Petro es el caso más reciente de un izquierdista de América Latina que llega al poder en una ola de descontento social con la clase política, la desigualdad y el estancamiento económico. Desde 2020, esa lista incluye también a Luis Arce en Bolivia, Pedro Castillo en Perú, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile. (BBC, 20 de junio, 2022)
Con la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia, el tercer país más poblado de la región se comienza a robustecer el giro a la izquierda de América Latina, sin saber aun, si Luiz Inácio Lula da Silva llega a la Presidencia de Brasil en octubre de este año. De ser así, veríamos un giro a la izquierda en LATAM (Latinoamérica) que no se veía desde hace 20 años.
Sin embargo, este cambio de tendencia no se puede comparar con lo sucedido hace dos décadas. La primera gran diferencia es la pandemia, la cual evidenció y exacerbó problemas como la desigualdad que se venía gestando desde los años 80, la corrupción tan presente en nuestras democracias, o la crisis de los partidos políticos, los cuales canalizan cada vez menos las demandas de la población.
Por otro lado, como producto de la pandemia, hemos visto que se viene gestando una crisis económica, que algunos economistas tildan como recesión, y que está teniendo impactos en el precio del dólar, el empleo y la crisis alimentaria en la región. Muy distinto a la situación que se vivió a comienzos del siglo XX, donde había una bonanza de las materias primas como el petróleo y el cobre.
Finalmente, si bien hace 20 años se comenzaban a evidenciar los síntomas de la polarización total en el debate público de la mayoría de los países latinoamericanos, no existían los actuales niveles de desconocimiento y agresividad hacia el que piensa distinto. En los años recientes la polarización del debate se ha agudizado siguiendo el ejemplo de Donald Trump, en Estados Unidos, quien sentó el ejemplo para Bolsonaro en Brasil o Rodolfo Hernández en Colombia.
Por ende, el electo presidente de los colombianos tendrá un escenario muy distinto al de comienzos de los 2000, pero en el cual ya se puede identificar una tendencia: el descenso en la aprobación de varios presidentes de izquierda ya en ejercicio. Boric en Chile, Castillo en Perú o AMLO en México aparecen en niveles muy inferiores a los que tenían cuando fueron elegidos.
Como nuevo residente de la casa presidencial colombiana y la primera vez que un presidente de izquierda llega al poder, es importante que Gustavo Petro tome atenta nota de las razones por las cuales algunos presidentes recién electos y de su misma línea ideológica, han descendido tanto en su aprobación.
En el caso de Chile, según biobiochile.cl, un portal de noticias de ese país, el 19 de junio de 2022 salió la última encuesta de Cadem, donde muestra que en sus primeros 100 días Boric promedió una aprobación del 41%, mientras que Michelle Bachelet al inicio de su segundo mandato en 2014 alcanzó un promedio de aprobación del 52%, y Piñera en 2018 anotó un 56%. Así mismo, la desaprobación de Boric aumentó al 54%. Atención presidente Petro, los medios, el sector de izquierda, de centro y de derecha lo medirán semana a semana para encontrar cualquier punto débil en su gestión.
¿Por qué la aprobación de Boric cae? El descenso en las encuestas se da por eventos como la no aprobación en el Congreso del proyecto que buscaba permitir el retiro del 10% de las pensiones (a pesar de la oposición de algunos técnicos), lo cual era muy popular entre los chilenos.
Por otro lado, la corrupción no se ha ido con la llegada de Boric. Giorgio Jackson, el funcionario de más confianza del presidente izquierdista de Chile, protagoniza el primer escándalo de presunta corrupción vinculado a su entorno: el JacksonGate, tras ser señalado por la excandidata a la gobernación de la Región Metropolitana de Santiago, Karina Oliva, –en investigación por fraude– como gestor de financiamiento irregular para las primarias del mandatario.
Chile, a nivel general, es la muestra de una ciudadanía impaciente y con altas expectativas que ha vuelto complejo el oficio de gobernar, sobre todo en un país que vive un profundo proceso de cambios, y con una constituyente en marcha. Esto es un mensaje para Gustavo Petro, quien llega a la presidencia a enfrentar expectativas igual de altas. La población colombiana está esperando cambios profundos (especialmente el ala más radical del Pacto Histórico), y el presidente electo tiene una lección por aprender sobre como cumplir las promesas hechas en campaña.
Andrés Manuel López Obrador – AMLO, en México, según el analista Carlos Bravo Regidor, en febrero de 2019, a los tres meses de desempeñarse en el cargo promediaba una aprobación de 81% y una diferencia entre positivos y negativos de +67. Por su parte, en febrero de 2001, a Fox lo aprobaba el 71% y tenía una diferencia de +55. Mientras tanto, en febrero de 2007, a Calderón lo aprobaba el 64% y su saldo era de +40. Por último, Peña Nieto, en febrero de 2013, contaba con el respaldo del 57% y un saldo favorable de +26. En esta breve historia de la democracia mexicana, se ve que ningún presidente había comenzado con una aprobación tan elevada ni con un balance a favor tan amplio como AMLO.
Un año después, en febrero de 2020, la aprobación de López Obrador estaba 19 puntos por debajo (62%) y el saldo entre su aprobación y desaprobación se redujo 38 puntos (a +29). En el caso de Fox, para febrero de 2002, su aprobación había descendido 21 puntos (a 50%) y la diferencia entre sus positivos y negativos perdió 46 puntos (era +9). Calderón, en febrero de 2008, estaba casi igual: con una aprobación un puntito por arriba (65%) y un saldo positivo dos puntitos por debajo (+38). Peña Nieto, para terminar, había perdido 7 puntos de aprobación (estaba en 50%) y el balance a su favor era 19 puntos más bajo (+7).
