En el papel, el Congreso de la República es la viva imagen del encuentro de las posiciones e intereses que tienen las diferentes regiones del país, reunidas para conciliar y construir la mejor vida posible para todas y todos los colombianos. No obstante, por más momentos de los que uno espera, esa definición parece no encajar en la cotidianidad del legislativo.
Los defectos del congreso hoy son las principales razones por las cuales la ciudadanía desconfía profundamente de las personas que optamos por el camino del servicio público. Esto debería ser un gran motivo de preocupación para nosotros, pues es plena muestra de una crisis de representatividad de la que mis colegas y yo somos el fruto.
La falta de independencia como una rama autónoma del poder es notable, y mal haría yo en no recordarle a mis lectores que en plena crisis sanitaria el ejecutivo prácticamente detuvo la acción del legislativo, ayudado en buena parte también por la falta de voluntad política al interior de esta corporación, esto solo por mencionar el ejemplo más reciente.
Al revisar con detenimiento los ‘por qué’ de tal escasez de independencia podría también señalar que los principios congresionales están todo el tiempo en disputa. En lo personal, dada mi formación profesional y por la forma en la que creo que debe funcionar la política, decidí basar todas mis actuaciones e iniciativas en tres pilares: la ciencia, la lógica y siempre la ética.
Al hablar del actuar del Congreso hoy, debo confesar que no puedo nombrar sobre que está parada la actuación del legislativo.
Ergo, es justamente un déficit de formación académica y la omisión de prácticas éticas en muchos senadores y representantes lo que hace que el congreso sea, o parezca -que cada quien juzgue-, manipulable.
Finalmente, todo esto termina mostrando con claridad que existe una falta de compromiso con lo que implica el servicio público, pero esto no es nada nuevo. Muchos de quienes gozamos del privilegio de ocupar estos cargos no pretenden servir, por el contrario, sus actuaciones dejan el sin sabor de que pretenden servirse, así: en singular, y dejan a un lado cualquier noción de lo colectivo.
Si bien sé que estos defectos que menciono no son exclusivos de Congreso de la República, es allí en donde yo he tenido que enfrentarlos y en ocasiones padecerlos. Convivir con este tipo de tensiones a diario le pasa factura a la salud pública, física y mental de todo el país, tanto de la ciudadanía que impotente solo atestigua el egoísmo de quienes les representan, como de quienes desde adentro procuramos los cambios y la equidad que por décadas han reclamado las comunidades.
Colombia empezará a atravesar un proceso complejo en el que ojalá se logre depurar el legislativo, y para ello con gusto sumaré lo que sea oportuno desde la ciencia, la lógica y la ética.