Lecciones del 21 de enero

Por: Oscar Sevillano


El Distrito acaba de estrenar un protocolo para hacerle frente a los momentos de tensión en una manifestación en las calles o avenidas de Bogotá. Este procedimiento establece unos pasos que a mi modo de ver son los más coherentes, si lo que se quiere es evitar enfrentamientos entre los marchantes y la policía. El problema es que en la capital y en el resto del país nos acostumbramos a ver las marchas como un tema de orden público que merece ser atendido con bolillo y tanquetas del ESMAD, nos va a costar mucho tiempo entender lo necesario que era este cambio.

Me da la impresión de que algunos grupos en la manifestación pasada, especialmente los de la Universidad Nacional en Bogotá y de la Distrital, pensaron o creyeron que los nuevos protocolos que impiden la acción del ESMAD como primera medida, les daba licencia para cometer desmanes y destruir todo lo que encontraban a su paso.

Craso error, que además demostró que la ciudadanía marchante también debe poner de su parte si en realidad quiere o desea protestar, sin que sus derechos les sean vulnerados y para que no queden ni muertos ni heridos como resultado de los enfrentamientos con la policía.

Por supuesto que la policía debe actuar cuando la situación en una marcha se sale de control, porque se debe impedir que la propiedad privada y el resto de ciudadanos resulten afectados por cuenta de un grupo de desadaptados que piensan o creen que la mejor manera de demostrar su inconformidad con un Estado que ha creado una especie de No Futuro para los jóvenes, es destruyendo lo que tanto ha costado construir.

Sin embargo, también es cierto que primero se deben agotar las instancias de diálogo, porque la acción de una fuerza de choque como el ESMAD debe ser justificada. Este escuadrón no puede llegar a repartir bolillo y disparar gases lacrimógenos o armas no letales que pueden causar daños lamentables sobre la vida de alguna persona. Hechos como el que terminó con la vida de Dilan Cruz no deben repetirse.

Otro que debe poner de su parte y cambiar el chip, es el periodismo nacional, que en primer lugar desvía la atención sobre las acciones destructivas de jóvenes desadaptados y deja de informar sobre las razones que tienen quienes convocan a las manifestaciones y de la ciudadanía que de manera espontánea protesta de manera pacífica. En segundo lugar, debe también buscar las razones por la que joven estudiante acude al vandalismo como medio para demostrar sus inconformidades con el manejo de lo público, en lugar de preguntar por lo que osadamente se ha llamado o se denomina “infiltrados en las marchas”, esperando que alguna autoridad responda que son enviados o contratados por el ELN, el MRP o las disidencias de las FARC.

Por otro lado, tiene razón el alcalde de Medellín cuando asegura que las marchas en el país se están saliendo de madre, pero que pena señores, no se están saliendo de madre por culpa de las autoridades locales, sino por la indecisión del presidente de la república, quien en lugar de buscar y proponer soluciones que busquen calmar las insatisfacciones que hoy tienen muchos colombianos en todo el país, ha preferido armar tarima para un diálogo entre sordos, donde se habla y se habla pero no se llega a nada.

El único responsable de que esto se calme o se salga de madre se llama Iván Duque, y es a él a quien le corresponde solucionar las falencias que hoy tiene el país. La protesta no es contra los mandatarios locales, es contra el Estado y contra el Gobierno Nacional.