La historia esmeraldera esta marcada violencia y grupos al margen de la ley. Aunque nuestra riqueza es incomparable en esmeraldas, esta no se refleja ni en Boyacá, su principal productor, ni en el resto del país. Se pensaba que las aguas turbias del sector eran cosa del pasado, pero el sicariato del esmeraldero Pedro Aguilar revivió los fantasmas. A pesar de esto, la reciente subasta internacional anual de esmeraldas organizada por Fura Gems ofrece esperanza. Este evento no solo generó ventas por más de US$35 millones, sino que rentablemente pago IVA y regalías. Se requiere transformar el sector, la informalidad lleva frenando su desarrollo, debe convertirse en un gran negocio a pesar de las fuerzas que no dejan.
Colombia es la potencia mundial de esmeraldas, seguida por Zambia, Brasil y Rusia. Produce el 35% del mercado global, el 81% de las de alta calidad y el 95% de mas alta gama. Sin embargo, solo el 20% de estas piedras se cortan y pulen en el país, eso sí, con altísima calidad, pero India es el líder de lejos. La facilidad del sector para el lavado de activos y contrabando construyen fuerzas para la generación de valor agregado. En Colombia deberían desarrollarse no solo las mejores técnicas de corte, sino la joyería más prestigiosa de esmeraldas del mundo. Esfuerzos para formalizar a través de denominación de origen del gobierno Duque fueron frenados por la SIC por temor a la protesta social.
Con frecuencia, lo único que queda para el país son piedras preciosas escondidas en el pantalón de un viajero escapándose por El Dorado. Según Fedesmeralda, las exportaciones oscilan entre US$100-150 millones anuales. Sin embargo, otras fuentes, como Resourcetrade.earth, estiman que las ventas internacionales podrían duplicar esas cifras. Las regalías apenas alcanzan los US$2.33 millones, ya que, solo son 449 contratos de concesión minera vigentes, solo 250 están en producción. Se estima que la informalidad sectorial podría superar el 60% del mercado, aunque la verdad nadie lo sabe.
Genera esperanza la Resolución 759 de la Agencia Nacional Minera, que permitirá el lanzamiento de la Plataforma de Trazabilidad de Minerales. Este sistema, abarca desde la extracción hasta la comercialización, unifica plataformas como el RUCOM y GENESIS, permitiendo la trazabilidad. Además, de facilitar certificación de origen, una herramienta clave para construir una marca de país, se requiere certificar en sostenibilidad, calidad, y derechos humanos. Si la esmeralda colombiana, cuyo precio superara en un 50% quilates similares de Zambia o Brasil, tuviera una certificación nacional simplificaría la comercialización internacional. Incluso, algo como un Juan Valdés esmeraldero también sería útil.
El poder político del sector esmeraldero históricamente protege la informalidad, en algunos casos, la ilegalidad. No permitir la creación de estándares le acabó haciendo daño al largo plazo. Con herederos sofisticándose y la llegada de jugadores internacionales, se abren oportunidades de valor agregado. El desarrollo de una industria de renombre tiene un enorme potencial, que podría ampliarse con el incremento del turismo: Porque no regalar anillos de esmeraldas en vez diamantes de compromiso. Al final del día, no todo lo que brilla es oro, pero puede ser hasta más valioso.