América Latina patas arriba

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Jaime Acosta

A finales de 2018 escribí una columna en la cual decía que el 2019 sería un año de protesta y de gestación de revueltas inéditas nada parecidas a cualquier otra conocida, simplemente porque la economía, la sociedad, la tecnología, la geopolítica y la situación del medio ambiente, son otras.

El capitalismo es un modelo de sociedad, con un inmenso sistema de instrumentos globales y nacionales que dispone de organizaciones, normas y reglas de juego para que la economía de las empresas funcione. El capitalismo es mucho más que un modelo económico, es un modelo de sociedad con economía de mercado, donde todos trabajan en torno a ella y para ella, aunque también se supone que ella debe retribuirle a la sociedad condiciones de igualdad, oportunidades, bienestar, felicidad y democracia, como alguna vez dijo Bill Gates: “a la gente hay que devolverle lo que nos ha dado”

Este capitalismo moderno que tiene más de dos siglos, aún no ha logrado perfeccionarse y tal vez nunca lo logre porque la inequidad es inherente a sus resultados finales, sin haber logrado diseminar los pocos modelos equilibrados que existen, y una comprensión de sociedad donde todas las culturas y todos los niveles socio económicos deben tener iguales oportunidades.

Por supuesto que los empresarios, corazón y motor de la economía, en el fondo lo quieren así porque sus beneficios son mayores pues a más mercado más ganancias. Cerrar brechas de pobreza y ampliar condiciones para el surgimiento de una clase media más grande, no es suficiente. Sin embargo, esta situación en los países avanzados es una, y en los países en desarrollo o nuevos emergentes, como los de América Latina, es otra. No cabe igual lectura porque el problema no está en la redistribución en sí misma, sino que tipo de riqueza impulsan la economía y el estado para redistribuir. Es decir, las condiciones que crean unas sociedades para desarrollar todo su potencial humano vs las condiciones que se niegan a tener en el frente de la agenda, los otros. En Norteamérica, Europa y Asia están las economías avanzadas del mundo, en América Latina, no hay ninguna. Existen algunas regiones de Brasil en esa senda, y contados núcleos en distintas ciudades del continente. Ahí está el problema. No solo se trata de si las reformas a pensiones son justas y para todos, si las leyes laborales y las reformas tributarias son buenas para todos. Este no es el centro del problema, Veamos cual es.

La génesis de esta ola de protestas multitudinarias se encuentra cuando los Chicago Boys elaboraron un modelo de mercado para Chile una vez sucediera el golpe de estado a Allende. A escala global el movimiento neoliberal se dio a finales de los años 1970 y entró en vigencia con Ronald Reagan y Margaret Tatcher en los años 1980, una vez la Unión Soviética agonizaba. Sin embargo, América Latina fue el laboratorio preferido. Llegó con algunas dictaduras y se quedó con el regreso de las democracias de derecha, de centro o de izquierda. Radicales fueron las reformas de mercado con los gobiernos de facto, matizadas de política social las otras, pero el mismo modelo.

Pasaron los años, y aun cuando algunos analistas de distintas áreas del conocimiento decían que el modelo era insostenible – recuerden el malestar de la globalización, luego los movimientos de la indignación, y ahora las nacientes revueltas de millones pidiendo otra sociedad -, porque en su concepción no era multidimensionalmente sostenible, no obstante la aplanadora del mercado se extendió por el planeta y hoy existe neoliberalismo en todos los confines de la tierra.

De la mano de las revoluciones tecnológicas los modelos de mercado se extendieron vertiginosamente. Conducidos por el sistema financiero los bancos son los dueños del mundo, por eso, inversionistas y empresarios de otros sectores son socios y miembros de sus consejos directivos. De esta manera, los grandes megacapitales del planeta son una sola, sofisticada e inmensa red de poder. Por eso la brecha entre el salario de un trabajador y de un CEO pasó de 10, 20 o 30 veces a uno, a brechas que van de 100 a 500 a uno. Los demás, empleados, independientes y pymes, son los trabajadores y consumidores de bienes y servicios de un reconcentrado poder económico y tecnológico. Así, la reducción de la pobreza y el crecimiento de la clase media vino con varios fantasmas a espaldas, pero en esta columna solo me referiré a uno: la inequidad.

Llegó la crisis financiera de 2008, de la cual se salió con mucha impunidad y poca profundidad por eso no se ha logrado restablecer plenamente la economía mundial, puesto que hubo un blindaje de los gobiernos y porque los poderes económicos cerraron filas. Sin embargo, la semilla del malestar y de la indignación se había sembrado. La gente a pesar de los medios y de la propaganda, se dieron cuenta que había una clase social y económica de multimillonarios para la cual el resto de la humanidad trabaja. Las imágenes de una vida donde los sueños de prosperidad y de ascenso socioeconómico se harían realidad, pronto dejaron de ser una aspiración. Sería una vida precaria de trabajo, con salud, educación, salarios, ahorro, pensión y deuda eterna, mientras los procesos de acumulación de unos pocos siguen un crecimiento exponencial, haciendo igualmente exponencial la brecha entre la mayoría y esos pocos. Si la riqueza se concentra en la parte alta de la pirámide, una redistribución extendida a los niveles medios y bajos de la pirámide, no se da.

Hoy, 26 millones de personas, es decir, la suma de Bogotá, Santiago y Buenos Aires, o del gran Sao Paulo, y menos del DF y Tokio, acumulan una riqueza equivalente a la que tienen tres mil quinientos millones de habitantes (la mitad del planeta), que constituye la población de China, India, Estados Unidos y Brasil, juntos.

