- Tenemos un nuevo nominado a mamerto del año #mantenidoVagoyBobo (dirigiéndose a Martin Santos, @mariafdacabal)
- Ya los mamertos están recuperando su vida productiva normal, FECODE anuncia paro y los HP sindicatos paro nacional (@argirocasta58)
- Uribe adoctrinó en el odio a la policía y el ejército (refiriéndose a un debate en el Congreso de la República, @gustavobolivar)
- A ver si dejan de posar de demócratas con sus amigos fascistas/uribistas, cómplices (@juliana_r22)
Estos son algunos de los tweets con los que me cruzo a diario en la cloaca virtual. Donde no basta tener una opinión, sino que debe ser agresiva, un poco irracional y sobre todo estigmatizadora. Las ideas contrarias están fuera de todo dialogo, y mucho menos debate, lo cual lleva a un total desconocimiento del otro. Tanto los unos como los otros parecen seguidores de Mani, fundador del Maniqueismo.
El maniqueísmo es fe que sostenía tener la verdad absoluta, por lo cual desconoció otras creencias y religiones de la época como el budismo, cristianismo, zoroastrismo y el islam. Lo que en nuestros días se aplica a aquellas personas que validan o invalidad todo tipo de opiniones, creyendo tener la verdad. Justo como la comunidad maniquea de Twitter cuyos ejemplos vemos al comienzo de este texto.
Esto es una contradicción con el tiempo histórico que estamos viviendo, pues con las redes sociales, la interconexión, los cada vez más aceptados derechos de las personas LGBTIQ2S, la comunicación inmediata de un lugar de la tierra a otro o la experiencia de eventos históricos en vivo (como las guerras, manifestaciones, caídas en las bolsas de valores, etc.), podríamos pensar en una Colombia más tolerante. Tristemente, estamos viviendo en una donde son los radicales maniqueos marcan la parada. Como si viviéramos en las épocas de la guerra fría, donde todo lo que no era capitalista, era comunista, y viceversa. Un código binario donde incluso se determina quienes son buenos o malos.
En consecuencia, toda opinión que se encuentre en el medio no se interpreta como valida, se desconoce, e incluso se ataca. Esto lo define el filósofo español Juan Carlos Ruíz como la Falacia de la negación: Esta falacia se suele dar cuando interpretan un silencio o una ausencia de respuesta ante dos alternativas opuestas, porque son radicales maniqueos los que no admiten la prudencia, el recato o simplemente la indiferencia como una manera más de ver las cosas.
Hay muchos temas donde muchos de nosotros no tenemos opinión. Nos es tan irrelevante que no tenemos nada interesante que decir, y tampoco nos interesa decirlo. No a todos nos gusta ni nos interesa opinar sobre futbol, política, libros, cine, etc. Por esta acción, también se nos condena y se nos estigmatiza. El silencio es considerado estar de un lado o del otro, increíble.
Aún peor, cuando no se tiene una opinión definida sobre X o Y, uno suele caer en la situación de ser estigmatizado en tal o cual posición. Por eso, los debates de reforma a la policía o a la justicia se entienden como una amenaza al sistema judicial o un enfrentamiento a la policía, y no como cambios necesarios para mejorar su gestión, y adaptarse a nuevas realidades, o se está en contra o favor de las instituciones. Lo cual es una real estupidez, porque no se está pidiendo la destrucción de las instituciones, se proponen ideas para mejorar su servicio, reconociendo su importancia.
Este es otro síntoma de uno de los males modernos como el facilismo. Tal como afirma mi colega Marcial Muñoz (Confidencial Colombia), tenemos una red de microchips que razonan por nosotros, dejándonos la tarea básica de ejecutar. En este caso, tenemos un mar de opiniones e información en la red, ya procesada, la cual utilizamos para encasillar a las personas, en uribista o antiuribista. Esto obviamente es muchísimo más cómodo que ponerse a analizar detrás de las palabras.
Para esto, propongo una solución: la mayéutica. A pesar de su nombre rebuscado, es bastante sencillo, y tiene un sello de calidad. Esta es la metodología que Sócrates utilizaba en sus diálogos, tratando de encontrar la verdad sin caer en antipatías (sin terminar en pelea). Este método busca provocar, a través del diálogo, un razonamiento inductivo que llevaría finalmente a una verdad universal.
Es decir, se tiene una verdad que es aceptada, pero se abre el dialogo cuestionando esa verdad, partiendo de que es falsa. Así, se comienzan a buscar argumentos que sostengan esa falsedad. Si se encuentra un argumento que sostenga esta premisa se tiene una excepción, pero si encuentran varios argumentos que pongan en duda esa verdad aceptada comúnmente, esta se debe poner en duda. Y así se crea conocimiento sin crear antipatías, o ser estigmatizado de un lado o del otro, porque se está en una búsqueda de la verdad.
Hay que quitarle el miedo a la filosofía como elemento para mejorar nuestras vidas, no es algo exclusivo de académicos, profesores, hippies y mucho menos mamertos. Para implementar este método no se necesita hablar de temas trascendentes, se pueden poner en práctica con argumentos que entendemos todos como el clima, la comida, el COVID (ahora que todos somos “epidemiólogos”). Este es un método que puede llevar a un dialogo entre improbables (uribistas y antiuribistas), que tanto necesitamos en nuestro país.
Pero el reto es el siguiente: ¿Tenemos suficiente tiempo para hacer esto? ¿Queremos hacer un poquito más de trabajo creando espacios de dialogo? ¿o seguimos en el camino fácil de encasillarnos en uribistas y antiuribistas?