En la era de la información, los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la configuración de la opinión pública y en la movilización ciudadana. Esta influencia se evidencia a través de múltiples teorías del campo de la comunicación y la gestión de la memoria colectiva. Además, eventos recientes, ponen de manifiesto la relación directa entre los medios, la sociedad y los movimientos sociales.
La semana pasada, Bogotá fue escenario de la llegada de centenares de indígenas provenientes del Cauca, la Guajira, el Catatumbo, el Amazonas y otras regiones del país para participar de la jornada de movilizaciones convocada en apoyo al Gobierno Nacional. La organización indígena señaló que sus objetivos eran marchar para reclamar por sus derechos, el cumplimiento de los acuerdos, insistir en mejores condiciones de accesibilidad a derechos básicos en los territorios y rechazar el incremento de los asesinatos de sus líderes por actores armados.
Tan cruel es su realidad, que según denuncias del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) a lo largo de este año han sido asesinados 110 líderes sociales en 23 departamentos del país incluyendo a Bogotá, siendo 23 los líderes indígenas caídos por cuenta de este flagelo, lo que los convierte en uno de grupos más golpeados por la racha de violencia que azota al país.
Las cifras son alarmantes y hacen parte del recrudecimiento de la violencia que asfixia a Colombia. Las amenazas y los ataques son el pan de cada día mientras que ciudadanos, las autoridades, grupos minoritarios y organizaciones reclaman mayor presencia del Estado y acciones contundentes para recuperar el tejido social en el casco urbano y las zonas más vulnerables. Así, las marchas constituyen el mecanismo elegido por distintos sectores para clamar por atención y escucha.
Las movilizaciones que vivió en Bogotá, se desatacaron por la presencia de más de 14 mil indígenas que marchaban pacíficamente, lanzaban arengas por las calles con banderas pintorescas, pancartas alusivas a las reformas, al derecho al trabajo, la paz y la educación como el arma más poderosa para el desarrollo territorial.
Sin embargo, en medio de las manifestaciones, integrantes de la minga indígena tomaron de forma abrupta las instalaciones de un reconocido medio de comunicación al norte de la ciudad, hecho que desató una oleada de rechazos e indignación por parte de periodistas, políticos y la sociedad en general. La irrupción en las instalaciones sucedió al medio día, generando afectaciones en el mobiliario de la edificación y dejando a muchos trabajadores atemorizados.
Si bien, todos los integrantes de la sociedad tenemos derecho a salir a las calles amparados por nuestra Constitución para alzar la voz por causas con las que nos identifiquemos, o cuando algo no nos parece correcto o es injusto, la violencia y sus actuaciones, venga de donde venga, debe ser rechazada enfáticamente porque en esencia, solo reafirma el historial de sangre y división que marca nuestra historia como nación.
La libertad de prensa y la libertad de expresión son esenciales para vivir en una ciudad democrática. Todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones y creencias sin agredir, sin violentar, y por supuesto que esto incluye a los medios, a las comunidades y grupos que, curiosamente, reclaman por su lugar en medio de la sociedad.
La teoría de las masas, desarrollada por pensadores como Gustave Le Bon y Sigmund Freud, sostiene que las personas, cuando se agrupan en multitudes, pueden ser influenciadas de manera significativa por líderes, discursos y eventos mediáticos. Los medios de comunicación, al llegar a amplios segmentos de la sociedad, tienen el poder de moldear las opiniones y la conducta de las masas.
Tal vez sería bueno empezar a reconocer que Bogotá no es el centro de Colombia y que existen otras regiones que necesitan con urgencia de la presencia del Gobierno Nacional y no su indiferencia, así como entender que la violencia no es opción, no es el camino, no es el medio y mucho menos la estrategia para conseguir una paz que nos cobije a todos por igual.
Por: Christhian David Barboza, director de Comunicaciones, Universidad de América.