Todos tenemos amigos con los que compartimos determinados momentos en la vida, bien sea en el trabajo, estudio o el barrio donde vivimos. En ese grupo de amigos hay algunos en los que se confía más que en otros, y dentro de este subgrupo hay uno en especial, que es al que se le comparten las vivencias, temores y alegrías que a diario se tienen en la vida.
Es justo ese amigo al que uno no desea perder, por ser la persona que más nos conoce, al que le permitimos no solo llamarnos la atención cuando actuamos mal, sino, además, que pueda cuestionarnos con las preguntas que no respondemos ni al más querido de nuestros hermanos, el que nos aguanta nuestros defectos y celebra también nuestras alegrías.
Es esa persona que sin necesidad de que uno le esté llamando o viéndole todos los días de su vida, está ahí, siempre pendiente de lo que se necesite y de escuchar, así sea la tontería más grande. Es esta la razón, por la que se procura cuidarlo más que a la esposa, porque a diferencia de la primera, éste en cualquier momento puede irse con el ánimo de emprender su proyecto de vida en un lugar lejano o de darse la oportunidad de conocer otros lugares, sin que nada asegure, que, a su regreso, haya un reencuentro.
Este es el motivo por el que hoy no deseo escribir sobre ninguna situación del orden nacional, ni dedicarle mis letras a personaje alguno, bien sea a favor o en contra de determinada gestión de Gobierno o política, sino más bien, darme la oportunidad de expresarle mis más sinceros agradecimientos a mi amigo Alfredo Gutiérrez, a quien conocí en medio de las clases de Locución y Medios Audiovisuales en el Colegio Superior de Telecomunicaciones y con quien tuve la oportunidad de compartir el espacio universitario en medio del cansancio que queda luego de una jornada laboral de ocho horas.
Fue allí, en medio de lecciones, trabajos, lecturas, bromas y pilatunas juveniles donde nació una amistad que hoy se mantiene y que solo Dios sabe si podrá sostener en el tiempo, porque Alfredo se prepara para viajar al exterior en busca de nuevos y mejores horizontes.
Por supuesto, deseo los mejores éxitos para ese amigo que ha tenido la paciencia para mis ratos de mal temperamento, la disposición para escuchar mis tristezas y la sabiduría para aconsejarme sobre lo que debo hacer en momentos de confusión.
Vivo agradecido con ese amigo que siempre estuvo atento para escucharme, para entenderme y por eso rindo hoy mi más grande homenaje para quien comparte el mismo nombre del cantante de vallenatos, Alfredo Gutiérrez.
Una columna de opinión no siempre debe ser para desahogar las rabias y las decepciones que a diario suelen causar nuestros líderes políticos. También debe ser para exaltar a esas personas que dejan un legado en nuestras vidas y que bueno sería que todos los que ejercemos esta labor, dedicáramos siquiera uno de nuestros escritos en el año para quienes nos rodean, no con el ánimo de destruirlo, sino con la intención de decirles, gracias por regalarnos un espacio de sus vidas sin ser familiar nuestro.
Para Alfredo Gutiérrez mis más sinceros agradecimientos por estos diecinueve años de buena amistad. Quiera Dios que cuando regrese, sigamos siendo tan buenos amigos, como lo somos hoy.
Twitter: @sevillanoscar