Después de la victoria

Los vergonzantes

Me parece ridículo ese decir de tanto independiente, de tanto anti uribista, y de tanto anti injusticia social, de hablar bien de los resultados de las elecciones del 19 de junio, no sin antes aclarar hasta el cansancio que les gusta Petro a pesar de tener “tantas discrepancias” “tantas diferencias” y “tantas distancias” con él. Es una actitud vergonzante como si prefirieran estar a distancia listos a cuestionar todas las decisiones del nuevo presidente.

Los vergonzantes deben superar esa falsa superioridad moral e ideológica  para que puedan  contribuir a la gobernabilidad que necesita Colombia luego de que el bipartidismo y el uribismo la dejaron institucionalmente deshecha.

Lo que sucedió el domingo 19 de junio fue maravilloso. Aún cuesta entender lo sucedido, aunque su análisis hay que apurar porque es consecuencia de dos siglos de un estado conservador con períodos de una ultraderecha monstruosa que irrigó odio, discriminación, explotación, atraso y violencia durante tanto tiempo como ningún otro país en las Américas y como pocos en el planeta. Hay un poema de Aurelio Arturo: Silencio, que escribió hace casi cien años, que hoy se puede leer como si se hablara de los gobiernos de Laureano Gómez, Pastrana II, Uribe y Duque. Por eso en el mundo hay sorpresa y alegría con lo sucedido el 19 de junio en un país fascinante a la vez fallido, violento, corrupto, fragmentado, desconectado, incomprensible, y con muchos determinadores de tantos crímenes.

Los vergonzantes deben aceptar el triunfo sin tantas “comillas”, y si no pueden, funden el partido de los Tibios, cuyo espacio está libre luego del fin de la Centro Esperanza.

Ese centro, funcional al uribismo y demás aliados, no está ubicado en la nueva realidad política de Colombia y del mundo. Casi nos deja cuatro años más en manos de los imputados del Ubérrimo y de Piedecuesta.

Ese centro estuvo cerca de quitarle la esperanza a una Colombia olvidada que carga con tantos millones de víctimas como millones de votos alcanzaron el presidente Petro y la vicepresidenta Francia.

Hoy, la Colombia de izquierda, liberal, verde, social demócrata, y de conservadores sensatos, debe estar feliz y unida en torno a construir el acuerdo nacional para la gobernanza del cambio.

Sucedió una revolución pacífica, democrática, que emergió desde abajo y en el camino se encontró con los del medio y con algunos afortunados y acomodados libre pensadores, para lograr el triunfo de un cambio tantas veces frustrado porque terminaba en los cementerios.

Estos procesos nacen con fuerza, sin embargo, corren el riesgo de que el poder no los acepte por eso son relativamente frágiles: suceden pacíficamente, emergen con gran fuerza popular, pero de inmediato la reaccionara y poderosa oposición los estorba, actúa y si puede los destruye. Aconteció en Brasil con Lula y con Dilma. En Ecuador y en Bolivia. A Petro ya lo culpan del alza del dólar cuando se debe a una subida del precio internacional del petróleo que nada tiene que ver con el triunfo del Pacto Histórico.

Cuatro sugerencias al nuevo presidente y a la ciudadanía

Primero, no dejarse confundir de los terroristas del mercado representados por los bancos y los especuladores financieros, porque el mundo vive una profunda incertidumbre económica, política y geopolítica, por tanto, no tiene tiempo de preocuparse por Petro y la confianza inversionista en esta tierra del olvido. Creer que el nuevo presidente mueve las bolsas de valores a la baja y el precio del dólar al alza, es otra idiotez que solo los fanáticos de la especulación neoliberal inventan y difunden.

