Masculinidad femenina

Es una época difícil para ser hombre y especialmente si se es hombre masculino. Grupos de interés elevan día a día acciones para eliminar la masculinidad como característica natural del hombre. Labor en la que medios de comunicación, redes digitales, Gobiernos, activistas sociales e incluso algún sector de la misma academia, gestora de muchas “correcciones” pero también de muchas “incorrecciones”, hacen coro al unísono para que así sea y esa masculinidad sea traslada a las mujeres. En el fondo, todo conduce a la falacia que, los grandes males de la humanidad y entre ellos, la inveterada exclusión de la que fue sujeto la mujer, se deben a lo masculino, y la mejor forma de remediarlo es castigándolo: ¡Qué la masculinidad sea cada día más femenina y la feminidad cada día más masculina para anular lo uno y lo otro! y dar paso a una nueva forma sin diferencias naturales. No se puede permitir la polaridad masculino-femenina. Uno de los fallos gigantescos propios de la actual crisis de la civilización es la búsqueda de igualitarismo biológico; no la de la igualdad justa, justificada, necesaria e imperiosa en derechos y deberes para ante la ley que ya es un logro en casi todos los Estados, si no la igualdad biológica antinatura por vía de discurso.

A partir del pensamiento igualitarista se pretende combatir la naturaleza dual de lo masculino-femenino por simple catálogo legal o vía de sesudos intelectuales y políticos populistas, lo que resulta a todas luces contradictorio porque abogan a gritos y por la vías de hecho por modelos de vida saludables, defensa del ambiente,  de los animales no humanos pero al mismo tiempo degradan lo que es natural, verbo y gracia, defienden el derecho a humanizar perros y gatos, a comer libre de químicos, a proteger el agua, pero defienden el aborto, la pederastia y “el derecho” a socavar ser hombre masculino y mujer femenina. Virilizar a la hembra y desvirilizar al varón les resulta imperativo moral; empero la virilidad es una característica naturalmente masculina y la feminidad es una característica naturalmente femenina. Es aberrante pretender quitar al varón su naturaleza masculina para impostarla sobre la mujer.

Para lo anterior se ha construido un argumento que parte de falsos postulados, como pontificar que la violencia y el maltrato son exclusivamente rasgos masculinos y que las féminas han sido siempre víctimas del quehacer del macho, y la mejor manera de enmendarlo, y de hacer justicia, es intercambiar roles, hombres que puedan comportarse como féminas y mujeres que puedan comportarse como machos. El resultado, un esperpento: “La fémina machificada” como modelo social.

Es urgente que la educación básica primaria vuelva a ser para niños y niñas por separado, especialmente en la infancia para que niños y niñas puedan ser libres de imposturas antinaturales. Se requiere varones educando varones y mujeres educando mujeres, tanta intersexualidad ha contribuido a que la gran mayoría de hombres de las nuevas generaciones sean hombres desmasculinizados, hombres emocionales, sin carácter, sin fuerza moral, enclenques y débiles por más que ostenten músculos hechos en gimnasios, sin sentido de la Patria y de los valores familiares. Cada vez las nuevas generaciones de hombres son más débiles y las de mujeres más fuertes. No se trata de que la mujer no sea fuerte, puede serlo, pero sin perder su feminidad y su naturaleza que viene a compensar necesariamente al varón. Quieren imponer a como dé lugar una nueva retórica sobre la naturaleza, como si la genética y la condición biológica no pesaren y fueren menos relevantes que la condición mental. Esta nueva ideología conducirá al varón a autopercibirse mujer así el cuerpo esté pletórico de testosterona, y a la mujer a autopercibirse varón así el cuerpo esté rebosante de estrógenos.

Estas líneas pueden resultar impolíticamente correctas en tiempos de progresismo oficial y destrucción de la familia como célula básica de la sociedad, no se trata de misoginia, ni de estilar nada contra las mujeres, se trata del ejercicio libre de la libertad de pensamiento y de expresión aunado a un acto de amor al semejante y a la vida. De abogar por el curso natural de la condición humana al aceptar que hombre y mujer se complementan no sólo desde la biología, también desde su energía vital y la espiritualidad. Para concebir vida se requieren células masculinas y femeninas, no basta con unas u otras. Los humanos creen que por proteger lo que algunos llaman Pachamama y a los que llaman hermanos mayores y menores, desbalanceando el equilibrio entre lo masculino y lo femenino van a ser más naturales. ¡Cuán equivocados están! La humanidad está en una profunda crisis y parte de la crisis es el querer castigar al hombre arrancándole su masculinidad para entregarla a la mujer.  Se requieren más hombres masculinos, pero también más mujeres femeninas, entonces volverán a anidar la estética, la belleza y lo sublime.  Lo demás es un discurso antinatura propio de un tiempo que en el que tanta ciencia y cultura encandilan. Son tiempos de un nuevo oscurantismo, el oscurantismo sapiocultural.