Por: Bibiana Bello
Con la firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una paz Estable y Duradera, que logró poner fin a más de cinco décadas de conflicto armado en Colombia, acuerdo suscrito el 24 de noviembre de 2016, el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo FARC, ilusionaron a millones de colombianos con la apertura de un país distinto, hoy la falta de compromiso político y el retraso de la implementación de dicho acuerdo, por parte del Gobierno del Presidente Iván Duque, no amilana el ánimo de quienes aún seguimos creyendo, en que la paz es el único camino para nuestra nación, sin embargo el sueño de que las mujeres no siguieran pariendo hijos para la guerra, sigue siendo un utopía.
Recién llegaron los firmantes del Acuerdo de Paz a las 19 Zonas Veredales Transitoritas de Normalización (ZVTN) y a siete puntos transitorios de normalización (PTN), distribuidos en 14 de los 32 departamentos de Colombia, muchos periodistas fuimos testigos presenciales del arribo de cerca de 6.900 excombatientes de la guerrilla, de los cuales se estima el 32% fueron mujeres, para la última semana del mes de agosto del 2017, en el cubrimiento periodístico realizado en ese entonces, para la radio pública de Colombia, quien firma este artículo, habló con mujeres excombatientes del Frente 21 de las FARC, que llegaron a la vereda El Oso, en Gaitania, sur del Tolima, en esos archivos de entrevistas, que almacenan la memoria de mi computador, hoy en la conmemoración internacional del día de la mujer, cobran validez los testimonios de mujeres entre 21 y 40 años de edad, que ante la pregunta clichesuda de cómo llegaron a las filas de las FARC, relataron sus historias, con la única pretensión de hablar desde la verdad, esa que cuentan quienes han sobrevivido a una guerra despiadada.
La historia que aún retumba en mi cabeza, es la de un par de hermanas, que cansadas de las palizas que recibían de su padrastro, decidieron irse de su casa, Geraldín y Marcela con 17 y 18 años de edad respetivamente, ambas crecieron cerca a la rivera del Río Meta, recuerdan que su casa era paso obligado de algunos frentes de las FARC, que transitaban frecuentemente la región, así fue el primer contacto que tuvieron con la guerrilla, los comandantes y guerrilleros golpeaban a la puerta y le pedían a los pobladores llenar de agua sus cantimploras, el día que tomaron la decisión de irse, recuerdan que vieron a algunas mujeres con uniforme, con largas cabelleras y trenzas sostenidas por unas gomas de colores, combinadas con chaquiras y un fúsil cargado de medio lado, Marcela le preguntó si se podían ir con ellas y ante la negativa de las guerrilleras, tuvieron que quedarse, a los 15 días una parte de la tropa retornó y esa vez las dos hermanas volvieron a insistir, de esa manera lograron ingresar a las FARC, sin la mínima idea de que pasarían 8 años de sus vidas en combates, pero con la certeza, de que jamás su padrastro volvería a violentarlas. Pero Geraldín y Marcela son solo un caso de la tragedia producida por la violencia, las mujeres representan un grupo particularmente impactado por el conflicto armado, conflicto, que aunque parecía haber quedado en el pasado, transcurridos dos años de la firma de la paz reaparece de otras maneras, esa violencia sigue tocando la cotidianidad de las mujeres, especialmente campesinas, afrocolombianas, indígenas y excombatientes de las FARC, que arriesgaron todo por implementar la paz, por oponerse a los intereses de los grupos armados, que llegaron a copar las zonas a las que el Estado no ha querido llegar de manera integral con instituciones civiles y servicios básicos.