Segundo, cuidado anuncia Petro una reforma tributaria con toques de Carrasquilla: la idea de que tributen los que ganan más de tres millones de pesos mensuales, puede poner al nuevo presidente muy temprano en la mira de la insatisfacción. Colombia, aún no está lista para que más vulnerables tributen. Hay pobreza, precarización y corrupción. Se debe comenzar por estabilizar ciertos cambios estructurales, y luego sí poner a más personas a tributar. La estabilización comienza si los cuarenta mil con más altos ingresos y más ricos tributan más, y no solo las empresas porque eso les quita margen para invertir en innovación, productividad, diversificación, transformación productiva, nuevos mercados y empleo más calificado con lo cual se irrigaría una mayor equidad por más y mejores oportunidades de ocupación y emprendimiento. El rediseño de las cargas tributarias y la eliminación de tanto subsidio sin retorno, es parte de una política para una profunda reestructuración productiva que urgentemente necesita Colombia. Porque antes que nada lo que hubo con la apertura de Hommes fue una deliberada destrucción productiva que fue sustituida por el narcotráfico e importadores.

Tercero, el orden de las decisiones debería ser el siguiente según los tres grandes pilares del plan de gobierno que el nuevo   presidente anunció en la noche de la victoria: rediseñar la política de desarrollo productivo con énfasis inmediato en la autosuficiencia alimentaria y atacar el hambre, acelerar el cambio de la matriz energética, y definir las industrias y los servicios que serán la vanguardia del cambio estructural. Deberá incluirse la minería racionalizada en su producción y ubicación geográfica, y con un fuerte contenido de ciencia, tecnología e innovación para no afectar el medio ambiente. De lo contrario hay que darle a esa gente otras oportunidades de inversión. La reestructuración y racionalización de la minería pasa por aprobar el acuerdo de Escazú. No aprobar este compromiso internacional es condenar a la minería a su desaparición porque esta no puede hacer lo que le da la gana, como  el asesinato de defensores de los derechos ambientales y sociales.

Esta gran política de desarrollo estará  articulada y respaldada por la reforma tributaria, así como a la estrategia contra la corrupción y la acción contra el cambio climático. Son abordajes sistémicos, no fraccionados, a lo cual dedicaré las siguientes columnas.

Cuarto, el acuerdo nacional hay que orientarlo a la paz total. La violencia debe terminar porque la sociedad del narcotráfico que profundizó Uribe no sirve para catapultar una estrategia de desarrollo sostenible de largo alcance. Solo sirve para un crecimiento de corto plazo porque se trata de una actividad ilegal. Los millones que eligieron a Petro y a Francia, son los millones que han sufrido todas las ausencias del estado, todas las demencias de una dirigencia equivocada, y todos los sufrimientos asociados al narcotráfico y la ilegalidad. El triunfo arrasador de Petro en el Pacífico y en el sur, es un mensaje de no más pobreza, guerra e ilegalidad. Quieren desarrollo sostenible. Que los tengan en cuenta y respeten. Cuando mi padre fue gobernador de Nariño tuvo un secretario de Gobierno afrodescendiente, y decía que el departamento se debía gobernar quince días en Pasto, quince días en Tumaco. Era el año de 1945. Más tarde llevó por primera vez al triunfo de los liberales en Pasto, en las elecciones de 1966. Cincuenta y seis años después, la izquierda arrasó.

Al final, el presidente Petro tiene que asumir los riesgos de las democracias transformadoras, de las revoluciones tempranas y pacíficas. Colombia no puede desperdiciar esta oportunidad, porque fueron dos largos siglos de sudor, dolor, sangre, atraso e injusticia social. Los jóvenes, las mujeres, y los nadies y las nadies de la extraordinaria Francia, se echaron al hombro la victoria, una victoria que será buena para todos.

Y no olvidar las siguientes cifras porque el triunfo puede obnubilar: el uribismo y las maquinarias de la corrupción, son el 47%. Fueron derrotados, pero ahí están, por eso el acuerdo nacional es necesario para disminuir los efectos y daños que puede ocasionar una mala oposición. Debe ser un acuerdo con muchos, sin el uribismo, aunque hay que escucharlos, pues ya se sabe que pedirán acabar con la JEP cuando antes Uribe y más determinadores deben comparecer ante los tribunales como lo están haciendo las FARC. Primero verdad, justicia y reparación y luego perdón y mano extendida. Once millones votaron por la vida, no por la guerra. Esa es la mayor voluntad de paz que el Estado debe respetar y acatar.

Petro será un gran presidente, como no tenía Colombia desde la revolución en marcha de López Pumarejo y luego con Lleras Restrepo.

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