Los Indígenas, condenados al exterminio

En memoria de los comuneros Nasas masacrados en Tacueyó, municipio de Toribío.


Bibiana-Bello

Bibiana Bello

El pueblo Nasa históricamente ha sido un referente de empoderamiento y resistencia dentro del movimiento indígena colombiano, en la cosmovisión Nasa, una de las nociones más enraizadas es la de que todo lo que existe en el universo y especialmente en sus territorios, está compuesto por tres mundos, el de abajo, la mitad y el de arriba; que simbolizan en su orden: vida, movimiento y relación. Por esta razón plantas, montañas, ríos y especies tienen que equilibrarse entre sí para que se preserve la vida.

La palabra Nasa según la traducción lingüística significa “sentir con el corazón la palabra de los mayores”, y si algo han hecho los comuneros a lo largo de la historia es reivindicar su etnia y mantener vivo el legado de uno de sus hombres insignes; Manuel Quintín Lame Chantre, uno de los pioneros en la lucha por la formalización de tierra y la defensa de los derechos de los indígenas, lucha que parece no tener fin. Hoy pasados 52 años desde la muerte de Lame Chantre, las comunidades ancestrales del departamento del Cauca, continúan viviendo con la ausencia total del Estado, que no muestra voluntad para atender los reclamos de las comunidades indígenas, que puntualmente claman el cumplimiento del Acuerdo de Paz, que puso fin al conflicto armado librado por más de cinco décadas entre las FARC y el Estado, dicho incumplimiento por parte del gobierno del Presidente Iván Duque, ha puesto en riesgo la supervivencia de su pueblo, que en la actualidad enfrenta una situación incluso peor que antes de la firma de la paz.

El martes 29 de Octubre, la violencia irracional de la columna móvil Dagoberto Ramos, cegó la vida de cinco de los miembros de la comunidad Nasa, que se resiste a ser dominada por la violencia, allí en el territorio indígena de Tacueyó, vereda La Luz, en el departamento del Cauca, fueron masacrados, la autoridad Ne’jwe’sx Cristina Bautista y cuatro Guardias Indígenas: Asdruval Cayapu, Eliodoro Finscue, José Gerardo Soto y James Wilfredo Soto, el domingo 3 de Noviembre, La Guardia Indígena, recibió tres atentados, en la zona rural de Toribío, allí fue asesinado otro de los comuneros Nasa, Jesús Mestizo, nombres y apellidos que representan una cifra más para el Estado colombiano, pero que encarnan la crueldad con la que se aniquila a diario a los indígenas de Colombia, que conocedores de la tragedia de la guerra decidieron apostarle a la paz, con la esperanza de que la muerte no volviera a rondar en sus territorios, ilusión que se esfumó entre las promesas del gobierno y la realidad del posacuerdo en territorio, solo en catorce meses de gobierno Duque, ciento treinta y uno indígenas han sido asesinados, ante la mirada cómplice de un Estado al que la muerte se le volvió costumbre.

Si bien los pueblos ancestrales del Cauca, siguen a la espera de la sustitución de cultivos ilícitos consensuada y el fortalecimiento de la cadena productiva que anteriormente montaron entre cabildos, la mayoría de la población se dedica a la siembra de los cultivos lícitos, años atrás cuando entendieron que la burocracia y la corrupción eran los pilares de los gobiernos de turno, se unieron para sembrar café, cereales, hortalizas, crearon empresas comunitarias; que pese a las dificultades en la comercialización siguen adelante con la producción de lácteos y jugos, asociaciones que requieren de transformaciones, motivo por el que le exigen al Estado, honrar la palabra empeñada en El Acuerdo de Paz y generar los recursos que consoliden los proyectos productivos, porque su economía se ve asfixiada por las dificultades que sufren a la hora de transportar sus productos, desde los cabildos hasta las ciudades cercanas, donde las vías han sido construidas por ellos mismos apunta de recebo y madera; la demanda para que se fortalezca su economía no es nueva, pero pasados los años su seguridad y soberanía alimentaria debido a las dificultades de comercialización se ha vuelto critica.

