En la educación superior colombiana, la deserción estudiantil es un desafío que enfrentamos en dos esferas: por un lado, la que nos convoca como comunidad académica y, por el otro, como sociedad. Y es que, según datos del Ministerio de Educación Nacional, aproximadamente el 8,02% de los estudiantes que ingresan a la educación superior no logran completar sus estudios. Esta cifra aumenta considerablemente al 13,39% si hablamos de programas TyT o técnicos y tecnológicos.
Esta realidad simboliza no solo una pérdida de oportunidades individuales para los estudiantes, sino también un desafío para el desarrollo social y económico del país. Cada estudiante que abandona sus estudios representa un talento desperdiciado y un potencial no desarrollado, lo que afecta directamente la capacidad del país para competir en un mundo globalizado y en constante evolución.
Dicho esto, resulta fundamental abordar esta problemática con seriedad y determinación. Esto implica no solo identificar las causas subyacentes de la deserción, sino también implementar estrategias efectivas para prevenirla y mitigar sus efectos. El enfoque debe ser holístico, abordando tanto los aspectos académicos como los socioeconómicos y emocionales que influyen en la decisión de un estudiante de abandonar sus estudios.
En este sentido, es crucial invertir en programas y recursos que apoyen la retención estudiantil y promuevan un ambiente de aprendizaje inclusivo y motivador. Esto puede incluir servicios de tutoría académica, asesoramiento personalizado, apoyo financiero y actividades extracurriculares que fomenten el sentido de pertenencia y comunidad entre los estudiantes, y que, a su vez, marquen la diferencia para quiénes enfrentan dificultades durante su paso por la universidad.
Así mismo, es importante reconocer la importancia de la colaboración entre instituciones educativas, el gobierno, el sector privado y la sociedad en general para abordar este desafío de manera efectiva. Juntos, podemos desarrollar e implementar políticas y programas cada vez más integrales y de mayor alcance e impacto, que promuevan el acceso equitativo a la educación superior y mejoren las condiciones de vida de las familias y por tanto, las estadísticas de retención y permanencia estudiantil a lo largo del país.
Abordar el problema de la deserción estudiantil representa un gran desafío, pero también una oportunidad enorme para quienes concebimos la educación como motor de transformación social, hecho que involucra al equipo de liderazgo de las instituciones de educación superior, al cuerpo docente, a los colaboradores que materializan la operación académico-administrativa, los egresados como fiel testimonio del proceso de formación y por supuesto, los estudiantes y sus familias.
Como rector de una Universidad abanderada por la sostenibilidad y la defensa de la dignidad humana, estoy firmemente convencido que esta es la oportunidad de trabajar juntos para construir un ambiente de aprendizaje seguro, inclusivo, motivador y enriquecedor, donde cada estudiante se sienta valorado y respaldado en su proceso de formación. Solo así podremos construir un futuro más prometedor para todos.
Rector, Universidad de América