Políticos los hay de todo pelaje y condición: buenos, malos y regulares; honrados o ladrones; íntegros o indecentes; honestos o mentirosos, y por supuesto, capaces o incapaces. Y así la lista de adjetivos sería interminable. Pero a mí, particularmente, la clasificación que más me interesa es entre ‘los que creen en la gente, en su potencial’… o los que ‘aplastan’ a sus ciudadanos.
Mucho se critica a Vladimir Putin en estos días: tirano, loco, dictador… de todo, y con razón. El ruso formaría parte de la evidente clase política que tiene a su pueblo sometido por la fuerza y por la manipulación de unos medios de comunicación cautivos. Y como Rusia, otros muchos países, en los que los dirigentes se toman el control de las instituciones como quien no quiere la cosa. Se las apropian poco a poco, pasito a pasito, sin que se note mucho al principio, y cuando se quieren dar cuenta, el estado se lo comió. Voltear al régimen ya no es posible. Venezuela es el caso más cercano.
Las zonas grises que ya no existen en politica
Y luego están la mayoría de dirigentes democráticos. Recordemos que no todos los tiranos son dictadores, hay mucho tirano que se pone el traje de demócrata de lunes a domingo. Existen políticos que dan libertad a la gente, que no se meten en su vida privada y lo imprescindible en sus billeteras, estos son los menos. Y luego una inmensa mayoría que usan los instrumentos legales y las instituciones para moldear la sociedad a sus intereses mediante procesos de ingeniería social, más sutiles que la típica política Putiniana, pero con objetivo similares. Controlar a la masa. Estos prefieren hacerles ver al pueblo que las situaciones anómalas que vivimos y las decisiones drásticas que toman son “por nuestro bien”, tan demócratas dicen ser…
Los gobernantes que creen en la capacidad de la gente buscan la verdadera equidad social mediante el empleo y la creación de oportunidades y riqueza en la sociedad. Crean condiciones para que la gente sea libre de decidir su camino, que no dependan del político de turno. Ese ascensor social lo cogen muchos. O el tren. Al que se sube el que quiere, el que se esfuerza, y el que se beneficia de las políticas pública justas para tener una vida con más comodidades y dignidad. Otros, quizás no tan esforzados o no tan capaces, nunca se acercarán a la estación buscar el tren y esperarán más bien a que el político le dé la paguita para sobrevivir. Formas distintas de ver la vida.
Ciudadanos débiles, políticos amarrados a la silla
Los políticos que no creen en las personas, lejos de los anteriores, se aprovechan de la debilidad de la gente. Instigan hacia una sociedad manipulada y sin esperanza. Prefieren personas dependientes para garantizar su propio poder. La debilidad del pueblo es su fortaleza. Lo más indigno del circulo vicioso sobreviene cuando se emplean los impuestos para, precisamente, fomentar una sociedad decadente, así sin que te des cuenta, igual que Putin, pero por otros caminos. Es tan o más inmoral que las posiciones de los dictadores que van de frente.
Así funciona esto: estos políticos generan un problema social inexistente. Le dan oxígeno con dinero público, de todos, sin freno alguno. Dinero y más dinero. Lo inflan durante años hasta darle categoría de alarma social. Se compran los principales medios de comunicación para revestir su causa de supremacismo moral ante la opinión pública… y de esa manera se ven obligados a intervenir mediante distintas oficinas gubernamentales creadas ‘ad hoc’ y ONGs afines, subvencionadas, que dicen luchar contra ese problema, que nunca lo fue, que fue creado de manera artificial.
Es algo así como “te rompo las piernas para regalarte una muleta y que pienses que te estoy haciendo un favor: soy tu salvador, recuérdame cuando vayas a votar”. Es el plan perfecto para el político indecente. La garantía de mantenerse en la poltrona. La cultura inmoral del derroche de los recursos públicos para el beneficio de unos pocos y sus entornos. ¿O acaso alguien se puede creer que cuando el ‘supuesto problema’ esté en la mente de todos, y con la estructura ‘combatiéndolo’, va a desaparecer esa estructura creada durante años? No nos crean tan inocentes.
La libertad por bandera
Una vez el Estado monta esa estructura clientelar se quedará por y para siempre. Y así con todo, cada vez más presión fiscal. Eso obliga a más y más altos impuestos, a quitarle a los trabajadores su capacidad de ahorro, de no depender económicamente de nadie y de mantener su libertad. Cuantos más impuestos innecesarios, menos libre es un individuo. La ecuación es sencilla. Consolidada la estructura del ‘problema imaginario’, ya son muchos los favores que hay pagar, mucha gente a la que emplear. Personas en la mayoría de los casos sin oficio ni beneficio que no tendrían mejor opción de ganarse la vida si no es en la política pública del amiguismo.
El uso indecente de los recursos públicos, la confiscación mediante impuestos abusivos es otra manera de ser un tirano sin tener cara de Putin. “Los impuestos se revierten en el pueblo”, dicen. Sería precioso si fuera verdad. Si no existiera la corrupción o el clientelismo, ahí van a parar muchos impuestos, no nos tomen por idiotas. En la realidad, buscan que la gente dependa más de su gobernante, que le tengan que dar las gracias ‘por la muleta’. Una cleptocracia consentida e inmoral de la que lamentablemente no es consciente todo el mundo. También porque esos mismos políticos están quitando la capacidad de aprender y de pensar.
No todo el mundo vale para ser libre, ni es tan valiente para luchar por su libertad, incluso contra su propio cuestionamiento moral e ideológico. Por eso, la libertad sobreviene desde el fomento del pensamiento individual, la eliminación de una visión colectivista y una política de oportunidades para el que realmente quiere subirse al famoso tren del progreso. Y ojalá a ese tren se puedan subir los jóvenes más pobres, de los pueblos más pobres y alejados de la capital. Cuando eso sea una realidad, será porque vivimos en una sociedad justa y moral, que no igualitaria (el igualitarismo es injusto por esencia).
El día que ese tren llegue a todos los rincones del país, los populismos desaparecerán junto a sus irresponsables políticos. Ya lo dijo Mark Twain en alguna ocasión: “es más fácil engañar a la gente, que convencerles de que han sido engañados”. Se quien seas, sea como seas, no aceptes nunca de ningún político que no eres capaz de hacer las cosas sin él. Ese día sí estarás muerto.