¿No estaban prohibidos los celulares?

En muchas instituciones educativas alrededor del mundo, se ha tomado la decisión de prohibir el uso de los teléfonos celulares durante el horario escolar. La medida mediática, que en teoría busca mejorar la concentración y el ambiente de aprendizaje, se enfrenta a una realidad que contradice su propósito: TikTok y otras redes sociales están llenas de videos grabados en los colegios, evidenciando que los estudiantes siguen usando sus dispositivos a pesar de las restricciones.

Esta situación debería llevarnos a cuestionar la efectividad detrás de estas prohibiciones. Tal vez, como Platón en su alegoría de la caverna, estamos viendo solo sombras en la pared, sin darnos cuenta de la realidad más amplia que se esconde detrás de estas medidas populistas de cara a las familias.

La proliferación de contenido escolar en redes sociales sugiere que prohibir el acceso a los celulares implica una inversión considerable en control, seguridad y almacenamiento. ¿Están los colegios dispuestos a asumir la responsabilidad de “cuidar o guardar” los teléfonos para evitar su uso? ¿Están los profesores preparados para hacerse cargo de la pérdida o daño de un teléfono al dejarlo sobre su escritorio o en una caja grupal frente a todos los estudiantes?

Columna no. 1 acerca de la Prohibición de los Celulares

El cerebro y los celulares

La capacidad de autorregularse no está completamente desarrollada en niños, niñas y adolescentes. Desde una perspectiva neuropsicológica, el cerebro humano experimenta cambios significativos durante la adolescencia. Las áreas del cerebro responsables del control de impulsos y la toma de decisiones, como la corteza prefrontal, están en pleno desarrollo y no alcanzan su madurez completa hasta la edad adulta. Este desarrollo gradual implica que los adolescentes son más propensos a comportamientos impulsivos y tienen mayor dificultad para resistir tentaciones inmediatas, como las notificaciones constantes de sus teléfonos celulares.

La adicción a las notificaciones del celular no es solo un problema de autocontrol, sino un fenómeno profundamente enraizado en la neurobiología. Las notificaciones de las redes sociales y otras aplicaciones están diseñadas para activar el sistema de recompensa del cerebro, liberando dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la gratificación. Esta liberación de dopamina crea un ciclo de retroalimentación que refuerza el comportamiento de revisar el teléfono con frecuencia, generando una dependencia que es difícil de manejar incluso para adultos con un cerebro completamente desarrollado.

Delegar la responsabilidad de no usar el celular sobre los estudiantes, quienes aún están en una etapa crucial de desarrollo neurológico y psicológico, es una expectativa poco realista.

Los estudiantes no solo enfrentan la dificultad de resistir las distracciones internas, sino que también están sujetos a un entorno lleno de estímulos externos que promueven el uso constante de dispositivos electrónicos. Recibir dinero por bailar, cantar, imitar o likes y vistas, es más satisfactorio que estar presente en clase. Mejor aún, la situación va en que, en el colegio se puede grabar con más facilidad y allí, en las aulas de clase, se crea contenido. Atrás quedarán las experiencias de aprendizaje.

Esta realidad biológica y psicológica subraya la necesidad de estrategias más efectivas y comprensivas que vayan más allá de la mera prohibición de los teléfonos celulares.

Columna no. 2 acerca de la Prohibición de los Celulares

Alexandra Parra

Neuropsicóloga y Pedagoga

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