Indignidad expresidencial

Hablar de dignidad, de honor, de magnanimidad en estos tiempos parece causa perdida, a las generaciones de la guayaba y hasta de pronto en alguna medida la generación Z, según el ciclo de Andrés López en su pelota de letras, algo se le enseñó al respecto, pero de ahí en adelante, no lo sé, no me consta, parece poco probable, no lo escucho muy a menudo ni en su léxico, ni en su jerga y menos lo evidencio en su comportamiento.

Así que, escribiendo estas letras, me angustio más allá de lo que es el mensaje de este texto, porque caigo en cuenta, que cuando no hay esos límites, esos mojones en la psiquis colectiva, no queda otra cosa sino la decadencia, por mucho que los psicólogos y pedagogos nos quieran insistir en que es normal que los tiempos cambien,  este parece ser el efecto que estamos presenciando y la prueba irrefutable, es la historia.

En ese comportamiento genérico y social puede que influya Hollywood, puede que los estándares musicales tan bajitos, puede que la “flexibilización” de las concepciones, sociales, educativas y familiares impuestos por agendas homogenizantes de los sistemas financieros, pero creo que hay algo peor, la dirigencia de un Estado junto a la dirigencia social, que influyen mucho más.

Y es que, como lo sentencia la célebre frase del científico Georg C. Lichtenberg Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”, y esto, soy claro, no me refiero a mandos reverenciales por causa religiosa, racial, de apellido, abolengo o casta,sino al mando que se ejerce por las razones de mérito, institucionales o legales y que por su legitimidad causa ese efecto, más aún en tiempos donde todo es permitido, escrutable y cuestionable hasta la invención mítica en las impersonales y masivas redes sociales.

Si aquellos que por algún mérito, bien sea ganar el respaldo popular para acceder a un cargo de representación, por un concurso o examen de aplicación para acceder a un cargo o por su actividad artística, histriónica, militar, filantrópica o económica logra hollar las cumbres sociales y estando allá actúan con desvergüenza y deshonor, aquellos que los siguen y en cierto modo los oyen, admiran u obedecen, perderán el respeto, no solo con el personaje, sino en general.

Eso suele ser más impactante en la vida social cuando los lideres así actúan, pervierten a aquellos que se sienten autorizados porque de esa forma actúa su referente, está tan memorizado y ha calado tanto en la profundidad de la psiquis colectiva ese bello principio de la igualdad de todos y todas, que lamentablemente como decía Platón, ya se empieza a degenerar ese símbolo de la democracia en tiranía, entonces aparece el “yo tirano”, expresando el triste y agónico, si lo hace él, pues entonces yo también”, o “si lo esa ella, porque yo no”

Esto es discutible, lo sé, pero cada vez me convenzo más que es real, que se ve y se siente en la idiosincrasia Colombiana y solían ser los dirigentes, los más reputados, por lo menos a la gran mayoría se les notaba el intento, quizás por eso aun hoy hay estruendos en la conciencia colectiva de un Gaitán, un Alfonso López, un Darío Echandía, una Aydee Anzola Linares, Manuela Beltrán, o María Antonia Santos, o José Antonio y Luis Carlos Galán.

En el ámbito de la cultura, Vargas Vila, Gabo, Escalona, Alejo Duran, Maravilla Gamboa, el profe Ochoa, Manzur, Botero, Débora Arango o Virginia Gutiérrez, Julio Mario Santo domingo, Fidel Cano, entre tantos otros, con algo en común, todos, en diferente épocas, fueron reconocidos por actuar con honor y dignidad, fueron en sus esferas dirigentes de un país, imprimieron su estampa en la sociedad para bien, pero aun así, lo que más suele resaltar son aquellos que ejercen la dirigencia política.

Por ello, en Colombia la figura de los ex presidentes solía ser tan respetada como el símbolo del presidente de la república, quien siempre ha simbolizado no solo una imagen de poder, sino en buena medida el ser el primero entre todos, estar al frente de,  después de todo, esa es la etimología de la palabra, pero también por costumbre y literatura jurídica había simbolizado el prestigio, la unidad y hasta la dignidad del país.

Esos expresidentes solían ser consultados, convocados incluso a la comisión asesora de asuntos exteriores, a grandes foros nacionales e internacionales, en fin, hasta se les seguía diciendo o llamando por el rango al que habían llegado, el de “presidente”, todo esto se ve desdibujado en las últimas décadas del Siglo XX entre tantos escándalos y redes sociales con el inverosímil concepto de la post verdad, usado más recientemente.

Salvo unas contadas excepciones, ya no tenemos a aquellos “excelentísimos” dignatarios, sino aquellos cuestionados dirigentes, bien sea por la forma en que accedieron a la alta magistratura o por la financiación de sus campañas como en el caso de Samper y Pastrana, pero jamás pensé que llegaríamos a ver que un expresidente, terminara de Dj, presentándose en camiseta cual adolescente entre juego de luces de animador de fiestas con reggaetón.

No le bastó a Iván Duque con la humillación pública de las “cabecitas” ante un ex jugador de futbol del Real Madrid, tampoco con quedar ante el mundo y ante el Rey de España de mandadero de “saludos” del expresidente Uribe, todo ello, ante la mirada claramente despectiva del monarca, no le bastó con insultarse a madrazos en plena vía pública, cual verdulera con un pseudo periodista gringo y ahora nos sale con esta perla.

Una perla que hace notar que perdió el norte de lo que solía significar la figura presidencial, que perdió la poca vergüenza en su actuar, que si bien no es criminal, para nada, no es inmoral, ni más faltaba, sí desdibuja esa jerarquía que debiera tener un ex jefe de Estado, no sé si esto lo perdió, francamente creo que nunca lo tuvo, pero que triste ver que con nuestros impuestos debemos seguir sosteniendo un personaje así.

Si bien creo, que los expresidentes, son eso, creo que, de la generación de la W, de la que son mis padres y seguramente de las costumbres provincianas con las que me formaron, tengo el rezago de esa forma de ver el mundo, en donde hay que aceptar que muchas veces, como te ven te tratan y que es nuestro deber engrandecer el cargo,

no el cargo engrandecerlo a uno.

Que hay responsabilidades que si se asumen se tienen que cumplir, pase lo que pase, puesto que no es el nombre personal e individual, sino de millones que hay que mantener en alto estándar y dignidad, pienso que esas son las consecuencias que se cometen a elegir personas sin méritos propios, sino por dejarse llevar de las calenturas del momento, se vota por los “pollos” o “gallos” de x o de y, no por el mejor, sino por el “menos peor”.

Juan Camilo Castellanos

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