Desentrañar el sentido de la vida es una de las grandes acciones que un humano puede emprender. Más allá de la existencia humana en general, es la propia existencia la que merece ser vivida y entendida. La vida sencilla y simple que a cada quién corresponde, comprender el sentido de la vida bien puede tomar toda una vida, toda una existencia, incluso, puede tomar varías existencias. El sentido de la vida bien podría consistir en hacer lo correcto y mantener la calma en aquellos momentos de apremio.
El sentido de la vida es algo individual y personal, no es un proceso colectivo de diálogos de saberes, se forja en lo más íntimo de los individuos, en el alma misma donde se cuecen las entretelas de lo interno. No hay un manual para hallar el sentido de la vida, para muchas personas bien puede ser un oficio, un arte, un pasatiempo, una obra benéfica dentro del espíritu inmenso de darlo todo por todos, o simplemente: La nada, entendida como la reflexión profunda que permite la iluminación superior mediante estados alterados de conciencia, o la nada como el reposo constante en el vacío.
Para algunos otros, el sentido de la vida podría ser hallado en lo material, un bien susceptible de precio, o una suma de dinero depositada en una cuenta bancaria, o podría ser su semejante, amado u odiado, los hijos, los padres, la pareja o hasta un animal no humano. Cuando se halla el sentido de la vida, todo fluye, todo es mejor y la vida torna en instantes y dimensiones incalculables de éxtasis. Encontrar el sentido de la vida acerca al Creador y enruta a la misión en la vida.
El sentido de la vida no consiste en el éxito que a tantos les es esquivo, el sentido de la vida se acerca al fuego interno que una vez conocido, es sentido y entendido como la gran materia de la existencia. Gracias al sentido de la vida se conquista lo inconquistable, los obstáculos una vez superados se convierten en experiencia. El sentido de la vida no tiene edad, ni etapa, no se requiere requisito previo de juventud, de madurez o de educación formal para hallarlo, no corresponde a un ahora determinado, es quizá el memento mori, ese también morirás que a todos acecha.
Un día le preguntaron a un hombre por el sentido de la vida, en su sencillez, respondió que es como recomendar un libro para su lectura, se pueden hacer cientos de listados de libros según diferentes criterios, pero siempre, responde el hombre, el libro más importante que debe ser leído, es el libro de la propia existencia que se escribe día a día.
Hallar el sentido de la vida es encontrar el leitmotiv, la razón recurrente de ser, aquello que cuando se encuentra, se encuentra a sí mismo, bien puede ser el encuentro entre los claroscuros que llenan las almas humanas, el bien y el mal en un mismo continente, el amor que todo lo puede y todo lo soporta, o el desamor que todo olvida y refuta.
El sentido de la vida no tiene nada que ver con los aires de una cabalgadura, la monta se puede disfrutar al paso, al trote o al galope extendido, lo importante es el avance, y aún el reposo podría ser el sentido de la vida para algunos. El sentido de la vida no es un formato que aplica para todos por igual, hay quienes en la adolescencia ya lo han detectado y a otros hacerlo les tomará muchas noches de insomnio, en todo caso, no hay garantía de nada. Se puede dejar la existencia sin encontrarlo.
Cuando se descubre ya sea por serendipia o por ejercicio racional, reflexivo o programado el sentido de la vida, se logra conocerse a sí mismo, ese conocimiento indefectiblemente marcará un hito entre el pasado y el futuro, que no es otra cosa, que el presente eterno. El sentido de la vida dará la eternidad, la inmanencia y la trascendencia. Entre tanto, hacer lo correcto y mantener la claridad mental son indicios de que la búsqueda va por buen sendero, y probablemente, lo que es buscado, anhelado y querido para la vida, está pasando el siguiente recodo. Que el Todopoderoso permita a cada quien hallar el sentido de la vida.