La era de la estupidez

En días pasados, el artículo “Ir despacio” (Hennessey, El Tiempo, 2023) recordó la paradoja estructural que estamos viviendo los humanos desde hace unas décadas, dos al menos, intensificándose cada vez más en la medida que avanzan los efectos del cambio climático, completamente palpables ya. E invita a reflexionar sobre la pregunta que hay en el minuto 1:18 del documental La era de la estupidez.

Tal pregunta es ¿por qué no nos salvamos a nosotros mismos cuando tuvimos la oportunidad? Acompañada de esta otra: Si valía la pena, ¿por qué en algún nivel no estábamos seguros y no valoramos nuestra salvación?

La era de la estupidez es un documental en clave de ficción que nos invita a reflexionar sobre cómo será la vida cuando acabemos con los recursos de la Tierra y no hayamos conseguido, aunque pudimos, parar el cambio climático (RTVE, 2016), para entender por qué la humanidad no hizo nada para frenar los efectos del cambio climático cuando aún había margen para revertir el desastre y el colapso de la sociedad.

La respuesta a semejante paradoja es el motivo del título del documental.

Este tema lo hemos tratado en esta columna permanentemente, al menos una vez por mes. Porque es fundamental que lo abordemos, lo discutamos y lo comprendamos. Entre todos los artículos, uno que ilustra directamente la problemática fundamental es La paradoja del negacionismo (ConfidencialColombia, 2021).

El asunto no puede analizarse sin tener en cuenta todas las relaciones que hay entre todos los aspectos de la vida actual, en el mundo entero, con sus particularidades en todas las regiones y países. Por lo que no es fácil ni entender ni resolver, al menos conceptualmente, la pregunta del documental.

Pero sí hay un aspecto esencial, que descolla (tratando de no caer en reduccionismo).

Me temo que el mundo está jugado a que la tecnología nos salvará y al mismo tiempo permitirá una transición suave a los nuevos negocios salvadores. El mundo, en esta frase, no se refiere a quienes vivimos en el mundo sino a quienes determinan lo que en dimensiones planetarias debe pasar. Es decir, quienes ostentan el poder económico y, por ende, quienes controlan el poder político. Los poquísimos que ostentan el poder económico mundial.

Así, los principales de compañías como Exxon Mobil, Chevron, Shell, BP, Total y demás similares, determinarán cuándo acelerar en la medida que encuentren el negocio de salvar a la humanidad que tenga similares o mejores ganancias al enorme negocio actual que se mide en miles de millones de dólares diarios. Consideremos que, en 2022, solo estas 5 empresas ganaron el 50% de las utilidades de toda la industria, que según The Financial Times, en su conjunto obtuvieron beneficios por 500,000 millones de dólares, equivalente a 1,389 millones de dólares diarios (!!!) (para comparar, el presupuesto de Colombia al día es de poco más o menos 233 millones de dólares diarios; 6 veces menos, pero la cifra de las petroleras es de ganancias).

El tema, como se ve, tiene que ver menos con la posibilidad de proliferación de tecnología salvadora, por aquí y por allá, desde autos eléctricos hasta plantas de purificación de aire. Es más relacionado con los grandes poderes económicos, que determinan al poder político mundial, que esperarán hasta encontrar una de esas, o varias, tecnologías para reemplazar sus negocios tan abultados. Antes, no será fácil que suceda. Ellos se apropiarán de lo que sea necesario para ese reemplazo. Y en ese punto podrá haber convergencia con el desarrollo tecnológico, no en el sentido de que sea un opositor al petróleo para desplazar los negocios petroleros, sino que servirá para reemplazar esos negocios para sus actuales dueños.

No es que esté de acuerdo o no, solo que no creo que pueda suceder fuera de esta dinámica que domina al mundo. Para estar equivocado, que ojalá lo estuviera, deberíamos tener una gran inteligencia colectiva que repercutiera en la disminución drástica de la demanda por pura comprensión de la amenaza que ya se está materializando, y así, por más de que los poderosos de la industria manejaran al poder político no podrían detener el decrecimiento de su influencia y capacidad de determinación. Pero eso sí luce como ficción para el mundo actual que vive su era de la estupidez.

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