México.

Estos grupos están ligados a carteles, bandas criminales locales, o grupos terroristas como es el caso de Níger. Por ende, la migración también es un tema de seguridad. No se trata de criminalizar la inmigración ilegal, sino de dotar a los países para que ejerzan una lucha efectiva contra estos grupos armados, que derivará en la mejora de condiciones para los migrantes que transitan por sus territorios.

Según los investigadores Reynel Badillo y Amparo Bravo en El Clan del Golfo y grupos delictivos en América Latina y África, afirman: En este mismo sentido, la relación entre la migración irregular y el crimen transnacional organizado adquiere una conectividad muy sólida, pues la condición de ilegalidad del migrante lo expone a acceder a los servicios ilegales que ofrecen las organizaciones criminales. Estas pueden ofertar muchos beneficios que pueden variar entre el traspaso a través de las zonas fronterizas en las que tienen control, hasta la falsificación de documentación que puede ser utilizada de manera permanente en el país destino.

Por ende, los países de tránsito deben fortalecer el rol del migrante por medio de la garantía de derechos y evitando la acción de estos grupos, que abusan y se lucran de la necesidad de estas personas. Esto se debe hacer con una estrategia coordinada con todos los países de tránsito de migrantes, pues es un fenómeno que pasa las fronteras y se debe combatir de manera regional.

Muy distinto a lo que pasa actualmente, donde cada gobierno atiende a estas personas sin coordinación con otros países, y solo busca el paso rápido de los migrantes por su territorio, para que le quede “ese problema” al siguiente país de tránsito. Lo que debilita aún más la posición de estos migrantes frente a las bandas criminales.

Es necesario menos conferencias y menos discursos, y más acciones concretas, de ser posible, coordinadas. De no ser así, seguiremos condenando a los migrantes a huir de la pobreza para llegar a la miseria.

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