En la región del Sahara Occidental se libra una guerra en diferendo por la soberanía sobre el territorio.
El Sahara, una vez declarado colonia española en la conferencia de Berlín de 1885 -cuando los países europeos se repartieron a regla los derechos coloniales en África-, fracturó la unidad de Marruecos que ejercía soberanía en el territorio. Socavó también “la Siba”, un término árabe que se refiere a una situación de autonomía o gobierno local en el que vivían las tribus saharauis antes de la colonia.
A finales de la década de los 60, surge el Movimiento Nacional de Liberación Saharaui como un acuerdo entre varias tribus locales por la descolonización. Frente a la represión militar del movimiento por parte de la Legión española del gobierno de Francisco Franco, en 1973 se conforma el Frente Polisario con vocación independentista y principios socialistas, inspirándose en la guerra de independencia de Argelia. Siguiendo el modelo de guerra de guerrillas contra el gobierno colonial, el Polisario instaura el Ejército de Liberación Popular Saharaui como su brazo armado, con la dotación armamentística de la Libia de Gadafi.
En octubre de 1974, Marruecos remite el tema del Sáhara Occidental a la Corte Internacional de Justicia, que emite una opinión consultiva no vinculante favorable a Rabat, basada en “vínculos históricos” entre Marruecos y las tribus que habitan la región. Al año siguiente, debido a la presión internacional, por un lado, y a los ataques militares del Polisario, por el otro, España finalmente declina su administración del Sahara Occidental en 1975. Con el Acuerdo de Madrid, El Sahara occidental quedaba repartido entre Marruecos y Mauritania, convirtiéndose estos en el nuevo adversario del Polisario en su camino independentista. De esta manera se desató una guerra en rebeldía, iniciando así un conflicto armado contra Marruecos y Mauritania conocido como “La Guerra de las Arenas”, enarbolando el derecho a la autonomía de los pueblos.
El control territorial por parte de Marruecos, durante el reinado de Hassan II en 1975, se hizo primero de manera civil, con la Marcha Verde en la que durante cinco días peregrinaron 350.000 ciudadanos en una serie de movilizaciones auspiciadas por Estados Unidos y Francia; luego de manera militar, con operativos tierra y aire que dieron lugar al éxodo y exilio de miles de personas, auspiciadas por el Frente Polisario, quienes finalmente terminarían estableciendo los campamentos de refugiados en Tinduf, en Argelia.
Por otra parte, el 26 de febrero de 1976 el Polisario proclama la constitución de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Poco tiempo después, Mauritania reconoce que no está en condiciones de mantener una presencia institucional y control de la seguridad en los territorios, y desiste de sus pretensiones, firmando el Acuerdo de Argel con el Frente Polisario en 1979. De esta manera, el Polisario comienza una carrera diplomática, en aras de lograr legitimidad mediante el reconocimiento de la RASD por otros Estados, incluso es admitida en la Organización para la Unidad Africana (OUA).
La Guerra de las Arenas recibió su nombre debido al terreno desértico en el que se desarrollaron muchas de las batallas. Marruecos utilizó su fuerza militar para avanzar en el territorio saharaui, mientras que el Frente Polisario respondió con tácticas de guerrilla y resistencia. La presencia y control territorial por parte de Marruecos se fue consolidando entre 1980 y 1987, en numerosos enfrentamientos armados y tensiones a lo largo de la frontera entre Marruecos y el territorio reclamado por el Frente Polisario, y con la construcción de un muro de arena que delimitaba las posiciones ganadas, dejando 5 puntos de paso controlados por el ejército marroquí para garantizar el flujo de bienes comerciales y gente.
Esta dinámica de ocupación, control, repliegue, y combates se extendió hasta el año 1991, fecha en la que se logró un alto al fuego con una propuesta de la Organización para la Unidad Africana, que fuera retomada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Con este acuerdo, entre otras cosas, se constituyó la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO) con dos propósitos: i) preparar una consulta ampliada sobre los intereses de los pobladores del Sahara Occidental y, ii) supervisar el alto al fuego.
La cuestión parece elemental, pero el diablo está en los detalles. La propuesta del referéndum, en principio aceptada por Marruecos y por el Polisario, nunca llegó a celebrarse por no poder lograr un acuerdo entre quiénes deben participar, es decir, con qué censo se debe convocar. La postura de Polisario es emplear el censo español de 1974, y la de Marruecos es que se debe censar el total de los habitantes del Sahara Occidental en el momento del referendo. A esto se suma la disputa por el papel que deben jugar (y la capacidad de representación legítima) las autoridades tribales, o la constitución de facto una institucionalidad burocrática en los campamentos de Tinduf, que ejercen un tipo de gobierno estatal.
Aquí se hace necesario diferenciar entre el Frente Polisario y el pueblo saharaui, ya que varias narrativas han intentado asumir tendenciosamente lo uno por lo otro. El Polisario es un movimiento político y armado que reclama la independencia del Sáhara Occidental, mientras que el pueblo saharaui se refiere a todos los habitantes de esta región, que pueden tener opiniones políticas diversas, incluso, pueden ni siquiera vivir allí, pero tener sus orígenes en la región. Al fusionar las dos entidades, existe el riesgo de generalizar y estigmatizar a la población saharaui.
La situación actual es de estancamiento político, con el Frente Polisario controlando parte del territorio del Sahara Occidental y Marruecos ejerciendo control sobre la mayor parte de la región. Según la ONU, el territorio controlado por el Frente Polisario no es reconocido como una entidad soberana, sino que es considerado como una zona de “no man’s land” o tierra de nadie.
En el año 2020, con ocasión de un debate en el Consejo de Seguridad de la ONU acerca de si renovar o no el papel de la MINURSO, el Polisario dinamiza una serie de movilizaciones en uno de los pasos de extramuros, en Guerguerat. El gobierno de Marruecos, en la madrugada del 13 de noviembre, realiza un operativo para reprimir el bloqueo causado por unos 50 manifestantes. Finalmente, el Polisario da por terminado el alto al fuego y decreta el “estado de guerra en todo el territorio”. Así hasta el sol de hoy.
Así las cosas, el espectro de resolución del conflicto versa entre reconocer o no la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, o reconocer la independencia o no de la República Árabe Saharaui Democrática, y de ahí, la respectiva delimitación de fronteras. La propuesta por parte del Estado de Marruecos es constituir un espacio de gobierno autonómico sin secesión, un a modelo medio camino entre un Estado centralista y uno federal, a la usanza en España con las Comunidades Autónomas, por ejemplo, en que comunidades históricas (como Cataluña y País Vasco) tienen un margen de autodeterminación y autogestión sobre ciertos aspectos de gobierno, bajo unos parámetros nacionales. Pero las propuestas no son en blanco y negro: asumir el modelo de comunidades autónomas y el de la constitución de un Estado independiente (propuesta que se desdibuja en la práctica) requiere desarrollar las instituciones y el modelo económico; el planteamiento de políticas fiscales, sociales, y hasta culturales; discutir el esquema de seguridad y defensa, los Asuntos Exteriores, etcétera.