El soldado colombiano

El soldado español de los tercios es un poema del español Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), que refiere el talante ético del soldado de los tercios españoles de la época de la Casa de Austria, dinastía de los Habsburgo, en los Siglos XVI y XVII, inaugurada por el Emperador del Sacro Imperio Germánico y Rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Carlos I de España (1500-1558). El tercio era una unidad militar compuesta por tres tipos de soldados de infantería: Los piqueros, los arcabuceros y los mosqueteros. Eran la élite de la soldadesca española, su referente podría ser los espartanos de Leónidas (540-480 a.C.) y las falanges romanas, constituyeron el cuerpo pletórico del arrojo y honor del Imperio Español.

Calderón de la Barca en su poema exalta las virtudes del soldado, donde la sangre excede el lugar que se nace, y sin mirar cómo se nace, se mira cómo se procede. El soldado honrado, pobre y desnudo tiene más cualidad que el más galán y lúcido, canta el poeta. El soldado colombiano encarna al soldado no sólo de los tercios, sino de todos los tiempos: El prehispánico, de la conquista y de la colonia, también al soldado de la independencia que vertió su plasma aún contra las tropas de la Madre Patria. La cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad, la obediencia, la fama, el honor y la vida son créditos del soldado, remata el poeta.

En Colombia, muchos ciudadanos se creen con el derecho de pisotear la Institución Militar, al punto que los soldados colombianos, como el buen Jesús, no sólo deben poner la otra mejilla, sino que los indígenas los desarman, los jueces los condenan, los políticos los crucifican, los académicos los desprecian, y los guerrilleros o exguerrilleros que antes los combatían, ahora desde el Congreso y ONGs dan cátedra espuria sobre la moralidad del soldado colombiano, y lo combaten cínicamente en medios de comunicación y tribunales. El Ejército de Colombia es la más preclara institución del País, está conformado por hombres y mujeres que entregan su vida, su tranquilidad y su honra por el bien de la Patria. Un País que reniega de sus soldados y los desprecia no puede ser un buen País.

En Colombia minusvalorar al Ejército Nacional está de moda, da votos y buenos réditos. Una de las consecuencias del acuerdo de Paz Santos-Farc fue el desmonte paulatino del Ejército Nacional, el desconocimiento de la gloriosa historia del soldado colombiano y su claudicación para ante la Subversión que, cubierta con piel de oveja disimula su fiereza. Sólo quien ha vestido los colores de la Patria sabe lo que significa el espíritu de cuerpo, la lealtad, el honor militar, la entrega, la fatiga, el orden cerrado, las largas vigilias, el padecimiento, en defensa de los bienes, honra y vida de sus conciudadanos. Qué equivocados están los enemigos del Ejército Nacional si creen que lograron derrotar y amilanar al soldado colombiano, el primer bastión moral de la Patria.

¿Será que se está vivo y la que ha perecido es la vida? Porque no es el vestido el que adorna el pecho, sino que es el pecho el que adorna el vestido, dice el verso. El honor del soldado colombiano insufla el alma del uniforme. Bien lo dijo Calderón de la Barca, en buena o mala fortuna, la milicia no es más que una religión de hombres honrados. Pese a unos pocos que mancillan el honor militar, hay más de 220.000 hombres y mujeres que con arrojo, pundonor, honradez, compromiso, ética y lealtad derraman cada gota de su sangre y sudor por el sostenimiento de la Patria. Al Soldado Colombiano, ¡Gloria y Honor!, porque una vez soldado, por siempre soldado.

 

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