Intimidad y prudencia

El viernes pasado, ‘viernes de Dolores’, la princesa de Gales, Catalina, Kate Middleton, nos sorprendía a la hora de la cena para anunciarnos que estaba enferma. Un comunicado impecable de un princesa europea, muy querida y admirada que, en las últimas semanas, además de lo suyo, habrá tenido que leer una cantidad de sandeces, estupideces y rumores que la prensa propia y ajena a su país ha ido publicando.

Lo suyo

Dos meses de recuperación, y lo que queda, de una operación abdominal en la que parecía que no había nada que indicara que tras las muestras extraídas o tras lo extirpado se escondían células cancerígenas que imagino la dejaron helada. A ella, a su marido, a su suegro (que ya sabemos que lucha alejado de sus quehaceres reales por superar un cáncer) a sus padres y hermanos y cómo no, a esos tres niñitos reales, siempre ideales, los mejores vestidos de todo Europa.

Miles de mujeres y hombres se enfrentan cada día a ese diagnóstico terrible que es el cáncer. Hombres y mujeres que después de un primer momento de mazazo anímico, con miedo y confiando en sus médicos y en los tratamientos se enfrentan a esa enfermedad no sin cierta incertidumbre sobre el futuro: estadísticas de supervivencia, efectos de la radioterapia, efectos de la quimioterapia, duración del tratamiento, duración de la enfermedad…

Hombres y mujeres que pasan el mal trago rodeados de sus equipos médicos y sus familias y amigos, con esa intimidad que el dolor necesita. Esa intimidad del círculo más cercano que siempre arropa a uno y no le deja solo. Esa intimidad que la princesa de Gales ha tenido que romper porque la prensa, la prensa más chismosa, casposa y entrometida ha forzado hasta el punto de hacer salir a dar explicaciones a una princesa enferma sobre su ausencia, y así acallar los rumores.

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Lo de la prensa

A estas alturas de siglo debería quedar claro, o al menos, debería la prensa del corazón haber aprendido la lección; no inventes. Yo entiendo que unos viven del chisme, pero cuando eso afecta a las relaciones de terceros… mejor salirse de esa ecuación.

Hay un a máxima de ética periodística y es que todo lo que se publica ha de ser veraz. Cercano a la realidad, a la verdad. En las últimas semanas la veracidad de las informaciones referentes a los príncipes de Gales ha brillado por su ausencia. Como la prudencia. Pocos, pocos son los medios que se han mostrado preocupados y sin inventar han escrito algo con sentido. El resto: que si se niega a trabajar porque está enfadada. Catalina, la princesa más trabajadora y sonriente de Europa. La que siempre es impecable y cuida hasta el último detalle, sin perder esa naturalidad que le es propia, la de esposa y madre.

Que si su marido le es infiel con una amiga, que si William corretea detrás de una noble inglesa cuyo marido vive a caballo entre Francia y Reino Unido y además tiene un affaire con un señor francés. Que sí, que sí… todo tonterías, todo mentiras, todo.

Se han publicado portadas llenas de falsedades, sin pensar en la verdad, en ella, en su familia o en esos niños, pequeños aún, pero que ya saben leer, y a los que probablemente lo que más les preocupe es si su madre vivirá lo suficiente para cuidarlos siempre, ese siempre infantil que abarca la vida entera.

Prudencia, esa vieja amiga del sabio

Tal vez, dicen algunos, si los príncipes de Gales hubieran explicado antes la situación… Tal vez, debemos pensar que en la Corona de Inglaterra lo que atañe al rey sí es asunto de estado, lo que atañe al príncipe, no. Tal vez, la casa del príncipe no ha medido el cariño que se les tiene y el silencio no ha ayudado a parar la rumorología. Tal vez, pero la realidad es que la publicación de mentiras y rumores ha sido una vergüenza.

Deberíamos hacer un poco de examen de conciencia y revisar esas faltas de prudencia que, desde el papel, el post, el blog, o desde donde sea, difundimos sin pensar en si algo es cierto o no. Sí, también cuando el chisme es sobre la vecina. ¿Cuál es el límite? Eso nos lo preguntaba en la universidad el gran Joaquín Arozamena. El límite, señores, es la verdad. Todo lo que no sea verdad, es mentira y ese no es nuestro servicio.

Para terminar, que seguro andan de vacaciones, deberíamos recuperar la prudencia, gran virtud humana, de la que hace días hablaba Francisco, el papa, y dejarnos guiar por ella a la hora hablar, publicar o difundir algo.

Y dejemos a Kate y a William en paz, para que puedan disfrutar de su intimidad, esa que es tan necesaria para atravesar ese desierto de dolor, incertidumbre y cansancio del momento vital que les toca. Espero que la princesa de Gales se recupere pronto y vuelva a sonreír como siempre hace.