En las sociedades contemporáneas se prioriza la felicidad como un fin sin importar lo que se deba hacer para hallar la felicidad, al punto que, la educación en general fija como meta la felicidad signada por el placer, y el mensaje que a diario se propala por los medios de comunicación, hoy día copados por las redes sociales mediadas por los influenciadores de la opinión pública en sus diferentes apelativos, “instagramers”, “tiktokeros”, “tuiteros” etcétera, es la búsqueda de la felicidad, el asunto de fondo pasa por qué no se sabe a ciencia cierta: 1. Qué es la felicidad, 2. Cómo ser feliz, y 3. Cómo vivir feliz.
A menudo se confunde la felicidad con aspectos como la risa, el ocio, el placer, la acumulación de bienes y servicios, o simplemente con el hecho de tener bienes suntuosos y deseables, bienes cuya necesidad es cuestionable, sin que la mayoría de las veces, por no decirlo, casi siempre, no son necesarios, verbo y gracia, los zapatos de la marca tal, el vehículo de X cilindraje, o el reloj de la marca de zutano. Así las cosas, la felicidad termina siendo una satisfacción de necesidades que muchas veces no son necesarias, entonces, la felicidad termina siendo un símbolo de estatus social mercantilizado susceptible de cuantificación.
Si se pudiese medir la existencia de un ser humano en momentos de felicidad, se notaría que, aquello que se denomina felicidad es fugaz, breve e instantáneo, cual camino cíclico le sigue a menudo la infelicidad, no puede haber felicidad sin infelicidad; negar la existencia de la segunda sería desconocer la primera. La felicidad es algo tan relativo, cuyo concepto depende de la química del cuerpo, endorfinas, oxitocina, serotonina, aunadas a la sumatoria de valores socio culturales, por ejemplo, para un adicto a los juegos de computador la última versión de un juego puede resultarle felicísima, y para alguien que no le interesan los videojuegos le resulta irrelevante un nuevo software.
Se está confundiendo la felicidad, que no es otra cosa que, una consecuencia de la vida buena, con la vida buena en sí misma. La prioridad humana no ha de ser la felicidad, ya que la felicidad es el resultado de la prioridad humana, manifiesta en lo que lo que los antiguos griegos, entre ellos, Aristóteles (384-322 a.C.), denominaron como La vida buena, aquella basada en una ética que conduce a obrar correctamente. De allí el yerro que hoy se comete, en la medida que se quiere ser feliz a como dé lugar sin importar la ética, como si la felicidad pudiese ser justificada en contravía de los estándares éticos.
En este inicio del año de 2024 de la era cristiana, bien vale la pena invitar a reflexionar para que dentro de los propósitos del nuevo año: La vida buena sea uno de ellos. La vida buena entendida como la vida enmarcada en límites establecidos por una ética en la que la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza al servicio de hacer lo correcto modelen cada uno de los 365 días del año, para lo cual, se requiere empezar por un día a la vez. Sólo por hoy hago lo correcto, y con el nuevo sol me mantendré en ello, sólo por hoy.
La vida buena no obedece a los patrones de consumo comercial y de los ingresos económicos, ni se evalúa por una vida de imágenes y video de redes sociales donde se enmarcan glamour, la apariencia y los lugares de moda, además de los bienes y servicios en furor. La vida buena tiene que ver con una conciencia tranquila al hacer lo correcto en el momento debido, pese a que lo correcto no necesariamente implique lo más popular o lo más atractivo para los semejantes. Muchas veces lo correcto es lo menos apetecido, pero en todo caso, siempre será lo debido.
Uno de mis propósitos para este nuevo año es que mi felicidad sea el resultado de hacer lo correcto, ese es el sentido de la vida buena: Hacer lo correcto. HaShem derrame bendiciones sobre mis queridos lectores y sus Familias.