El mundo está loco

Se acabaron los carnavales, la gozadera, la resaca y el hacernos pasar por otros. En España han dejado imágenes para el delirio, para la risa, para la risita y para la vergüenza más absoluta. Ha sido una semana tan movida que les resumo brevemente la locura de estos días.

No piensen, amigos míos, que el carnaval en España es cosa fina. Al de Cádiz lo salva el ingenio y la gracia de sus chirigotas, y que sin ser yo de carnaval, tengo al de la tacita de plata cierto apego, más por los recuerdos de una noche de soltera, que porque haya vivido bañada en su gracia.

En España, salvo excepciones, el carnaval es cutre, feo, esperpéntico, como un collage de niño de papel maché y pegamento Pritt. Nada que ver con el de Barranquilla; luminoso, musical, artístico, enraizado, alegre, elegante y de un colorido y una belleza fuera de lo común.

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Del carnaval les contaré que lo más bochornoso (cada año hay algo para el recuerdo de la vergüenza nacional) ha sido el desfile infantil de Torrevieja. No sé si las imágenes de las niñas vestidas con ligueros, pezoneras y con peluca a lo Uma Thurman en Kill Bill han cruzado el Atlántico, ni sé si han encontrado la misma cantidad de aplausos que de abucheos. Pobres niñas. Pobres padres. Pobre sociedad en la que vivimos.

A los que defienden semejante delirio toca decirles que el problema no está en el que mira (argumento de estos días), el problema está en cómo representas la sátira. Si nadie entiende tu protesta, tu escena, entonces es que nadie ha comprendido lo que pretendías y ha sido un error. El problema es nadie reconoce errores y así nos va.

Que te canten Zorra

No he comentado el temazo del año. Esa canción que delante de toda Europa va a representar a España en el concurso musical Eurovisión. Menos mal que el dichoso concurso es para trasnochados y ya son pocos los que se quedan pegados al televisor como antaño. Es terrible. No sólo por la letra; que no tiene nada de inspiradora, ni por la intención; pretende convertir un insulto en una palabra que dé fuerza a las mujeres (semejante estupidez). Ni la estética de hombres en botas de charol y plataforma, con nalgas al aire, bailando alrededor de una rubia cincuentona (no es edadismo), es todo a la vez y además, que represente a España. ¿A quién? A la España progresista de hoy, esa que legisla mal contra los violadores y cuyas cifras de violencia contra las mujeres siguen en aumento. A esa España, que le canten Zorra.

Nadal y la dosis semanal de envidia

¡Ah! Y no puede faltar esa dosis envidia y crítica a Rafa Nadal. Al parecer son pocos los que entienden que el mundo mejora cuando se inculcan valores, se ama lo que se hace, se lucha por unos objetivos y se trabaja en ellos. Si eres un político, un grupo de presión social o un agente social, cualquier cosa es válida, como decir que una mujer es todo aquel que siente que lo es o que Jenny monte un drama por un pico. Pero si eres empresario, deportista de éxito y eres Nadal, entonces da igual lo que hagas, todo se va a criticar. En España el éxito de algunos provoca escozor.

Haber firmado con Arabia Saudita (para ser embajador del tenis del país árabe) le ha traído al bueno de Rafa más de una crítica. Yo creo que más por envidia que por otra razón. El tenista manacorí no necesita dinero para mejorar su vida, tampoco notoriedad, ni siquiera la fama. Rafa quiere cambiar las vidas de los jóvenes a través del deporte, al que le debe tanto, lo ha dicho siempre, y por ello abre escuelas de tenis allí donde ve la oportunidad. Pero lo de mejorar la vida de los otros los envidiosos (cualidad que casa muy bien con la mediocridad) no lo entienden porque la mayoría no son capaces de cambiar si quiera sus propias vidas. Y es entonces cuando una lee las reacciones a la última entrevista y piensa en lo loco que está todo.

Efecto cerebro de guisante

Podría aburrirles con el repaso zascas que el ex ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José María Margallo, al que admiro y envidio por lo muchísimo que sabe de historia, dio en televisión a una demente y profundamente sectaria Mercedes Milá. El tema, Hernán Cortés. Les presento a la Milá; vieja gloria de la televisión española que hoy ya sólo sirve para escorar debates hacia la sinrazón de lo progre. Tanto progreso le ha dejado a Milá el cerebro como un guisante. No se pierden nada.

Por si fuera poco, el ministro de Transportes español, el señor Puente, considera que es una tontería seguir oponiéndose a la ley de Amnistía porque total, en unos años todo va a resolverse y seguir con el temita es dilatar un tema en los juzgados y eso es hacer perder el tiempo a la Justicia. ¡Ay qué cruz de señor, oiga! ¿Será que esta cuaresma a mí me toque no criticar al gobierno para prepararme bien para Semana Santa?

Lo que sí me quita el sueño

Tal vez no me lean tan criticona la próxima semana, no sé, lo único que sé es que en este viejo y loco mundo los únicos que reconocen errores y los solventan son los coherentes, que van quedando pocos, y los fabricantes de mi reloj mega inteligente, ese que ayer por la noche me dejó desorientada, sin geolocalización posible y sin poder medir la calidad del sueño o contar los últimos pasos, que van del baño a mi cama, con lo que me gusta saber que llego a los diez mil diarios. Menos mal que estaba en garantía y me van a mandar otro. 

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