Dice el gobierno español que va poner remedio, o buscar el modo de ponerlo, al peliagudo tema de la pornografía y los jóvenes. Formará un comité de expertos para afrontar el tema. ¡Más expertos! Ojalá lo consiga, aunque creo que en parte es una batalla perdida. En primer lugar, por la naturaleza humana en sí, que tiende al placer rápido y sin complicaciones. Y en segundo, porque en parte fueron precisamente las políticas de progreso, las que poco a poco han ido inoculando en los jóvenes ese ansia de conocer el placer sexual: talleres sexuales y de autoexploración, charlas para adolescentes sobre cómo tener sexo seguro, cursos en escuelas infantiles para deconstruir lo que es un niño o una niña y explorar otros sentimientos, otros placeres…
Años hablando y descontextualizando el sexo y ahora vienen los lamentos. Dicen los estudios que el primer contacto con la pornografía es en torno a los 13 años de edad. ¡Ay, criaturitas! Y ante el aumento de violaciones en grupo, de las agresiones sexuales con violencia… todas las miradas se centran en el porno, bueno el acceso al porno. Porque nadie habla de limitar, gravar o prohibir la industria del porno, que mueve miles de millones de euros al año. Hablan de lo fácil, accesible y sobre todo, la violencia que hay detrás. En realidad, es un mundo muy oscuro.
Del tabú a estar en boca de todos
Ya no hay rombos en las películas y el tabú social ha desaparecido. No hay película que no tenga sus buenas dosis de sexo, algunas incluso rayan lo que, en mi nada mojigatería, considero normal, la publicidad del lujo siempre ha jugado con el sexo, el erotismo y hasta lo pornográfico, hace un año les hablaba de ello aquí. La literatura, siempre dispuesta a darse forma en la imaginación del lector, convirtió en superventas femenino 50 sombras de Grey, ( E.L.James) en el que al parecer una tía se engancha a un tipo que le da por el sexo más duro de todos… Ya no hay vergüenza frente al kiosquero que vendía Playboy o Interviú, ahora el acceso es fácil e íntimo, es gratis y la pornografía campa a sus anchas en las plataformas digitales. ¿Saben que hay jovencitas de 18 -25 años que tienen más de 500 mil euros en sus cuentas bancarias ganados por subir fotos de sus pies en OnlyFans? Fetichismo, erotismo, pornografía… El mundo sexual vende y atrae a todo tipo de personas, aunque no lo crean.
El problema de banalizar el sexo, la sexualidad y las relaciones sexuales es precisamente ese, poco a poco, inconscientemente o no, se le ha ido despojando de su valor. ¡Sexo libre! Se gritaba en los setenta y ahora es tan libre que nos asusta el cariz con el que nuestros hijos, y su generación, se lo están tomando.
No serán las charlas sobre las enfermedades de transmisión sexual, ni serán los talleres de sexualidad los que le devuelvan su valor, ya les anuncio que con un par de horas de la asignatura de biología dedicada al tema es más que suficiente. Tarde o temprano los jóvenes inteligentes, los otros no, se darán cuenta del engaño: el sexo fuera de contexto no es para tanto y hasta cansa y aburre, de hecho (spoiler para adolescentes y jóvenes ardientes) llega un tiempo en que dejas de desearlo con tanto ardor y pasión.
Volver a hablar, en casa
El valor del sexo, de las relaciones sexuales, del placer sexual y de la sexualidad, vivida con respeto, se encuentra en casa. Así de sencillo. Es la familia la que sutil, íntima y amorosamente enseña al hijo las bondades del sexo y el respeto al otro.
Hace días leí un artículo en el que se hablaba de San Juan Crisóstomo, padre de la Iglesia, y me llamó la atención que allá por el año 400 a.C. ya hubiera quien hablara en el antiguo Imperio Romano de esto. Nadie puede decir que en Roma fueran santos; promiscuidad, poligamia, sodomía, adulterio, aborto… San Juan exhortaba entonces a ambos progenitores a involucrarse activamente en la educación de los hijos. Ambos, padre y madre. Él, el hombre, el padre, es tan importante a la hora de educar como la madre. ¡Boom! Y a las feministas les explotará la cabeza…
Y es que según sea el ejemplo que recibimos, así nos comportaremos. Según ame el padre a la madre, así aprenderán los hijos. Qué duda cabe que el hombre descubre el sexo, el placer, el erotismo y todo lo que conlleva sin necesidad de cursos formativos. Está en nuestra naturaleza animal y tenemos el deber de controlarla, educarla. La postura fácil de dejarlo en manos de los políticos, con sus programas de formación cargados de ideología y exentos de sentido común, no ha servido para nada, hoy ni siquiera es un tema en las sobremesas de las familias.
A la vez, de un modo totalmente inconsciente, hemos abierto las puertas a nuestros hijos con dispositivos inteligentes a un mundo de adultos, muchas veces lleno de perversión, y las consecuencias son nefastas para nuestros hijos.
Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud, fundación que publicaba el informe “Juventud y pornografía en la era digital”1, lo tiene claro cuando habla de pornografía; “si no empezamos a incorporar de forma más decidida la educación afectivo- sexual en la familia y en el currículo escolar les estamos dejando a merced del porno. Es fundamental que los acompañemos en el desarrollo de su sexualidad de forma clara, que puedan contar con referentes como fuente de información veraz y confiable, que no sea un tema tabú o incómodo que evitemos”.
Límites todos, aprender a amar, también
La solución al problema de la pornografía no es mía, San Juan Crisóstomo, hablaba de presentar la castidad, la templanza y la fortaleza como virtudes atractivas para evitar los desórdenes sexuales y no me parece descabellado, pero puede que los jóvenes de hoy se aburran o tengan que preguntar a Siri el significado de castidad, virtud atractivísima de la que casi nadie habla ya.
Claro que reforzar la educación dentro y fuera de casa: en el autocontrol, en la autoestima, en el orden y el valor de las cosas y sobre todo de las personas, también ayude a evitar el placer inmediato, a saber esperar, a valorar si algo merece o no la pena… Si, además, presentamos la sexualidad como la expresión corporal de nuestra inmensa capacidad de amar, de entregarnos a otra persona y recibir su entrega, estaremos dando a los jóvenes una visión más completa, humana, atractiva y libre de la sexualidad. Y tal vez, sólo tal vez, la pornografía deje de ser un problema, aunque mientras hacemos el cambio de paradigma el gobierno puede empezar a limitar, cortar o bloquear el acceso digital a menores a todas esas páginas de contenido pornográfico.