Los grupos étnicos del Cauca, siempre ha quedado inmersos en medio del conflicto armado, pero se dice que hoy por hoy, hay una gran diferencia en el actuar de los grupos armados que operan en la región, antes las autoridades indígenas, con bastón en mano, acompañados de los miembros de La Guardia Indígena; institución no armada, que busca preservar el territorio, iban por los rincones de sus regiones, haciéndole frente a los violentos, buscando espacios de diálogo y concertación con sus victimarios, así lograron hablar con comandantes y jefes de estructuras armadas; pero ahora no hay cabezas visibles, existen por lo menos seis grupos delincuenciales, que van sembrando terror a su paso y que quieren apoderarse del negocio del narcotráfico y el control de territorios ancestrales. En ese escenario convulsionado que se vive en el Cauca, que ha enfrentado dos masacres en menos de una semana, la respuesta desde la Casa de Nariño, parece una burla a la inteligencia ancestral, los anuncios de Duque, de enviar 2500 militares de una fuerza élite, en cuarenta días; para combatir a los disidentes de la extinta guerrilla de las FARC, se enmarca una vez más en medidas coyunturales, que no prometen atacar el problema de raíz; pero que si suponen como lo han expresado las autoridades indígenas, una nueva espiral de violencia y abusos; las viejas prácticas de un gobierno ya de por si desgastado, fracasarán nuevamente porque la multiplicación de economías ilegales, no se combate solo con presencia de Fuerza Pública, sumado a la desconfianza de los colombianos en el Ministro de Defensa, Guillermo Botero, que se ha mantenido en su cargo a pesar de los escándalos que han ocurrido durante su periodo como jefe de esta cartera, que van desde la nuevas órdenes de ejecuciones extrajudiciales que estaría impartiendo la cúpula de FFMM, la ejecución extrajudicial de Dimar Torres, excombatiente de las FARC en Catatumbo y el asesinato del defensor de derechos humanos Jair Trompeta Paví, integrante de la Asociación de Trabajadores Pro-construcción Conas de Reserva Campesina de Caloto (Astrazonacal), en Corinto.

Parece que la institucionalidad, no ha entendido las justas demandas de los Nasas, que seguirán de luto, porque el asesinato de los miembros de su Guardia Indígena, marca una herida profunda y una desarmonía familiar, territorial y social al interior de su cultura. Las enseñanzas de las luchas que han librado por décadas las etnias, deberían tener repercusiones en el grueso de la sociedad colombiana que vive en las ciudades y que han condenado al olvido a los pueblos indígenas, poblaciones que se resisten a desaparecer, que llevan más de cuatro siglos exigiendo se respete su identidad, tradiciones, actividades económicas, culturales y su territorio; significado de su existencia, zonas concedidas a empresas mineras y a gamonales que se instalan con sus grandes proyectos agropecuarios sin el consentimiento de los indígenas. Por eso ante la indiferencia del Estado colombiano, acuden a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la ONU para que se logre garantizar sus derechos humanos, que quedaron consignados en la Constitución Política, promulgada en 1991, pero que no se han logrado materializar.

La extinción de un pueblo indígena, representa una pérdida enorme para la humanidad, cuando una lengua desaparece, mueren también los saberes ancestrales, la cultura y otras formas de entender el mundo. Ojalá seamos capaces de reconstruirnos como sociedad y en esa búsqueda de la reconciliación que tanto anhelamos, logremos combatir esa enfermedad bautizada por la sabiduría Nasa, como “la enfermedad de matarse entre sí”, desde la cosmogonía Nasa, no existe una razón suficiente que justifique el acto de matar a una persona, “esta es una enfermedad que no padecen los demás seres de la naturaleza, porque la única especie que se mata a sí misma es el ser humano”.

@bibiana_be