En resumen, a 15 meses de haber tomado posesión, López Obrador tenía una aprobación relativamente alta, casi empatada con la de Calderón (62 contra 65%, respectivamente), pero la magnitud de su descenso en cuanto a la diferencia entre quienes lo aprueban y lo reprueban es la segunda más grande, solo menor a la que experimentó Fox (-38 contra -46 puntos).
Esto se explica con episodios como la revelación de que el primogénito de AMLO vivió en una lujosa mansión propiedad de un contratista de Pemex, lo que ha puesto en duda el discurso de austeridad del presidente de la República. Debido a esto, el atributo de ‘honestidad’ del presidente, que estaba en 64 por ciento en noviembre de 2021, cayó a 45 por ciento en febrero, un retroceso de 19 puntos.
Además, el manejo de la crisis derivada de la llamada ‘casa gris’ es un ejemplo de cómo no responder a una situación semejante. Si no se logra esclarecer este tipo de temas y la respuesta que da la Presidencia de México es con ataques a periodistas y organismos de la sociedad civil, la sospecha seguirá flotando y puede dejar a AMLO solo con el respaldo de su voto duro, de los incondicionales.
Si Petro llegase a tener algún tipo de escandalo que empañe su lucha contra la corrupción, es importante evitar actuaciones como las que se presentaron en la alcaldía de Bogotá (muy parecidas a las de AMLO en México), donde ante la imposibilidad de responder a preguntas sobre su gestión o a temas de corrupción, decidió atacar a periodistas y detractores. No importa si no es culpable, es clave disipar cualquier duda, ante el mínimo cuestionamiento a su gestión.
Finalmente, desde Perú, vemos no solo un descenso en su aprobación, sino una crisis absoluta de gobernabilidad. En febrero de 2022, la aprobación de Pedro Castillo, el presidente peruano, cayó del 33% al 25% en solo un mes. Además, el 74% cree que debe convocarse a elecciones generales si el mandatario y la vicepresidenta Dina Boluarte renuncian o son vacados, según la última encuesta de Ipsos Perú para América TV.
“Estoy aprendiendo cada día”, ha asegurado el presidente de Perú en varias entrevistas. Una forma tácita de admitir errores y de prometer mejoras para los cuatro años y medio de gobierno que tiene por delante. Sumado a su particular forma de excusar sus errores, Guido Bellido, investigado por apología del terrorismo, estuvo al final menos de tres meses en el cargo de jefe de gabinete, y el ministro de Exteriores, Héctor Béjar, acorralado por viejos ataques a las fuerzas de seguridad, no duró ni siquiera un mes.
La torpeza política de Castillo quedó en evidencia también con la facilidad de lobistas de reputación dudosa para beneficiarse del Gobierno e incluso con la elección de su propio secretario presidencial, Bruno Pacheco, al que un fiscal encontró varios miles de dólares en efectivo, ocultos en un baño del mismo Palacio de Gobierno.
Mas allá de las causas de las salidas por corrupción de personas cercanas al presidente, lo importante en el espejo peruano, es evitar el alto número y constante salidas de funcionarios de sus cargos. Es de conocimiento general que el ex alcalde de Bogotá recibió bastantes cartas de renuncia y cambió varios funcionarios durante su gestión en la capital colombiana, lo cual tuvo un impacto en la estabilidad de la administración y puso en duda la capacidad de Gustavo Petro como líder y gerente. El nuevo presidente debe estar consciente que, al ser momentos tan complicados y turbulentos, debe proyectarse una imagen de absoluta seguridad, responsable y calma en la administración del país.
Gustavo Petro, al ser el primer presidente de izquierda en Colombia, con propuestas progresistas y representando a sectores históricamente excluidos, se espera que lidere un cambio real, el cual ponga el medio ambiente en el primer renglón del interés nacional, y haga de la sociedad del conocimiento el vehículo para el crecimiento económico, justo como lo dijo en su campaña. Las expectativas son mayúsculas.
Por otro lado, quienes no lo eligieron harán una veeduría tan rigurosa que aprovecharán la más mínima falla, el más mínimo error, cualquier palabra tomada fuera de contexto, del presidente electo o de cualquiera de sus funcionarios (sin importar el cargo), para hacérselo saber a toda la población y capitalizar eso errores electoralmente.
El presidente Petro debe ser muy distinto al alcalde Petro. Debe aprender de sus errores de gestión, debe respetar los órganos control, evitar confrontaciones con la prensa, y cumplir con sus promesas de campaña, pero, sobre todo, debe saber manejar el rígido establecimiento colombiano, y trabajar con este, para hacer sus reformas sin prisa, pero sin pausa.
El presidente electo de Colombia tiene un espejo en Latinoamérica, el cual sirve para evitar cometer los mismos errores que AMLO, Boric o Castillo, quienes llegaron al poder con las expectativas igual de altas, pero han cometido faltas graves que han opacado su gestión.
PD: Igualmente, el líder del Pacto Histórico debe estar consciente que de él depende si la izquierda se consolida a futuro como una opción real de poder. Es decir, son sus resultados en la Presidencia de la República, facilitarán o no que el movimiento alternativo se convierta en huésped regular de la Casa de Nariño, con bases sólidas, con senadores, representantes a la cámara, gobernadores y alcaldes. Es una tarea clave la del Sr. Petro.