Sombrío post acuerdo para las mujeres en Colombia
Desde la firma del Acuerdo de Paz, el número de mujeres defensoras de derechos humanos asesinadas, ha ido en aumento, en la primera mitad del 2019, las mujeres asesinadas representan casi el 20% del total de defensores asesinados, lo que demuestra según el informe presentado por el Relator Especial de las Naciones Unidas, sobre la situación de los defensores de derechos humanos en Colombia, Michael Forst, que hay un incremento sustancial respecto a los años anteriores y es que no solo lo dice la ONU, según las cifras de la Defensoría del Pueblo hasta el 17 de mayo del 2019, 58 defensoras de derechos humanos fueron asesinadas, las lideresas sociales y comunales además, son objeto de violaciones específicas de género y sus familias se han convertido en el blanco de ataques.
Asesinatos, amenazas, desplazamientos, ataques y violaciones a los derechos humanos que reflejan la situación actual de las mujeres en el país, en el marco del post acuerdo, la Organización Nacional Indígena (ONIC), indica que 91 mujeres de los pueblos Nasa, Wayúu, Embera Chamí, Awá, Wounaan, Yukpa, Embera Dóbida, Embera Katío y Pijao, han sido amenazadas desde la firma de la paz, solo en la zona del Cauca 20 mujeres asociadas a cabildos indígenas, pertenecientes a los 7 municipios que componen la región, fueron asesinadas en los últimos 2 años.
A su vez la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), indica que los ataques a la libertad de prensa, han aumentado, hasta el 4 de octubre de 2019, se registraron 329 violaciones a la libertad de prensa, 79 contra mujeres periodistas que trabajaban sobre temas de derechos humanos y corrupción, esta violencia exacerbada también la sufren las mujeres sindicalistas, el informe de la Escuela Nacional Sindical revela que desde la firma del Acuerdo del Acuerdo, las violaciones a la vida, libertad e integridad, cometidas contras las mujeres sindicalistas incrementó, 14 homicidios, 85 amenazas, hostigamientos, atentados, allanamientos ilegales, desaparición, desplazamiento forzado, secuestro y tortura, hacen parte de los 122 casos registrados.
Y mientras esperábamos un pronunciamiento de Duque, que reconociera o si quiera mencionará los riesgos que tienen las mujeres en las zonas apartadas de Colombia y reafirmará su compromiso con las 4.486.364 mujeres víctimas del conflicto armado, que siguen esperando la materialización de la paz, Duque escribió en su cuenta de Twitter, que “se sentía muy orgulloso de las mujeres colombianas”, evidenciando de nuevo su desconexión absoluta con el país y es que sobra mencionar que no necesitamos un Presidente que se sienta orgulloso de nosotras, necesitamos que el gobierno liderado por el Jefe de Estado tome acciones reales para que los casos de feminicidio, no sigan en la completa impunidad, para que a las madres campesinas no les sigan arrebatando a sus hijos, niños y niñas reclutadas forzadamente por los grupos paramilitares en Sucre, para que las maestras no sigan en medio del fuego cruzado en las escuelas, como sucede actualmente en la región del Bajo Cauca, Antioquia y Sur de Córdoba, a donde están llegando los violentos para llevarse a los jóvenes y para que se proteja a las mujeres indígenas y afrocolombianas, que se oponen a los proyectos extractivos en sus territorios, nadie del gobierno Duque posee la autoridad moral para saludar a las colombianas en el marco del día internacional de mujer, porque pesé a la tragedia que vive la población femenina, nadie en el gabinete ha mostrado una posición importante, ninguno ha tenido la valentía de levantar la voz en contra de lo que está sucediendo, ya escuchábamos en los días pasados a la ministra del Interior Alicia Arango, decir que “Hay más muertos por robo de celulares que por defender los derechos humanos”, falacias que legitiman la violencia ejercida en contra de las defensoras y lideresas sociales, mujeres que trabajan por la reivindicación de nuestros derechos, que le han dado voz a los reclamos por la igualdad, que demandaban desde años atrás otras mujeres, que fueron silenciadas por los violentos, a diferencia de los altos funcionarios nombrados por Duque, las mujeres entendimos que la construcción de un país en paz, depende de las garantías de una educación abierta, sin prejuicios y que solo seremos felices el día que no falte ninguna.