Este es el centro de la protesta en muchos lugares del mundo, más el cambio climático, que va de la mano de un irracional capitalismo de consumo. Entonces, inequidad y destrucción del medio ambiente son dos fenómenos más grandes que el tamaño del planeta, porque simplemente este no tiene como asumirlo. Uno es socialmente inviable, otro, naturalmente insostenible, juntos, económica y políticamente imposibles.

Por qué en América Latina la protesta es mayor

Es un continente donde ha surgido una clase media con muchos pobres, que tiene el índice de inequidad más alto del globo. Esto lo dice el discurso del centro y de la izquierda, porque la derecha y la derecha extrema defiende el modelo de la desigualdad, matizan la corrupción y la ilegalidad, pues consideran social y económicamente correcto paliar la pobreza y ampliar la clase media con precariedad. A la gente la pueden manipular los medios y las iglesias, pero al final se pregunta, por qué para ella no hay un mejor estado, mejores servicios de salud, de educación y de cultura, fuentes de empleo y de ingresos menos inciertas, escasas y mal pagadas, y un futuro mejor para sus hijos y nietos. Los pobres necesitan varias generaciones para convertirse en clase media, y la clase media también para ser ricos, no multimillonarios.

Entonces, la protesta de estos días nada tiene que ver con Maduros ni con el Foro de Sao Paulo que pocos conocen y al cual la derecha en estos días le ha dado poderes divinos para acabar con la democracia (comunicado de Uribe), ni tampoco tiene que ver con que Castro, Chávez, Allende y Marx, desde sus tumbas, manipulan las redes.

No, esto ha venido creciendo y no lo vieron venir, porque se han negado a ver una sociedad distinta, social, económica, ambiental y humanamente viable. Es la sociedad del conocimiento, y por tanto de la inteligencia, de la creatividad y de la igualdad, por eso la gente está en la calle, no pidiendo comunismo, socialismo o anticapitalismo – habrá algunos de esos pero son minoría -, está pidiendo derechos, calidad de servicios y acceso a ellos, una economía que de oportunidades de desarrollo a todos y no a pocos, está pidiendo que se la trate con dignidad y no con desprecio e indiferencia. La igualdad no es una categoría económica, es una dimensión social y política superior. Es un derecho de la humanidad para que empresarios, estado y sociedad puedan convivir sin tantas barreras de distinto tipo, sin tanto guardaespaldas y sin tanto político, policía, general y jueces comprados.

Lo que acabo de decir es una apreciación general, y no específica a Colombia, porque en éste país, a más de lo anterior, hay dos situaciones adicionales y aún más monstruosas: se mata a la gente por pensar y por defender sus derechos, y una economía ilegal con corrupción que involucra a agentes del estado y de la economía.

El camino a una sociedad más igual, tiene los elementos servidos para sentarse en la mesa a repensar estas sociedades. Podría ser la revolución más creativa, inteligente y pacífica que haya vivido la humanidad, porque las condiciones están dadas pues será imposible parar a millones en las calles y en las plazas, así les disparen a los ojos, como en Chile los carabineros a los jóvenes. La gente no se va a mover de ahí porque a pesar de las injusticias y de la inequidad las sociedades han ganado y los países avanzado así sea con gran desigualdad, pero avanzado, entonces, hay una base estructural que permite ir a un fase superior de desarrollo sostenible, tecnológico y productivo, con sectores avanzados, industrias y emprendimientos sociales y de alta tecnología.

Este neoliberalismo con dependencia científica y tecnológica ya no le sirve a América Latina, porque crece hasta tasas medianas pues baja es la productividad. Es hora de modelos de desarrollo inteligentes, sostenibles, justos, amables, estimulantes y humanos, que refunde la política, repiense la educación y la ciencia para estos países, cerrando partidos ahora amangualados para sobrevivir como se vio en Colombia en las elecciones del 27 de octubre, creando otros, y fortaleciendo los alternativos; cerrando universidades de garaje y llevando a las que queden a que tengan los niveles de las mejores, con énfasis en más universidades públicas que privadas porque en estas la educación es cara y porque la educación es un derecho de todos; desarrollando la ciencia y la tecnología, para que estos países tengan miles de investigadores creando teorías, inventando la sociedad, reinventando la cultura, mejorando la educación, y desarrollando industrias y servicios de alta tecnología en la frontera del estado del arte y en la vanguardia de las start ups.

El problema está que en Norte América las personas con doctorados y postdoctorados son millones, en América Latina, unos pocos miles, mientras allá el número de investigadores superan el millón ochocientos mil, en América Latina no llegan a ciento cincuenta mil. Sin embargo, Norte América tiene 380 millones de habitantes y la región se acerca a 600 mil. La igualdad que en el fondo quiere la clase media de América Latina, es esa: igualdad a partir de la inteligencia y la creatividad, no de las limosnas. Y lo que pide no se lo puede dar el neoliberalismo del patio trasero, con personajes como Macri, Piñera, Bolsonaro y Uribe.

En cuatro años la derecha se volvió a desbaratar en América Latina.[1] Fue una ola efímera, premoderna, triste y dolorosa. Ahora hay que preguntarse si las políticas actuales es posible mejorarlas o si son necesarias otras porque se requiere revisar las políticas económicas y también las sociales y los pilares que soportan las constituciones y las instituciones. El capitalismo del bienestar ya no existe, el capitalismo neoliberal está muriendo porque está matando al planeta, y solo un capitalismo que equilibre las cargas entre estado sociedad y empresa es posible, llámelo como quiera llamarlo, y esa tarea se la dejo a usted.

@AcostaJaime


[1] A pesar de la estupidez de Evo de volverse presidente eterno que condujo a un golpe de estado liderado por un tal Camacho, fanático pentecostal.

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