Con todo esto, ¿Vamos a votar por los mismos?

Colombia está cada vez más cerca de la primera cita electoral de este 2022, prevista para el 13 de marzo y en la cual se vota por la nueva composición del Congreso y por las consultas interpartidistas con miras a las presidenciales. Con tres coaliciones que representan a la izquierda, al centro y a la derecha, los expertos tildan el proceso electoral de “demasiado complejo”. Mientras, el país se enfrenta a un fuerte descontento social por la subida del costo de vida. (France 24, 7 de marzo, 2022) 

Mucho se dice sobre las elecciones que se aproximan en Colombia, si van a ser transparentes, que los tarjetones son muy confusos, se duda de la neutralidad y eficiencia de la Registraduría Nacional del Estado Civil. Pero hay aspectos que se escapan a la formalidad de las elecciones.

Me quiero centrar en algo que, aunque siempre se dice nunca se hace: ¿estas elecciones son una decepción más? o vamos por el cambio. ¿Estaremos condenados a repetir la tragicomedia llamada Colombia? Por ahora, vemos los mismos escándalos de candidatos metidos en corrupción, el secreto a voces de la compra de votos, y la votación de los muertos (¡Es un milagro!)

A pesar de ser las mismas preguntas que nos hacemos desde nuestra independencia, hay varios aspectos, que hacen esta elección diferente. Hoy Colombia no es la misma de hace 4 años. Tenemos un país que ha sido impactado por factores internos, externos, sanitarios y políticos.

Para empezar, esta elección se da después de una pandemia que la humanidad no veía hace más de un siglo. Como lo sabemos, esto no creó nuevas urgencias o crisis, esto evidenció y agudizó grietas que ya teníamos, y hasta ese entonces habíamos manejado medianamente bien.

De esta agudización de situaciones que existían, en la economía es donde más se está sintiendo el impacto del COVID 19. Las consecuencias en la perdida de empleos, la creciente inflación y la baja en los ingresos de las familias, que a su vez produce el aumento dramático del hambre, hacen de estos tiempos absolutamente distintos. Colombia nunca había estado en la lista de los 20 países con riesgo para entrar en una hambruna de la FAO (Informe que censuró este gobierno ¿Nicolás, estas ahí?), y este año estamos ahí.

Generado por el COVID 19 y la inconformidad histórica de la población colombiana, el paro nacional fue protagonista en 2021. Esta movilización tuvo una duración de 4 meses, afectando la movilidad en varias de las grandes ciudades, el comercio y las cadenas logísticas. Obviamente, hubo violencia, pero eso no es argumento para desconocer las razones estructurales por las cuales se dio esa protesta.

Como protagonistas de esta movilización se encuentran los jóvenes, que en su gran mayoría, no tienen la oportunidad de estudiar, trabajar o tener un plan de vida medianamente asegurado.  Ellos han sido las principales victimas de la pandemia y del olvido tradicional del Estado colombiano.

Tanto los jóvenes, como las causas de las manifestaciones no han cambiado. Ya no se encuentran en las calles, pero el descontento, la rabia y la angustia de esta población sigue estando presente. La lógica marcaría que esta situación debería reflejarse en la votación de marzo.

Siguiendo en el ámbito nacional, es imposible desconocer el impacto de los Acuerdos de Paz en la democracia colombiana. Los pronósticos que se hacían contaban que una vez la capa del conflicto interno con las FARC se levantara, habría 2 consecuencias: 1) otros conflictos (regionales o más pequeños) que antes ocultaba esa capa, aparecerían y se harían evidentes, tal como está sucediendo (y alimentado por el abandono estatal); y 2) que la izquierda y otros movimientos políticos tendrían opciones reales de poder, debido a que ya no se satanizarían con vínculos a las inexistentes FARC (aunque algunos insisten en esa idea trasnochada, vendiendo humo y miedo).  Esto último se venía manifestando desde 2018, y se ha concretado en estas elecciones de 2022.

A nivel internacional, todos estamos conscientes del sentimiento que estos tiempos son convulsionados y confusos. Trump con su guerra comercial, luego el COVID, que con su miedo nos lleva al encierro voluntario en nuestras casas, y ahora la guerra entre Ucrania y Rusia.

Esto último pareciera no tener impacto en las elecciones, pero afecta de manera directa nuestro bolsillo con la subida de los precios del petróleo, el trigo y los insumos para la agricultura (producidos en Rusia, Ucrania y Bielorrusia). Esto implica la adaptación de campañas y propuestas económicas, así como el manejo apropiado de la política exterior colombiana, especialmente con los recientes acercamientos entre Venezuela y Estados Unidos.

Tenemos un país distinto al de hace 4 años. Por eso espero no “ganarnos la lotería” con otro Iván Duque. Espero que estas duras condiciones lleven a una mejor votación, a parar esta tragicomedia que, entre tamales por votos, Epa Colombia y la corrupción, nos convierten en sobrevivientes de nuestra realidad.

Espero que los jóvenes salgan con la misma fuerza hacia las urnas, que cuando salieron a protestar. Su decisión en estas elecciones es vital, si es que quieren realmente un país con oportunidades para ellos. Me encantaría que esos votos, derrotaran las mismas maquinarias que se han comido todas sus oportunidades, y cada día están mas rechonchas.

El país ha cambiado, y las condiciones están dadas para ejercer un voto responsable. Si a pesar del desempleo, el hambre, la inflación y la falta de oportunidades seguimos votando por los Char, ñoños, las Dilian, los Aguilar y demás clanes, significa que estamos dispuestos a soportar más abusos de estos cínicos. Aún peor, sin importar la pandemia, las manifestaciones o la inflación.