Todo comenzó el 29 de enero, cuando los camioneros empezaron a movilizarse contra la decisión de obligarles a vacunarse contra el Covid-19 para cruzar la frontera con Estados Unidos. Esta medida, con la que el primer ministro Justin Trudeau pretendía mantener bajo control los casos positivos relacionados con los desplazamientos, entró en vigor el 15 de enero.
Canadá, el país soñado por los inmigrantes de todo el mundo, el cual se presenta como un paraíso ordenado, pacífico y donde todas las personas que lo deseen pueden tener una vida tranquila, actualmente vive una de sus peores crisis en los últimos años. Su primer ministro, varios de sus alcaldes y premiers (gobernadores de provincia), se encuentran en jaque o divididos en cuanto a las salidas que se deben tomar para acabar con esta situación.
Los camioneros comenzaron estas movilizaciones el pasado enero con el “Convoy de la Libertad”, protestando en contra de la vacuna obligatoria que se les impuso. Se movilizaron desde todos los rincones del país a Ottawa (para poner en perspectiva las distancias de este país, un vuelo de Toronto a Vancouver dura el mismo tiempo que de Toronto a Bogotá), parando en cada municipio y ciudad, encontrando apoyo, sumando vehículos y personas a su causa.
El viernes 11 de enero se cumple la segunda semana de bloqueos en el centro de la capital canadiense. La ciudad está bloqueada, el olor a diesel en los alrededores del parlamento está afectando la salud de los residentes de ese sector, lastimosamente ha habido episodios racistas, de vandalismo o acoso a quienes usan el tapabocas. Sin embargo, la protesta a nivel general ha sido pacífica.
Esta movilización ha tomado más matices que su propósito original. Ha cobijado sectores extremistas, seguidores de teorías de conspiración, antivacunas o neoconservadores. Pero lo que agrupa a todos estos sectores, es el desprestigio del gobierno del primer ministro Justin Trudeau, quien no solo es rechazado por quienes se encuentran en las calles, sino por la gran mayoría de la población (aun desde sus casas).
Esta crisis dejo de ser algo exclusivo de Ottawa. Actualmente, se encuentran bloqueos en las provincias de Alberta y Nueva Escocia, y manifestaciones en Nueva Brunswick. En el plano internacional, el puente fronterizo con Estados Unidos (Ambassador Bridge) de Windsor, Ontario se encuentra bloqueado, ya hay otro “Convoy de la Libertad” dirigiéndose a Paris, y otros convoys están siendo convocados para ir a Washington DC y a Canberra (capital de Australia).
Es tan critica la situación, que la capital y la provincia de Ontario han declarado el estado de emergencia. A pesar de la debilidad actual del Partido Conservador (partido de oposición al gobierno actual), han convocado debates de control político en el parlamento, y varios miembros del partido de gobierno (Partido Liberal Canadiense) han salido públicamente a criticar a su líder, el primer ministro. En lo económico, la planta de Honda en Windsor (Ontario) y de GM en Hamilton (Ontario) han tenido que cerrar debido a interrupciones en la frontera.
Esto le ha puesto bastante presión a Trudeau, por lo cual ha comenzado a consultar con lideres políticos, premiers y alcaldes, acerca de las medidas que se podrían tomar, y que salidas tiene. En el momento en que este artículo es escrito (viernes 11/02), Trudeau se ha visto “contra las cuerdas” y ha dado declaraciones más contundentes y con más fuerza, no aceptando los bloqueos, reafirmando su condena, demostrando algo de acción, muy distinto al comienzo de la semana donde no se percibía ninguna amenaza al poder real del primer ministro (como en Colombia, la política canadiense también es dinámica).
Tanto en Canadá como a nivel mundial, estas protestas pueden ser un síntoma del cansancio de la población con las medidas restrictivas a causa del Covid-19, y la necesidad de volver a una vida relativamente normal. Así mismo, esto tiene que ver con la crisis económica que todo el planeta está sufriendo con la pandemia.
Pero sigue habiendo un rasgo muy norteamericano en las protestas canadienses. Tal como Trump, este tipo de manifestaciones y seguidores, han sabido canalizar el descontento y la fatiga de la población de EE. UU con la elite política de siempre. La protesta de los camioneros en Ottawa está capitalizando todo ese descontento general con un círculo que se transfiere el poder entre sí, sin hacer nada por el país, y mucho menos por lo más necesitados.
Por ende, después del fenómeno Trump y este tipo de protestas, sería un error enorme calificar estos manifestantes como un simple grupo de extremistas. Ellos y ellas tienen algo importante que decir, y sus demandas deben ser atendidas. Son sectores que han crecido en los últimos años y están reaccionando no solo al Covid-19, sino a la incapacidad demostrada por décadas de la clase política.
No hay peor ciego que el que no quiere ver, y estas demostraciones en la pacifica Ottawa demuestran que el mundo ha cambiado, que el panorama político se ha encontrado con nuevos ideales, nuevos valores y más pugnacidad, lo cual es un llamado de atención clarísimo a los gobernantes y a sus estructuras políticas a cambiar, a ser más eficientes, menos corruptos y a cumplir sus promesas.
Para América Latina, y en especial para Colombia donde tenemos elecciones en marzo y mayo, es necesario ver las cosas que están pasando alrededor del mundo como un espejo, y que los políticos y candidatos eviten caer en los mismos errores que llevaron a Ottawa, de un paraíso con los mejores estándares de vida, a una ciudad sitiada por el descontento y no por los camiones.
PD: Con este articulo no estoy apoyando ideales como los de Trump (de hecho, creo en cosas absolutamente distintas), pero si considero importante poner atención a las demandas de estos sectores.