Por: Amylkar Acosta
Como tuvimos oportunidad de advertirlo, a propósito de la munificencia del Gobierno Nacional y del Congreso de la República, al mantener y ampliar las gabelas impositivas, con más deducciones, descuentos y exclusiones tributarias a las grandes empresas, sumadas a la rebaja del impuesto de renta, dizque para promover la inversión, el mayor crecimiento y el empleo, “la verdad sea dicha, como lo ha sostenido el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, ´la reducción de la tasa impositiva no es garantía de más inversión´.
Como tampoco es cierto que con ella se va a generar más empleo. Es una verdad de apuño que el verdadero estímulo a la inversión extranjera o nacional para abrir nuevas empresas y/o para expandirlas, así como para generar más empleo, es la demanda”
Pues bién, el día de hoy se registran dos noticias que corroboran nuestro aserto y desvirtúan las falacias y espejismos del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla para defender primero la mal llamada Ley 1943 de 2018 de financiamiento, que es más bién de desfinanciamiento5 y luego la Ley 2010 del 27 de diciembre de 2019, que bautizaron con el pomposo nombre de “para la promoción del crecimiento económico, el empleo y la inversión”. Estamos hablando de la reforma tributaria 2.06.
Como se recordará en el 2017 la administración Trump bajó dramáticamente los impuestos a los más ricos y a las empresas, a los primeros del 39.5% del impuesto de renta al 35% y el corporativo del 35% al 15%. Según el Secretario del Tesoro de la administración de Donald Trump Steven Mnuchin “el plan fiscal se pagará sólo con crecimiento” a lo que respondió unos de los principales asesores económicos del Presidente Barack Obama Jared Bernstein “no hay evidencia que apoye la afirmación de que el recorte se va a pagar sólo”.
Pues bien, los hechos son tozudos, según el más reciente reporte del Departamento de Comercio de los EEUU, pese a la rebaja tan ostensible en la tabla de impuestos la misma no sólo no se pagó con crecimiento como lo preveían sus alabarderos sino que, al contrario, se desaceleró el crecimiento. En efecto, el crecimiento del PIB real en 2019 de 2.3% bajó ostensiblemente con respecto al crecimiento del PIB en 2018 que fue de 2.9%. Y, lo más grave es que la tendencia es hacia una desaceleración mayor, habida cuenta que mientras el índice de crecimiento anual del primer trimestre fue de 3.1% el del cuarto trimestre fue del 2.1%, un punto porcentual menos (¡!).
Según dicho informe, este decaimiento del crecimiento de la economía “refleja básicamente la desaceleración en inversión fija no residencial y gastos de consumo personal (GCP), así como una contracción en las exportaciones” . Es decir que la mayor inversión empresarial en capital fijo no se viene dando ya que, según el mismo informe la misma bajó a una tasa de 1% en el segundo trimestre de 2019, 2.3% en el tercer trimestre y 1.5% en el cuarto trimestre. Y, de contera, los gastos de consumo que venían apalancando el crecimiento ahora también ceden y han perdido fuerza eimpulso. Ello se explica en gran medida porque, como lo sostiene la firma calificadora de riesgo Fitch, cuando las empresas recibieron el alivio tributario “empezaron a comprar sus acciones y eso no tuvo impacto sobre el empleo o la inversión”.
Es de esperar, entonces, que Colombia corra con la misma suerte que los EEUU y así lo acaba de advertir el Director encargado de la calificación soberana de Colombia de la firma Fitch Richard Francis, la reforma de marras “va a representar un punto porcentual en el PIB para este año”.
Según su previsión el crecimiento del PIB en Colombia estará por debajo del 3.3% en 2020, que no alcanza para morigerar el aumento de la tasa de desempleo.
Pero Fitch también sostiene que “la reforma, en términos de ingreso, es negativa, porque se a perder y esa es nuestra principal preocupación”13, que sólo los ingresos extraordinarios provenientes de la reserva ocasional ECOPETROL y de las utilidades del Banco de la República atenúan la crisis fiscal, con el agravante que el déficit en la cuenta corriente de la Balanza de pagos del 4.6% en 2019, el mayor de Latinoamérica, que se prolongará este año, pone en riesgo la estabilidad de la economía. Por ello, aunque le mantiene la calificación a la deuda soberana de Colombia BBB, con perspectiva negativa, Fitch dice que “vemos riesgo a la baja” a BBB -, con una probabilidad del 50% de su ocurrencia.
Ya lo advirtió el Tax Policy Center con sede en Washington que la rebaja de impuestos decretada por el Congreso de los EEUU a instancias de la administración Trump, “la recaudación caería en US $6.2 billones y la deuda aumentaría en US $7.2 billones”. Allá como aquí en Colombia se están quedando con el pecado y sin la gracia, porque la baja del recaudo por cuenta de las gabelas impositivas no tiene la virtud que se le atribuye pero si pone en aprietos a las finanzas públicas. Bien dijo Bernstein que “no hay evidencia que apoye la afirmación de que el recorte se va a pagar sólo” 15 , como tampoco “hay evidencia empírica que vincule los recortes de impuestos con un crecimiento que sea al mismo tiempo más rápido y sostenido”.
La promesa, entonces, de que la economía colombiana va a crecer más, va a generar más empleo y que vamos tener un superávit fiscal gracias a la reforma tributaria 2.017 no pasa de ser un espejismo producto de falacias que se quieren hacer pasar por verdad revelada.