La (no) Libertad en los tiempos de la Democracia

La libertad es un derecho crítico en la vida de una persona; es parte vital para lograr felicidad. Aun viviendo en democracia, en la cual se supone que es su ingrediente principal, la no-libertad es una realidad, silenciosa la mayor parte, que afecta a la gente hasta llevarla a la desesperanza y a la tristeza. Aunque los políticos aducen a la libertad permanentemente como parte de las garantías que representan, muy lamentablemente es la política responsable de gran parte de esa no-libertad. Arreglar lo que está mal yace en las manos de todos, pero se requiere generar consciencia colectiva y usar las reglas del sistema para mejorarlo.

Con el liberalismo (opuesto a las monarquías y al feudalismo) se revivió a la democracia como sistema de gobierno que acompaña la libertad y la igualdad de los individuos ante el Estado y el capitalismo como sistema económico que se basa en medios de producción privados, el capital como fuente para crear riqueza y el libre mercado que resuelve la asignación eficiente de los recursos escasos para una sociedad. En teoría hay libertad cuando hay democracia. Pero solo en teoría porque al vivir en colectividades es necesario sincronizar los derechos individuales a los de los demás, pero además el consumismo, la ideología, la corrupción, y la falta de prosperidad son limitadores de la libertad. No es la misma libertad la que goza un europeo que la de un colombiano por ejemplo, debido a factores que se analizan en este artículo.

Primero, el simple hecho de vivir en sociedad bajo la organización de un Estado implica la cesión de una parte de su libertad individual, porque “todo individuo tiene naturalmente el derecho a hacer lo que le plazca consigo mismo y con los frutos de su trabajo, en la medida en que ello no interfiera en modo alguno con los derechos de los demás hombres” según Lincoln, o más recientemente lo expresaba Sartre en su frase famosa “mi libertad se termina dónde empieza la de los demás”. Necesariamente es así, para maximizar el bien de todos en la colectividad.

Segundo, el sistema económico que lleva al consumismo. Es invisible. Con el mercadeo permanente de ilusiones estereotipadas que hace que las personas vivamos deseando imposibles y que para intentar lograrlas haya que volverse esclavos del sistema. Trabajar para sobrevivir, consumir y desear aún más. La reflexión profunda sobre la esclavitud moderna de Bukowski da cuenta de ello.

Tercero, la ideología. El ser social, que ha sido analizado profusamente por autores de la sociología, desde su papel como estrategia básica de supervivencia de grupos humanos hasta la parte vital de la salud mental de las personas en el mundo moderno, viene siendo desmentido desde el siglo XIX por la corriente del individualismo, desde Hayeck hasta las ideologías neoliberales y del libertarismo (que se auto declaran adalides de la libertad) ya en nuestra época, que consideran que la propiedad privada y los libre-mercados son los pilares que garantizan la libertad individual con un Estado mínimo o inexistente de ser posible, con muy bajos impuestos, solo encargado del sistema de justicia y la seguridad de los ciudadanos. En el día a día esto se traduce en una lucha entre el egoísmo, que plantean y defienden como característica intrínseca del humano, versus la necesidad de vivir en colectividad y aprovechar al Estado como acumulador de economías de escala, especialmente para salud, educación y servicios públicos, y en los cuales los privados compitiendo en libre-mercados no siempre responden a las necesidades estratégicas de los países (luchar contra la pobreza y la inequidad para generar prosperidad), que son las que pueden propiciar mejores condiciones de libertad a sus ciudadanos mejorando estos servicios vitales para todos y que de otra forma se vuelven inalcanzables para una gran mayoría. La historia actual muestra los malos resultados que se obtienen de estas ideologías basadas en el egoísmo (la concentración de la riqueza y la pobreza endémica mundiales, el estallido chileno, etcétera) que terminan estrechando la libertad real de los ciudadanos por cuenta de que el egoísmo evoluciona fácilmente a la codicia. Tanto por la posibilidad de aprovechamiento del Estado en favor de la mayoría, como por la imperiosa necesidad de regular los mercados que en la práctica son imperfectos (la teoría se basa en que son perfectos) y no solo para mantener el sistema de justicia y la seguridad de los ciudadanos, es que resulta escasa la visión de las dos ideologías individualistas citadas, para un mundo que es mucho más complejo.

(No hay necesidad de hablar del comunismo y demás experimentos que terminan en regímenes totalitarios, que acaban con la democracia y por supuesto, con la libertad).

