“Han pasado siete días desde que te fuiste. Muchas personas aman compararnos toda la vida, fuiste un genio que encantó al mundo, un mago con el balón en los pies, una verdadera leyenda, pero sobre todo esto: para mí, siempre serás un gran amigo, con un corazón más grande aún. Hoy sé que el mundo sería mucho mejor si pudiéramos comparar menos unos a otros, y pasáramos a admirarnos más. Así, que quiero decir que eres incomparable. Tu trayectoria fue marcada por la honestidad, siempre has declarado tus amores y desamores”. (Pelé a Diego Armando Maradona, diciembre 2, 2020)
A pesar de que sabíamos de la vida llena de excesos, escándalos y abusos, todos quedamos asombrados por la muerte del 10 argentino. Era evidente su triste situación durante sus últimas apariciones en público con los Dorados de México o Gimnasia y Esgrima de La Plata.
Esta demás decir lo gran jugador que fue, su adicción a las drogas y en su último tramo, al alcohol, su cercanía con la camorra (Los Giuliano de Nápoles) o sus diferencias con exjugadores y directivos. Igualmente, no voy a redundar en homenajes, reconocimientos o palabras que fueron ya mencionadas por personas cercanas a él.
Lo que sigo tratando de entender es el fenómeno Maradona en Argentina. Donde un deportista pasa de ser eso, un simple deportista, a ser el ídolo de todo un país, a representar la “argentinidad” (como lo afirmaron periodistas, líderes políticos y ciudadanos del común). Maradona se convirtió en un espejo nacional, donde todos los argentinos se ven reflejados, en el sueño colectivo y, por si fuera poco, algunos llegan a considerarlo un Dios, cosa que él siempre negó.
Creo que para entender esto, se debe conocer la relación de Argentina con el fútbol. Argentina y Brasil, en las décadas de 1940 y 1950, bajo el liderazgo de Juan Domingo Perón y Getulio Vargas respectivamente, estaban en la búsqueda de consolidar su identidad nacional, encontrando en el deporte inventado por los ingleses, la forma de unificar a sus pueblos. Lograron que en Brasil se diga: el volibol es muy popular, pero el fútbol es religión, o que, en Argentina, el futbol y la política sean un vehículo de poder, como se vio con la elección del expresidente de Boca Juniors, Mauricio Macri, como jefe de gobierno de Buenos Aires en 2007 y presidente de la República Argentina en 2015.
Por ende, Maradona no hubiera sido Maradona si nace en Colombia, Ecuador o Chile. Es en Argentina donde el fútbol se convierte en la plataforma perfecta, para que un personaje como “El Pelusa” tenga el impacto que tiene, sin importar sus adicciones, sus actitudes machistas o su desorden financiero, porque él ha sido el mejor en lo que es, el pegamento de la sociedad argentina.
Por otro lado, el “Barrilete cósmico” simboliza todo lo que el argentino/a es y/o le gustaría ser. Viene de una de las villas más pobres de ese país, Villa Fiorito, que no es muy distinta a los barrios más deprimidos de Colombia, a Petare en Caracas, la favela de Rocinha en Rio de Janeiro o Tepito en México D.F. Donde la violencia, la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades son el caldo de cultivo perfecto para que personajes de tamaño talento formen las personalidades más luchadoras. Es un ejemplo de superación, donde se muestra que hasta el peor de los excluidos puede llegar a la cima del mundo.
Maradó (como el coro de la canción de Los Piojos, que lleva el mismo nombre) también muestra lo que son los argentinos/ ¿argentinidad? (o lo que la mayoría muestra): habladores, fanfarrones, “chamulleros”, como ellos nombran a los que enredan con palabras, ególatras y buscapleitos. Ese mismo personaje es el que hacía fila por horas o viajaba kilómetros para despedirse de su espejo, de su ídolo en la Casa Rosada.
El Maradona futbolista y el Maradona como persona no se pueden dividir, como unos “doctores” del periodismo deportivo colombiano afirman. No solo porque en Argentina el fútbol y la vida misma se funden en una sola, sino porque a pesar de los errores con la droga, él no sería él sin sus adicciones. Dicho por “El capitán” mismo (El capitán es una canción de Héctor Bracamonte compuesta para Diego Armando)
Todos los ídolos tienen su lado oscuro, lo que pasa es que la historia se ha encargado de ocultarlo. Por ejemplo, Gandhi una vez que se hizo famoso, comenzó a experimentar con niños. Los obligaba a bañarse y dormir juntos, pero los castigaba si hablaban de sexo (demasiado oscuro ¿no?), y Martin Luther King plagió su tesis doctoral en Teología de la Universidad de Boston. Por ende, no hay héroe ni ídolo que no haya sucumbido ante tentaciones perversas, especialmente cuando amasan tal cantidad de poder, que nadie ni nada los detiene. El Diego era un humano más.
La Argentina de Maradona, es la misma que lloraba a Evita o cantaba en las calles las canciones de Gardel durante su funeral. Esa Argentina que, ante ausencia de ídolos históricos, toma lo mejor de su presente para convertirlo en el símbolo de su nación. Es de las pocas naciones latinoamericanas que tienen un emblema que los une, no importa si es bueno o malo, si tuvo defectos o no. Diego Armando Maradona se une a Evita y Gardel, donde este último le canta sus mejores tangos, Evita con su empatía le da la bienvenida al 10, y Diego los saluda con su mano de Dios.