Cuarto, la corrupción. Los corruptos son básicamente usurpadores de derechos de los demás, y por ello son los que más constriñen la libertad de los demás ciudadanos. No se es enteramente libre cuando en su entorno sus vecinos le imponen sus costumbres que atentan contra sus derechos fundamentales. Desde quien se pasa un semáforo en rojo, el vecino ruidoso que no respeta las normas de convivencia, o los más visibles que se roban los recursos para las carreteras, el agua potable, o la salud de los más viejos, hasta los que, con su pasividad, tolerancia o incluso ignorancia, permiten que los corruptos se salgan con la suya. Quien roba recursos públicos para sí o interpuestas personas debe ser considerado como el mayor usurpador de la libertad de todos los demás, y más los que operan la corrupción mayor, en la que el poder económico mancilla al poder político y bajo la cual el Estado que debiera ayudar a proveer los bienes comunes necesarios, cae presa de privados que estrangulan a la población con tarifas, mala cobertura y/o mala calidad, solo para calmar su avidez ilimitada de acumulación de dinero, con la participación y beneplácito de legisladores y funcionarios (políticos corruptos).

Quinto, la violencia por su parte es un enorme limitador de las libertades individuales, y es resultante de un mal manejo de la política desde mucho tiempo atrás, y por tanto es silencioso para la gente porque la colección de hechos de gobiernos sucesivos que manejan coyunturas más que políticas de Estado a largo plazo, son difíciles de comprender para una población que en su mayoría es analfabeta política, y que se niega a dejar de serlo.

Sexto, aún más invisible, es la falta de prosperidad. Entre menos próspero se es, menos libre también se es en la práctica. La peor fuente de no-libertad es la falta de prosperidad. La prosperidad individual en un país no próspero es un asunto de herencia o de suerte, o de corrupción (la vía ilegal a la prosperidad actual), pero no de norma, de lejos, como sí lo es la pobreza. La falacia que nos quieren vender las dos ideologías citadas es que ser pobre es una consecuencia de la falta de esfuerzo del individuo. Ser pobre en sí mismo no es el defecto. Y en cambio, en nuestra colectividad, ser pobre sí significa sufrimiento que se origina en las no-libertades que induce. Las posibilidades reales de prosperidad de un pobre en nuestro medio son mínimas; es muy difícil dejar de ser pobre. Bien lo sintetizó Stiglitz: “el 90% de los que nacen pobres, mueren pobres, por más inteligentes y trabajadores que sean, y el 90% de los que nacen ricos mueren ricos, por idiotas y haraganes que sean. Por ello, deducimos que el mérito no tiene ningún valor”. Y me temo que para Colombia estos porcentajes resultarían optimistas.

La pobreza también es producto del manejo equivocado de la política en el largo plazo. Y dicho de manera positiva, dentro de una colectividad próspera es más fácil que cada individuo tenga prosperidad. Si tuviésemos políticos consagrados al bien común, otro sería el panorama. No solo para los pobres, sino para los ricos, porque no se puede ser indefinidamente próspero rodeado de una colectividad que vive en la pobreza, lo cual, como mínimo se traduce en que tienen una relativa prosperidad limitada aun siendo ricos. Kennedy lo decía en sus propios términos: “una sociedad libre que no puede ayudar a sus muchos pobres tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”.

Un factor determinante y transversal a los seis factores de no-libertad es la educación. Las reflexiones del filósofo Lledó recalcan que la libertad de expresión es desperdiciada si no se tiene libertad de pensamiento, y que la libertad de pensamiento depende de saber pensar, del pensamiento crítico. Unidas a las observaciones de Savater: “la verdadera educación no solo consiste en enseñar a pensar, sino también en aprender a pensar sobre lo que se piensa…” es posible establecer que la libertad de expresión tiene como origen la educación. Pero si al Estado lo relevamos de esta misión, como se entiende en las ideologías neoliberal y la de los libertarios, no se puede sino dar crédito a lo que advertía Robespierre “el secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”. Si fuera coherente la búsqueda de la libertad como principal objetivo, se exigiría a los Estados que dedicaran sus mayores esfuerzos a la educación. Desde que surgieron los llamados NICs (Newly Industrialized Countries, especialmente los 4 tigres asiáticos: Taiwan, Singapure, Hong Kong y Corea del Sur) en los años 70s y 80s, está claro para el mundo que la educación antecede a la prosperidad de una nación. En contraste, en Colombia (y en su momento la Nueva Granada) se le asignó la responsabilidad por su propia educación a los individuos desde el Congreso de Cúcuta en 1821 sin asignarle ningún papel al Estado (tal vez Robespierre los inspiró para mal porque allí se discutió si los iletrados, especialmente los indígenas, podrían votar o no). Es preciso cambiar esa miope visión que ha logrado estar campante hasta nuestros días y hacer un replanteamiento total a lo que entendemos por educación, y no solo la asignación de algunos recursos adicionales.

A propósito de todo lo dicho, la reflexión final para quienes tuvimos la fortuna de acceder a una “buena” educación: “los hombres libres tienen ideas, los sumisos tienen ideologías” Teócrito. Seamos libres y ayudemos a nuestros conciudadanos a disfrutar de una mayor libertad. Seleccionemos con especial cuidado a nuestros políticos y gobernantes, privilegiemos la honradez sobre las promesas, y exijamos que una educación reformulada, que enseñe a pensar, sea el eje de la prosperidad para el país.

@refonsecaz – Ingeniero, Consultor en competitividad.

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